viernes, febrero 03, 2006

Yo sé lo que vi.

¿Nunca le han dicho nada parecido cuando usted ha puesto en duda una afirmación sorprendente, improbable o directamente imposible?

Alguna vez he tenido que recurrir a testigos para convencer a alguien que aseguraba haberme visto en algún lugar y momento en el que no había estado. No suele bastar con negar ese hecho, en esa situación debes demostrar que no podías haber estado allí, que a esa hora estabas en otro lugar. Y su convencimiento nunca acaba de ser total. “¿Seguro?. Yo juraría que eras tú”

Lo curioso es que no existe diferencia en la convicción de la persona que te asegura algo así cuando no es posible que estuvieras donde dice haberte visto y cuando, efectivamente, te ha visto. La sensación o emoción que causa en esa persona esa experiencia es la misma tanto si se trata de un error como si no lo es.

La fuerza de esa percepción es tan abrumadora que suele ser frecuente que tu conocido, cuando se ve obligado a reconocer que no pudo haberte visto en ese lugar, añada algo como “Pues tienes un doble perfecto. Incluso vestía ropa que te he visto a ti”

La cosa suele terminar entre risas que celebran la simpática anécdota. Aunque en las del protagonista de la misma suele detectarse algún rastro de nerviosismo o desconcierto, quizá a él no le resultó exactamente simpática.

Cuando algún charlatán ha sido desenmascarado, por ejemplo, algún sanador por la fe norteamericano cuyos trucos para “conocer” los problemas de sus feligreses resultaron de todo menos sobrenaturales, incluso en el caso de ser juzgado y condenado, cuando queda claro que no pudo curar nadie, que era un falsario, no faltan testigos que aseguran que ellos han presenciado verdaderos prodigios del convicto. “Yo sé lo que vi.” “A mí me curó” Algunos “clientes”, cuyas enfermedades han acabado con su salud o su vida a pesar de creerse curados por el charlatán, no veían diferencia entre ser curado y creer haber sido curado. Quienes han sobrevivido y han podido recordar aquello insisten en su desconcierto, notaron mejoría, y no algo sutil, sino muy real. Su emoción, su percepción cuando al final fueron curados médicamente y la que experimentaron con el charlatán era la misma.

Cuando algún “avistamiento OVNI” ha sido explicado mediante objetos bien terrestres de manera que no quede duda, (alguno de ese 95% que hasta el ufólogo más crédulo reconoce como debido a “causas naturales”), los testimonios aparecen incoherentes con el verdadero comportamiento del objeto avistado. Lo que realmente vieron no pudo hacer lo que declaran que hizo. Pero su convicción se ve inalterada, o, en el mejor de los casos, se ve reducido a una confusión abrumadora. Esa convicción fue, al menos durante el tiempo en que se demoró la explicación, absolutamente igual a la que muestran los testigos de otros casos no explicados.

S. J Davey fue un asiduo a sesiones espiritistas convencido de estar asistiendo a manifestaciones de seres de ultratumba. Cuando descubrió que uno de ellos, el que él consideraba el mejor de entre los médium, Engliton, hacía trucos, descubrió que su convicción de hallarse ante verdaderos prodigios inexplicables era exactamente la misma que la que el causaba en los que asistían a sus propias demostraciones de poderes que él hacia con trucos en un espectáculo que diseñó para estudiar la validez de los testimonios incluso entre hombres de ciencia. Los que le defendían a él como verdadero médium antes de que descubriera que era un mero ilusionista, usaban los mismos argumentos y con la misma convicción con la que, en su día, el defendió a Engliton.

Algunos se negaron a creerle. Decían que Davey tenía poderes reales y que cuando realmente mentía era cuando aseguraba usar trucos.

También algunos testigos de los casos OVNI explicados se niegan a aceptar la explicación convencional a pesar de la evidencia y tratan de imaginar alguna explicación de tipo conspirativo o similar. Como en el caso de los “pacientes” de charlatanes convictos y confesos.

Mi conocido hubiera podido también explicar la contradicción entre su experiencia y los datos reales. Pudo insistir en que yo estaba allí y recurrir a bilocaciones, dimensiones desconocidas o cualquier cosa que se le ocurriera.

“Yo se lo que vi.”

Muchas personas se niegan a aceptar que la subjetividad de la experiencia tenga que doblegarse a los datos objetivos, y todos sentimos dificultades para aceptarlo sin alguna resistencia. Pero no tenemos alternativa. Sabemos que cometemos errores, que sufrimos ilusiones y que la sensación que nos invade nos resulta indistinguible de la que experimentamos en casos “reales”. Solo la contrastación con los datos objetivos nos puede ayudar a determinar si lo que vimos estaba o no allí. Cuando uno no miente, tiene una convicción de la misma fuerza y naturaleza que la que experimenta cuando padece un error, confusión o ilusión. Es la misma sensación.

