El polígrafo tiene un conocido trayecto en el mundo del espectáculo. En el cine y en las series de televisión aparece con frecuencia como un recurso dramático efectivo. Una de las preguntas que han hecho fortuna en ambas es aquella que dirige el policía al sospechoso durante el interrogatorio:
“¿Estaría dispuesto a someterse al polígrafo?”
O, aún más contundente, “al detector de mentiras”.
El poli suele esperar con expresión ansiosa durante la inevitable pausa dramática que el realizador de turno impone a la respuesta del sospechoso, cuya expresión expresa la misma ansiedad.
En esas películas suele concederse al polígrafo una eficacia casi total. Incluso cuando, en películas de espías, sobre todo, se nos dice que el malo o el héroe fueron entrenados para “engañar” al polígrafo, se está concediendo al artefacto una eficacia a través del hecho de que resulta difícil esquivar el veredicto de la maquinita.
El cine es ficción, y aunque su influencia sobre las ideas de muchas personas sobre cómo funciona el mundo es poderosa, no puede culpársele de mal informar al público en general. Quizá el problema concierna más a aquellos que consideran que las películas de Hollywood son una buena fuente de información.
En la televisión, en cambio, la cosa es diferente cuando en algunos programas se presenta como cierto aquello que es motivo de polémica científica o no cuenta, directamente, con sostén científico de ninguna clase.
No hablamos de los conocidos programas de los vende misterios convertidos en estrellas multimedia. Sino de programas cuya fuente principal de contenidos es el escándalo, preferentemente si implica matrimonios rotos, infidelidades o papás desentendidos de su prole. Sobre todo si hay material para montar una buena pelea en el plató.
En España, desde los tiempos de “La Máquina de la Verdad” en Tele-5, con Julián Lago y su famosa coletilla acerca de la respuesta del invitado de turno tras la publicidad, ha habido varios programas que han usado el polígrafo para determinar si el “acusado” se había embolsado dineros públicos, si se había acostado con la esposa del torero o con el marido de la asistenta. Fuera cual fuera el veredicto del intérprete de lo que la máquina registrara, siempre sin consecuencias legales.
Hubo un programa en Antena-3, “La hora de la verdad”, presentado por Alicia Senovilla, con la misma idea general. Y ahora compiten en ambas cadenas otros dos espacios con el mismo aparato en diferentes talk shows .
La competencia entre ellas, debido al éxito de audiencia con la presencia del aparato, lleva ahora a anunciar a Antena 3 una ampliación del asunto con la aplicación de otro sistema de “detección de mentiras” a personas fallecidas. No se trata del mismo asunto del bochorno de “El Buscador”, de Tele-5, del que hablamos aquí, sino de una nueva pretensión de “ciencia aplicada”.
En su día Mauricio José Schwarz, en su blog, se ocupó del programa de Alicia Senovilla, del polígrafo e incluso de la “prueba de voz” que es el sistema que ahora se dispone a aplicar Antena 3 a famosos fallecidos.
Lean esa entrada y tendrá una idea más aproximada a la realidad de estos intentos de detectar cuando la gente miente.
La cadena de deducciones teóricas que conducen a aceptar el resultado del polígrafo es compleja. Las asunciones son que la mentira en preguntas relevantes provoca cierto tipo de estados psicológicos, y solamente el engaño al contestar, y que son, por tanto, diferentes a los estados psicológicos provocados por las respuestas a preguntas de control; que esos estados psicológicos están unidos a unas respuestas fisiológicas específicas, que el polígrafo mide estas concretamente y solo estas, que los registros del polígrafo reflejan los aspectos relevantes del estado fisiológico, que la interpretación humana de los registros es adecuada para discernir entre el engaño y la verdad…
Algunas preguntas que deberían contestarse son si la relación entre los 4 factores medidos y la mentira es científicamente sólida, si el engaño es la única causa que puede provocar esas reacciones, si el hecho d que la mentira fuera espontánea o meditada y reiterativa afecta a la detección, y, por supuesto, ante el evidente riesgo de falsos positivos y viceversa, cual es el grado de perfección que pueden alcanzar la máquina y su interprete. La relación de la mentira con esos procesos fisiológicos, ¿es universal o puede variar en distintas situaciones o con diferentes personas? ¿Puede o no cambiar el resultado de una prueba si la realiza un examinador diferente en cada caso, o si la situación circunstancial no es la misma?...
No parece que nada de esto se respondiera de manera científica cuando se propusieron las bases teóricas del polígrafo. Pero esas preguntas si han sido hechas y respondidas posteriormente. Lo hizo la Academia Nacional de las Ciencias (NAS) de EE.UU. con la cooperación de Board on Behavioral, Cognitive, and Sensory Sciences and Education (BCSS) y el Committee on National Statistics (CNSTAT) Revisó las estadísticas de aplicación del polígrafo y realizó pruebas propias.
En el mejor de los casos, la máquina resulta ser imperfecta y estar muy lejos de proporcionar evidencia sólida científica o judicial. La NAS solo encontró 57 estudios confiables en torno a la eficacia de la máquina, y resultó que todos ellos exageraban la confianza de la misma, a pesar de que ninguno de ellos la encontró ni siquiera cerca de la eficacia total.
“Its accuracy in distinguishing actual or potential security violators from innocent test takers is insufficient to justify reliance on its use in employee security screening in federal agencies.”
La NAS extrapoló los datos de 10.000 test realizados para encontrar espías y resultó que fallaba en el 99,5 % de los casos.
La NAS concluyó que “hay pocas expectativas de que el polígrafo pueda alcanzar una alta exactitud”
Algunos de los periodistas participantes en esos programas de televisión se indignan cuando alguno de los que se van a someter a la prueba se refieren a que la máquina puede equivocarse. “La tecnología de la máquina es de última generación”, escuché personalmente decir a una periodista habitualmente vociferante en los programas en que participa. “La máquina no falla si se hace bien” aseguraba el operador de una de ellas.
El veredicto científico, en cambio, no será el que salvará a estos programas de la acusación de telebasura que pesa sobre ellos habitualmente.
(Enlace a una noticia sobre el asunto)
Una visión diferente del asunto.