En el arsenal retórico antiescéptico de los paranormaleros de una u
otra variante abundan los tópicos, en el sentido de ser una especie de
consignas repetidas acríticamente y evaluadas de manera positiva a
partir de su aparente contundencia retórica, a pesar de caracterizarse
por una fragilidad real asombrosa que se evidencia en un examen
superficial apenas se escarba en ellos.
Las menciones a la necesidad de una mente abierta o al caso de Galileo
son, quizá, las más conocidas y repetidas, aunque los más curtidos de
entre los polemistas paranormaleros se cuidan de confiar en semejantes
tópicos únicamente en discursos de consumo interno o en las primeras
escaramuzas de eventuales debates con escépticos.
Hay otros, como la identificación de la actividad escéptica con la de
los nazis o la Inquisición, que parecen productos derivados
lógicamente de los anteriores, pues los inquisidores serían ejemplos
perfectos de "mentes cerradas" y la condena de Galileo digna de un
tribunal nazi.
La evidente ilegitimidad de la identificación de los que, en realidad,
fueron las víctimas de unos verdugos que, en todo caso, son más
próximos, al menos ideológicamente, a los que exhiben estos tópicos
suele, si no convencer, si disuadir de la insistencia de en el empleo
de semejantes falsedades.
Algunos de estos tópicos no han tenido demasiado éxito, como aquél que
pretende, a la manera anterior, identificar la actividad escéptica con
agresiones violentas, incluso con las de grupos terroristas. Sólo en
el ámbito más próximo a Manuel Carballal y Bruno Cardeñosa sigue
siendo este un tópico de uso habitual. Aquí y aquí tienen ejemplos.
Precisamente en ese conocido artículo del primero de ellos, puede
encontrarse, además del uso del tópico "terrorista", un antecedente
claro de uno de estos tópicos que empieza a hacer fortuna, comenzando
a ser frecuente que nos encontremos con alguna variante del mismo.
Se trata de aquél según el cual los escépticos se abstienen de
criticar a la religión, y especialmente a la Iglesia Católica, la
cual, dicen, es un blanco legítimo, e incluso obligado para cualquiera
que se quiera considerar escéptico.
De manera implícita o explícita, le acompañan "explicaciones" causales
de este supuesto hecho. Desde la coincidencia de objetivos y métodos
debido a un mismo carácter dogmático, hasta una connivencia interesada
por ambas partes, cuando no una relación orgánica apenas disimulada,
pasando por mera cobardía por parte de los escépticos ante el, se
supone, inmenso poder de la institución eclesial.
No menos que otros tópicos sobre los escépticos, y quizá en este caso
con mayor relevancia, se trata de una insidia y una falacia.
La falacia es muy clara, se trata de una variante del argumento ad
hominem que evita la respuesta a los argumentos escépticos tratando de
desacreditar a los propios escépticos por lo que supuestamente no
critican en lugar de atender a lo que critican. En algunos casos, se
llega a sugerir que la importancia o trascendencia social de la
influencia de las diferentes "disciplinas" paranormales es ridícula o
inexistente en comparación con la de la influencia de la doctrina
eclesial.
Una persona, que asigna a la cobardía personal de los escépticos la
supuesta ausencia de crítica religiosa de los mismos, lo expresaba
diciendo que "hay cosas más importantes que atacar" que la, en este
caso, Astrología, y citando a la Iglesia Católica.
La respuesta evidente consiste en preguntarse si no hay cosas más
importantes que defender que la Astrología, como las supuestas
víctimas de la Iglesia,o por el lugar en donde encontrar los propios
ataques de esa persona a la institución. Después de todo, esa persona
tiene su propio espacio en Internet y la conversación se desarrollaba
en un blog escéptico al que este individuo acudió en defensa de la
Astrología y otras cuestiones que el mismo considera poco merecedoras
del esfuerzo.
