viernes, septiembre 29, 2006

La (famosa) sentencia del (famoso) caso.

Me refiero, claro, a la sentencia del juicio sobre la demanda de Pedro Amorós contra Javier Cavanilles y otros por considerar que determinados artículos publicados por este en el diario El Mundo constituían una intromisión ilegítima en el derecho al honor, la intimidad y propia imagen del primero. La sentencia resuelve en su fallo que no hay lugar a las pretensiones del demandante, absuelve de las mismas a los demandados e impone las costas del proceso al primero.

Sobre ello ya han escrito Fernando L. Frías, Mauricio José Schwarz, Javier Armentia, Ricardo Campo, Lois López Vilas, Pilar Verdú y otros.

Entre ellos, Bruno Cardeñosa, que ha escrito un artículo especialmente crítico con la sentencia de la jueza del caso.

Que a Cardeñosa no le guste la sentencia- que no es firme y puede, por tanto, ser recurrida- y que se muestre crítico con ella es algo perfectamente legítimo, o, al menos, lo es en principio, siempre y cuando en la expresión de esa opinión no incurra en un delito, como sostienen algunos que puede haber hecho cuando afirma Cardeñosa que la jueza emitió su sentencia “bajo coacciones” o que era víctima de prejuicios, o que comete cierta variedad de prevaricación.

El artículo contiene algunos de los tópicos de Cardeñosa contra los escépticos, a los que acusa de mantener contra Amorós un “acoso” que “se convierte en insultos, amenazas, extorsiones, difamaciones, agresiones verbales, violencia expresiva”

Niega que sean escépticos, los llama “bandas organizadas” y dice, en la típica maniobra “ad hominem” practicada por Bruno y colegas como Manuel Carballal, que son los mismos que “buscan involucrar al gobierno en el 11-M”

No comentaré estos arrebatos de Bruno, porque en el fondo son simpáticos a fuerza de ser evidentemente disparatados y porque Bruno, cuya tontería no da para tanto, se cuida de dar nombres o ejemplos concretos, sabiendo como sabe que no puede ni debe hacerlo. Menos aún me referiré a los exagerados e inexactos datos acerca de la historia de las Caras de Bélmez que Bruno aporta.

Tampoco quiero meterme en los mismos berenjenales jurídicos en que se mete de manera harto insensata Cardeñosa, entre otras cosas porque ya los comenta muy bien Yamato, que es licenciado en derecho y ejerce de abogado.

Pero hay algo que si quiero comentar. Bruno Cardeñosa hace una interpretación de lo que dice la sentencia que resulta muy sorprendente. Las causas de esa interpretación tan peculiar pueden ser la ausencia de capacidad comprensiva, o el evidente sesgo a favor de Amorós que padece Cardeñosa, que también explicaría el carácter furibundo del artículo que escribe si es que no se trata simplemente de una nueva manifestación del odio confesado por el mismo Cardeñosa hacia los escépticos. No sería extraño tal ataque en quien ha confesado que desea la muerte a los escépticos, ya que como el mismo reconoce, los mentirosos son merecedores de la pena de muerte. Eso si, no se sabe que la haya pedido jamás para algunos de sus colegas pillados en flagrante mentira. Uno no puede evitar sentir escalofríos cuando este espécimen se declara defensor de la democracia. (No deje pasar la oportunidad de leer sobre Bruno, sus odios, sus “miedos” y sus mentiras en esta y esta entradas de “El retorno de los charlatanes”)

Volviendo a la lectura que Cardeñosa hace de la sentencia, afirma que la jueza mantiene en su escrito que es lícito “insultar, vejar, menospreciar, acusar de delitos y maltratar verbalmente a una persona” y que la jueza lo justifica si esa persona “se expresa sobre un asunto polémico, en este caso sobre las caras de Bélmez.”

Bueno, cualquiera que lea la sentencia comprobara que eso es simplemente falso.

La jueza dice que el asunto de las caras de Bélmez es polémico, pero no lo usa para justificar ningún insulto y solo es parte de los razonamientos jurídicos que emplea para fundamentar su fallo.