Y su valor probatorio es nulo no solo cuando existen datos objetivos sobre la experiencia concreta. También carece de valor si enfrenta conocimientos sólidos.

Cuando una afirmación resulta más irracional que su negación, la elección racional queda clara. El resto es prejuicio.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Efectivamente, convencer a los sujetos protagonistas del caso Manises que lo que pasó es justamente lo que relata el informe Peris (por muy alabado premiado y adornado que esté por ciertos sectores), se hace cuesta arriba.

No me extraña que se nieguen a aceptar la "realidad", es que esa realidad es muy poco real. Vamos que tienen que comulgar con ruedas de molino por "cojones".

Y como este caso, otros muchos.

Ahora bién, pese a las evidencias en contra del dicho informe, convence a un pseudo esceptico de lo contrario, ¿quién se niega a aceptar la realidad?

Mi opinión del articulo: Tendencioso, y pretendidamente simplificador a conveniencia, aunque curiosamente simple a su vez.

Asigan dijo...

No sé que ocurre con los comentarios. Uno anterior ha desaparecido. Vuelvo a postearlo. Quizá salga repetido:

" En primer lugar he de decir que el artículo me ha parecido interesante y comparto lo que en él se escribe. Vale la pena leerlo.

Yo añadiría lo siguiente , en una línea de razonamiento similar o paralela a la que se desarrolla en el artículo (tomaré el tema de los OVNIs como referencia y además, sin intención sarcástica, plagiaré algunos fragmentos del artículo, para acentuar el paralelismo):
En ocasiones sucede que ante una explicación dudosa de un caso OVNI, la sensación que invade a ciertas personas es que se hallan ante una teoría científica comparable a cualquier verdad científica firmemente establecida.

Tomemos por ejemplo el caso Manises y veamos como se articula en un caso concreto lo que acabo de escribir:
Ante la lectura de la dudosa explicación de los diferentes aspectos del caso Manises contenida en el libro El Expediente Manises, de Juan Antonio Fernández Peris, algunas personas reaccionaron expresando los siguientes comentarios:
- “La Fundación Anomalía resuelve el caso Manises” (véase http://www.anomalia.org/manises.htm)
- "...una investigación rigurosa de obligada lectura para todo aquél interesado en este episodio de la ufología española" (véase http://www.el-esceptico.org/ver.php?idarticulo=103)
- “Análisis exhaustivo y desmitificador de uno de los casos más conocidos de la Ufología en España." (véase http://www.circuloesceptico.org/Documentos/index.php)
- "Es una obra imprescindible para los interesados en el estudio riguroso del fenómeno OVNI" (véase http://mitosdelmilenio.com.ar/libros.htm)
- "...un verdadero manual de investigación rigurosa y objetiva..." (véase http://dragoninvisible.com.ar/olmos.htm)

Se puede ver a partir de los adjetivos y verbos empleados (“resolver”, “rigurosa”, “exhaustivo”,
“imprescindible”, “objetiva”) que la sensación que invade a las personas autoras de estos comentarios es indistinguible (o como mínimo muy similar) de la que experimentan al estudiar o leer sobre teorías científicas valiosas y bien comprobadas.
Es la misma sensación (o muy parecida al menos... si no es idéntica, en ese caso pienso que no deberían haber utilizado términos que también aplicarían, por poner un caso, a la teoría de la relatividad general: es rigurosa, objetiva, imprescindible, resuelve (los datos proporcionados por el experimento de Michelson-Morley entre muchos otros), etc.).

Sin embargo el valor probatorio que tiene el que para estas personas se trate de la misma sensación, es nulo. Carece de valor.

P.D.: si alguien prosigue este hilo quiero decir que si no contesto en aproximadamente una semana (o quizás más) es porque no podré hacerlo durante dicho tiempo."

Asigan dijo...

Creo que hay alguna diferencia entre uno y otro caso.

Aquello de lo que yo escribo es una característica del proceso de percepción del ser humano (Que lo sea efectivamente o no es otra cuestión, lo que quiero decir es que lo caracterizo como tal. Puedo estar equivocado, obviamente.). En el ejemplo en el que tú citas nos encontraríamos con una falacia evitable. Un “mal hábito”.

Mientras que la convicción ante la experiencia personal no desaparece ni es evitable, sino que hay que forzar la conclusión a su pesar basándose en los datos objetivos que contradicen nuestra propia convicción, en el caso que citas basta aplicar algún principio. Uno no debe juzgar un libro o un argumento por lo que los demás puedan decir de ello.

Que alguien considere que las palabras publicitarias acerca de un libro equivalen al veredicto experimental y teórico de la ciencia es un error personal, (por muy extendido que pueda estar) no una característica general de la percepción.

P.D. Tranquilo, no hay ninguna prisa ni obligación.

Asigan dijo...