Si hay una actividad cuya buena o mala práctica puede ser de
trascendencia indiscutiblemente importante es la política. Sin
embargo, nadie considera que los críticos de arte, o los revisores de
artículos científicos, o los que escriben sobre Astrología deban
abandonar esas prácticas para dedicarse a la crítica política so pena
de ser considerados unos cobardes temerosos del inmenso poder de los
que gobiernan.
Pero es que la acusación según la cual los escépticos no hacen crítica
religiosa, o se abstienen de referirse de manera crítica a la Iglesia
Católica es simplemente falsa. Y de la absoluta evidencia de esa
falsedad y de la facilidad con que tal cosa puede constatarse puede,
en parte, deducirse el carácter insidioso de la acusación.
Andrés Diplotti, en su magnífico blog, El Pez Diablo, respondiendo
precisamente al personaje anteriormente citado, hace una pequeña recopilación de
artículos y lugares escépticos dedicados a la crítica religiosa.
Pueden encontrase muchos otros artículos usando el buscador escéptico que encontraran en el panel izquierdo de paranormalidades probando con “católica”, “religión” o la variante que prefieran.
Simplemente añadiré a este tema que la página Sindioses, cuyo título ya resulta ilustrativo, es además el sitio de las traducciones “oficiales” al castellano de los comentarios semanales de James Randi, todos ellos de carácter típicamente escéptico y responsable del desenmascaramiento de más de un predicador religioso y sus supuestos milagros.
Y que la revista PENSAR, editada por el CSICOP en español, además de otros diversos artículos críticos sobre asuntos religiosos, publicaba en su número 4 un artículo titulado “Hay que investigar los hechos religiosos”, cuyo autor, el presidente del CSICOP, Paul Kurtz, es también presidente de Council for Secular Humanism , International Humanist and Ethical Union , miembro de American Humanist Association, y redactor del Manifiesto Humanista II.
Además de la evidente insidia, siquiera sea por negligencia, que supone repetir una afirmación que tan fácilmente puede comprobarse falsa, el uso de esas acusaciones parece ser una auténtica maquinación destinada a desprestigiar a los escépticos críticos.
Esto, que en casos como el ya citado artículo de Carballal, donde, además de con los terroristas, se pretende comparar a los escépticos con el Opus Dei, queda patéticamente al descubierto sin demasiado esfuerzo, dado el confeso odio que siente por ellos el personaje así como su declarada intención de ejercer esa labor de desprestigio, puede resultar más sibilino en otros casos.
Naturalmente, estando presente la referencia nazi, la inquisidora y la religiosa, no puede faltar tampoco la “fascista”. De nuevo es Carballal el mejor ejemplo de insidia cuando extrae de contexto una referencia a que la Ciencia no es democrática, contexto en el cual queda claro que el autor se refería a que las verdades de hecho no se deciden por referéndum popular, de tal manera que el Sol no girará alrededor de la Tierra por más gente que esté dispuesta a creerlo, dejando al descubierto el carácter de maquinación de sus maniobras.
Otros lo expresan diciendo que una característica común a todas las formas de fascismos es el intento de imponer sus criterios a los demás. En un caso concreto, se trataba de la expresión de la necesidad epistemológica de que quien afirma sea el responsable de aportar las pruebas de aquello que afirma. El interlocutor aseguraba a sus lectores en su blog, que aquello era una “exigencia”, y acotaba entre paréntesis de esta manera: (¿fascismo?) Ya imaginara el lector que el mismo señor, que “exigía” que se guardaran las formas que el consideraba adecuadas en el debate, no pensaba ni por un minuto que el estuviera “imponiendo sus criterios” a los demás, ni, por supuesto, que eso le emparejara ideológicamente con el Duce.
Así, la discusión acerca de la validez de los criterios de contrastación y argumentación, sobre todo si son defendidos con firmeza, son, según algunas personas, signo de fascismo, con lo que tenemos a los filósofos de la Ciencia embarcados, precisamente, en discusiones de ese jaez como ejemplos de fascismo intolerante y abusón.
Me arriesgaré a caer en un ejercicio más de fascismo, pero, para terminar, es importante insistir en que, argumentativamente, el ataque ad hominem no sirve de nada.