Antes de ver esto, resulta oportuno explicar que algo es un insulto dependiendo del uso y el contexto general que se de a un determinado término. Así, llamar estafador a alguien es un insulto es determinadas circunstancias y no lo es en otras. Por ejemplo, si un juez condena por estafa a un delincuente, queda claro que llamar estafador a tal tipo no es insultarlo en modo alguno.

Bien, la jueza expresa en su razonamiento algo que resulta evidente para todo el mundo, o que puede resultárselo a partir del momento en que lo lee en la sentencia, pues allí aparece con total claridad. Puede verse en el apartado cuarto de los razonamientos jurídicos de la sentencia. Se trata del conflicto entre la protección de los derechos que Amorós denuncia vulnerados y el derecho a la libertad de información y libre expresión.

La jueza aporta algunas sentencias acerca de esta cuestión como precedentes y, especialmente, dos de ellas del Tribunal Constitucional (51/89 y 20/90) que dicen que en el caso de conflicto entre las libertades de expresión e información y otros derechos, los primeros gozan de posición preferente, citando así mismo el artículo 20 de la Constitución Española donde la institución de la opinión pública, indisolublemente ligada al concepto de pluralismo político, valor fundamental y requisito del funcionamiento de un estado democrático de derecho, tiene como garantías, precisamente, las libertades de información y expresión.

Puesto que es evidente que en este caso nos encontramos en un conflicto entre ambos derechos, la jueza tiene que resolver conforme a determinados criterios, que cita al final del apartado cuarto diciendo que en cuanto se refiere a la información, además de la consideración privada o pública y del grado de proyección pública regular de la persona implicada, se debe tener en cuenta que la información ofrecida sea “veraz”, la cual define sobre la base de otra sentencia del Tribunal Constitucional, exigiendo que la información haya sido debidamente contrastada.

Queda, entonces, a la jueza pasar a aplicar estos criterios, perfectamente legítimos y obviamente sensatos, sobre la base de lo presentado por una y otra parte.

Lo inicia en el apartado quinto de los fundamentos jurídicos de la sentencia respecto de lo que llama “primer núcleo atentatorio” contra los derechos del demandante. Se refiere a las informaciones de Cavanilles acerca de las actividades de la SEIP (Sociedad Española de Investigaciones Paranormales) presidida por Amorós. La jueza encuentra que todo lo publicado por el periodista respecto de ello ha sido debidamente contrastado. La jueza se refiere al asunto del registro legal de la SEIP y los cursos pretendidamente convalidados por una universidad británica. De la prueba practicada se deduce que ni la sociedad estaba inscrita (el propio Amorós presentó un certificado con una fecha posterior a la de la demanda) ni los cursos convalidados por universidad alguna, nacional o extranjera. Todo esto es más que suficiente para que la jueza concluya que, en lo que se refiere a ese “núcleo” de informaciones, no hay intromisión ilegítima en el honor, puesto que la información resulta veraz.

Cardeñosa, respecto a todo esto, asegura que “no tienen nada que ver con la demanda”, sin embargo es Amorós, como se detalla en la sentencia, quien aporta el certificado de inscripción de la sociedad en el Ministerio del Interior. De las barbaridades que dice Cardeñosa al respecto (“En términos comparativos es como condenar a alguien por asesinato porque aunque se ha demostrado que no asesinó, pero sí conoció a una persona que una vez cometió un robo”, entre otras lindezas), mejor no hablar.

El siguiente “núcleo” de informaciones, el objeto real de la demanda, dice Cardeñosa, se trata en el apartado sexto y es donde la jueza habla de “tema abierto” (y no polémico, aunque lo deja implícito con otras expresiones) y donde, en la sorprendente lectura de Cardeñosa, se “legitiman toda clase de insultos”. Apuntemos que la jueza dice que este siguiente es “en definitiva, el núcleo principal de este juicio”, para, nos atrevemos a suponer, tranquilidad de Cardeñosa.

Dice la jueza que el tema genera multitud de información desde hace años y, por tanto, cumple el requisito de proyección pública en suficiente grado. Dice que hay opiniones encontradas y que, por tanto, el deber de información no excluye la presentación de opiniones contradictorias con las del demandante. Por tanto, dice la jueza, no hay intromisión en el honor de nadie cuando se presentan ideas y pensamientos acerca de esta cuestión en la que resulta evidente que la posibilidad de engaño es real y se sigue de manera razonada- que no necesariamente cierta- de lo escrito. En cuanto los hechos recogidos en el artículo, todos ellos están debidamente contrastados, dice la jueza, y de la aplicación de los criterios antes referidos y bien sustentados en sentencias del Tribunal Constitucional y en la propia Constitución (prioridad de la libertad de expresión e información sobre cualquier otro derecho, debida diligencia del informador, etc.) se sigue que no hay vulneración del honor.