Bueno, convencer a los protagonistas del caso Manises de que ocurrió cualquier cosa que no fuera exactamente lo que ellos creen haber percibido es lo que resulta más que cuesta arriba, si es que tengo razón. En esa línea, el testimonio de los protagonistas no debe tomarse como una descripción exacta de lo sucedido, cuandop es necesario forzar el comportamiento de objetos o fenómenos para ajustarlo a ese testimonio si ese comportamiento tiene el carácter de extraordinario. Se precisa la ayuda de aspectos objetivos ajenos al propio testimonio. Entretanto, presentarlo como un caso extraño, referido el fenómeno, es ser pseudoescéptico, cuando no directamente fantasioso.

Los protagonistas, ni nadie, tiene que comulgar con nada, los argumentos están para ser discutidos, no para ser despreciados con lenguaje emocionalmente cargado. Eso resulta, más que falaz, tramposo. Y como en eso, en todos los casos.

¿Pseudoescépticos, te refieres a Iker Jiménez o a aquellos que repiten ser verdaderos escépticos "por que no niegan", al contrario de lo que hace un verdadero escéptico?

Respecto a tu opinión sobre el artículo, bienvenida sea, aunque no estaría de más que la argumentaras. Así podría tener la oportunidad de enmendarme o de refutarla, si fuera el caso.

Anónimo dijo...

Bueno, esto es casi un ejemplo de discusión bizantina :-)
Todas esas críticas citadas de "El expediente Manises", de Juan Antonio Fernández Peris (Fundación Anomálía, 2000) las conozco, como es lógico.
Claro que carece de valor probatorio el empleo de esos términos, porque esos términos se están empleando en una valoración crítica de un ensayo (no se
trata de gente que "reaccionó", sino de lectores y escritores de
recensiones, que es distinto), y, por tanto, están plenamente justificados en ese contexto. Lo incorrecto sería que el propio autor del ensayo, Juan Antonio Ferández Peris, hubiese empleado esos términos para referirse a su
obra en las conclusiones, por ejemplo.
El hecho de decir que esos términos seleccionados carecen de valor probatorio (probatorio de la bien fundamentada explicación múltiple detallada por JAF en su ensayo) es descubrir la pólvora...
Los comentaristas de la obra de JAF han empleado esos términos con todo derecho, porque ésa es su opinión respecto a la obra leída. Quizá a alguien le moleste que la demolición efectuada por JAF del caso enseña de la sobrevalorada ufología española sea etiquetada de esa forma, pero eso es lo
que hay. De hecho, a mí me parece un ensayo estupendo, algo que, idealmente, habría que hacer con toda la mitología platillista española: refutación y
aclaración de lo que un colectivo histórico de torpes y sensacionalistas convirtieron en perlas ufológicas, cuando había más humo que otra cosa. Y
sobre todo: que el ensayo de JAF sea leído y valorado; afortunadamente nadie pudo censurar su salida al marcado, algo que a más de uno debió llevar a arrancarse mechones de pelo a puñados. Y es que el ensayo de JAF es riguroso, exhaustivo, imprescindible y objetivo. De lo mejor que se ha producido en España al respecto, junto con los ensayos de Manuel Borraz.

Asigan dijo...

Olvidé referirme a la cuestión acerca de los calificativos respecto a esos artículos y la relación con otros artículos científicos más "sólidos" respecto de quienes los emiten.

A las personas que escriben eso les parece un buen artículo- o estudio o o que sea- y , en ese sentido, la impresión es obviamente la misma que ante el artículo de Einstein. (O no tan obviamente, como diré al final)

Pero de nuevo la cuestión es distinta. No se trata de una característica de la percepción humana que nos lleva a la cautela ante el "aprecio" como si lo hace ante la "convicción" como elemento de prueba.

Naturalmente, no debe valorarse ningún artículo por lo que otros digan, como dije antes.

Pero me da la impresión de que hay una confusión adicional en tú ejemplo. Pareces dar por sentado que ante el artículo de Einstein el acuerdo deba ser unánime y que es "legítimo" darlo de tal manera que no lo fuera negárselo.

Y no es así, en mi opinión.

Respecto al artículo de Einstein no hubo acogida unánime, y durante algún tiempo el rechazo o la cautela fué mayoritaria. Fué, precisamente, la contrastación con experimentos como el de Michelson-Morley los que decidieron la balanza. Sin embargo, antes de esa contrastación era perfectamente legítimo criticar positiva o negativamente tal artículo.

Lo importante es evaluar los argumentos de una y otra parte (y no dejarse guiar pòr los comentarios de nadie) y, sobre todo, por los propios del artículo.

El que esas personas apreciaran ese artículo positivamente no aporta valor probatorio alguno, es algo evidente, pero tampoco en el caso del artículo de Einstein.

Si lo que pretendes es dejar claro que las frases de aprecio personal no son prueba de nada, no tengo inconveniente en reconocerlo, es que no esperaba que fuera necesario decir algo así.

En cambio, los testimonios son regularmente usados como prueba en cisrcunstancias dudosas.