Respecto a lo correcto de la fundamentación jurídica de esta sentencia, no puedo pronunciarme, pues no estoy capacitado para ello. Pero me parece indudable que la sentencia no dice ni de lejos lo que Cardeñosa dice entender en ella. Y me parece que cualquier lectura serena y ponderada de la misma estará de acuerdo conmigo, se comparta o no el fallo.

Lo demás es una mera expresión de rabia hacia los críticos y la propia jueza en forma de acusaciones sin fundamento que vienen de quien, precisamente, dice pretender solo la preservación del honor de las personas.

jueves, septiembre 21, 2006

Tampoco hay caras en Marte.


Las últimas fotografías de la región marciana de Cydonia, tomadas por la Mars Expres de la ESA con una resolución de 13 metros y pico por pixel, arrebata más rasgos "faciales" al aspecto de la famosa formación.



Algunas fotografía de la región también dan un toque mortal a las supuestas ciudades, carreteras y pirámides observadas por algunos en las antiguas fotografías de la Viking 1 del 25 de julio de 1976.


El artículo de la ESA cita la literatura "más o menos seria" que generó la famosa imagen de la Viking acerca de civilizaciones desaparecidas etc.

"A pesar de todo el esto, la interpretación científica formal nunca ha cambiado: la cara sigue siendo un producto de la imaginación humana en una superficie duramente erosionada."

¿Desaparecerá la "Cara de Marte" del repertorio de los cuenta misterios?

Es dudoso. Muchos otros supuestos misterios quedaron pronta y largamente explicados sin que los misteriólogos se dieran por enterados.

lunes, septiembre 11, 2006

Por fin: ¿Qué es el escepticismo?

Resulta curioso como intentan algunos hacerse con el “título” de escéptico o de “verdadero escéptico” con tal de dotar de legitimidad cualquier charlatanería paranormalera y quitársela, al tiempo, a quien denuncia tal carácter para las mesas que levitan, los visitantes de “dimensiones paralelas” o cositas semejantes.

Parece comprensible que podamos creer que nuestra propia postura es razonable y que los que sostienen otra distinta nos sobrepasan por irracionales o no llegan por fanáticos. Todos creemos sostener ideas ciertas o razonables. Es decir, todos pensamos que somos racionales a la hora de sostener nuestras opiniones y creencias, incluso hay quien piensa que es racional sostenerlas en contra de toda evidencia, pero el querer hacerse con una denominación concreta, nada general como pueda ser “racional”, sino algo tan concreto como “escéptico” y huir de otras como “dogmático” es algo diferente. No se trata aquí de sostener que uno es, qué se yo, violento porque es algo que se debe ser, o que uno es antidemocrático porque la democracia es mala, o cosa parecida, sino de hacerse con ese calificativo y quitarlo a otros. Se trata de obtener un mero título, aún a costa de pervertir su significado, no de justificar la propia postura.

Sorprendente, quizá, pero no nuevo. Muchos regímenes políticos en cuyo seno no es posible la discrepancia o la mera expresión de la voluntad soberana se llaman a sí mismos “verdaderamente democráticos”. El recurso usado es redefinir el término excluyendo aquellos aspectos que no están presentes en sus sistemas políticos. En el Islam, no el fundamentalista, claro, pues estos no esconden nada, sino en el moderado, ocurre algo parecido con el término “feminismo”. Este “feminismo islámico” mantiene la discriminación en los derechos de herencia, la necesidad o idoneidad del velo femenino, la diferente función en el matrimonio, la poligamia, el derecho de tutela por parte del marido sobre la mujer, etc. Consigue amparo en el multiculturalismo y las expresiones de lo políticamente correcto, con su discurso postcolonial, pero esta es otra cuestión. El caso es que se dice que esta es una igualdad “diferente”, y, por supuesto, superior a la occidental.

Ambos ejemplos comparten con el caso de los falsos “verdaderos escépticos”, un aspecto evidente. Todos ellos pretenden ser acreedores del calificativo y acusan al estándar de falso, pareciendo que desean el término pero desprecian su significado, deseando alterarlo.

Pero en el ejemplo político y en el religioso parece claro que ese deseo de alterar el significado de esos términos nace de una hostilidad ideológica o religiosa hacia el verdadero, pretendiendo, a través de la adopción del término (verdadero demócrata o verdadero feminista) obtener visa de racionalidad, certeza o utilidad hacia sus ideas o creencias, demonizando el auténtico.

Sin embargo, en el caso de los amigos de lo paranormal, hay algo distinto. Se trata, creo yo, de un desconocimiento increíblemente ingenuo de qué significa ser escéptico. Los paranormaleros no creen necesario cambiar nada respecto del significado, no son hostiles a él, lo que ellos pretenden es que quienes se titulan “escépticos” no conocen o no practican el escepticismo estándar. Sin embargo, todo lo que pueden hacer si surge la cuestión es remitirse a la definición de un diccionario de la lengua. Y, por supuesto, tras oportuna búsqueda en Internet, nombrar a Pirrón.

Quines así actúan desconocen la evolución de ambos términos (escepticismo y dogmatismo) y la flexibilidad que poseen, sobre todo en la historia del pensamiento. En relación a esto, es corriente leer verdaderas barbaridades a la hora de hablar del “verdadero escepticismo”; autenticidad que se suele buscar en la antigüedad. Así, Pirrón es el candidato número uno a la hora de ganar el premio al “verdadero escéptico”. Es decir, como Pirrón fundó una escuela filosófica llamada “escéptica” hace nada menos que 24 siglos, este debe ser el “genuino, verdadero escéptico” y su doctrina el “verdadero escepticismo”. Como, además, es corriente leer la palabra “duda” unida al escepticismo pirrónico, se suele decir que el verdadero escepticismo es el que duda de lo establecido- o lo académico, lo “oficial” o cosa parecida- e investiga todo, por dudar de todo. Manuel Carballal, ejemplo señero de persona que niega a los “arpíos” el calificativo de escépticos y que cree merecerlo él mismo, escribía de manera ilustrativa sobre esta cuestión en el mensaje 3662 del 2 de enero de 2006 en la lista de correo de Yahoo, “salsarosa paranormal”, hoy desaparecida:

“Y otra cosa, escepticismo (aunque algunos
sinverguenzas se apropien de este termino, igual que
otros sinverguenzas se apropian del termino chaman,
investigador, periodista, etc) es solo una corriente
filosofica, fundada por Pirrón, que proclama la duda
como metodo de conocimiento.” (Ortografía original)

Este texto ilustra esos aspectos que comentaba:

El escepticismo es “solo” una corriente filosófica. (Y fuera de la Filosofía, por tanto, no hay escepticismo que valga) Una y nada más, inamovible, exclusiva. Todos los escépticos posteriores son “falsos” escépticos. Todo uso del término queda así relegado a usos figurados, todo lo más. Además, la duda pirrónica es la base de un método de conocimiento.

¿Problemas? Varios. Para empezar, hay escépticos anteriores a Pirrón y los hay posteriores. El término no es como una denominación de origen, sino que tiene un significado etimológico anterior en virtud del cual se le aplica a Pirrón y su doctrina y…a todos los que puedan ajustarse al mismo independientemente de cual sea esa doctrina concreta, o incluso a meras actitudes generales. Basta con que contenga elementos ajustados al significado del término.

El principal problema, no obstante, es que la doctrina de Pirrón no hacía de la duda ningún método de conocimiento. Al contrario, sus dudas atacaban toda pretensión de conocer cualquier aspecto del mundo. Lejos de ser un método de conocimiento, es una renuncia expresa a él. Para Pirrón no hay que investigar nada, es una pérdida de tiempo y fuente de infelicidad. El pensamiento de Pirrón se dirige al terreno moral y su máxima preocupación es alcanzar la felicidad. Para Pirrón solo puede conseguirse suspendiendo el juicio, pues ninguna opinión es verdadera y la felicidad procede de no sostener ninguna opinión, absolutamente ninguna. De hecho, Pirrón jamás escribió una sola palabra sobre ninguna cuestión. ¿Qué diría Pirrón sobre la existencia de OVNIs o su naturaleza? Que ni él ni nadie sabe ni puede saber y que no le interesa en absoluto y que todo el que se preocupe por una cuestión como esa, máxime si la “investiga”, no es un verdadero sabio y será infeliz.

¿Es Carballal un “auténtico escéptico”? ¿Lo son los audaces “investigadores” de kilométrica “búsqueda”?

¿Entonces, qué son? ¿Y, qué somos los actuales escépticos?

¿Se sorprendería el audaz investigador si le dijera que él es un “dogmático? ¿Se sentiría ofendido? Casi seguro, suele ocurrir con este término lo mismo que con “escéptico”, es muy desconocido en sus varias acepciones en relación con el problema del conocimiento. Pero el significado filosófico corriente de dogmático es el de que no existe un problema del conocimiento. En general, confía en la posibilidad absoluta de conocer, de encontrar la verdad.

Tomados en el sentido pirrónico, pocos escépticos “verdaderos” existen, y abundan los dogmáticos, de ahí que se investigue. Desde luego, creo que la mayoría somos dogmáticos en el sentido de creer que la búsqueda vale la pena, puede ser fructífera y puede ser ella misma fuente de felicidad.

Pero si bien hoy en día nadie es escéptico en el sentido pirrónico, nadie es tampoco un dogmático pleno. Pues nadie se plantea hoy en día la ausencia de un problema del conocimiento y toda reflexión epistemológica aborda tal cuestión como punto de partida.

Pero si no es el antiguo pirronismo el que se corresponde con el escepticismo actual, tampoco el practicado en el renacimiento, que dio lugar a una curiosa situación:

Para atacar el dogmatismo católico, los protestantes tomaron posturas dogmáticas, mientras que los católicos, para defender sus dogmas, adoptaron posiciones escépticas.

Lutero atacaba el criterio de verdad de la Iglesia Católica, y se vio enfrentado a algunos pensadores que defendían a esta. Es el caso de Erasmo de Rótterdam, del cual es conocida su aversión hacia las discusiones teológicas racionales. Para permanecer dentro de la fe, Erasmo propuso una defensa escéptica de la fe católica, basada en dogmas, y así, escribió en su “Elogio de la locura” que:

"Los asuntos humanos son tan oscuros y variados que nada puede conocerse claramente. Esta fue la sana conclusión de los académicos (los escépticos académicos), que eran los menos ariscos de los filósofos"

Erasmo aceptaba que no podía determinar qué era cierto en materia de religión, y que esa tarea correspondía a La Iglesia.

Lutero, que rechazaba los dogmas católicos y defendía el uso de la razón para encontrar la verdad religiosa, tuvo que adoptar posturas dogmáticas y rechazar todo escepticismo; en “De Servo Arbitrio” Lutero dice que el cristianismo es anti escéptico y que requiere la afirmación de ciertas verdades.

Más tarde, Montaigne tuvo que hacer lo mismo que Erasmo, llegando a reivindicar el pirronismo más férreo para defender el dogma católico por medio del fideísmo. Y su discípulo, Pierre Charrón, hizo lo mismo para atacar a los ateos. Escépticos dogmáticos, curioso.

Tampoco es Descartes el antecedente del moderno escepticismo. Ni la duda de Descartes lleva al mismo territorio que la de Pirrón. ¿Recuerdan aquella frase de Carballal acerca de lo que era “el verdadero escepticismo”, la “duda metódica”? Esa confusión es muy corriente. Pero resulta que Descartes no es escéptico, antes al contrario. Descartes acepta los argumentos pirrónicos para alcanzar, al contrario que aquél, una seguridad total y absoluta. Es equivocada la creencia de que la base del método cartesiano es la duda, su base es el “cogito ergo sum”, algo de lo que no puede dudarse, la base segura de todo argumento, un obstáculo tras el cual no es posible la duda un dogma, después de todo. El uso del “verdadero escepticismo”, según Descartes, llevaba a su aniquilación.

El moderno escepticismo, aquél que los paranormaleros rechazan, nace de David Hume.

Hume veía el escepticismo como una actitud moderadora de la especulación. Consideraba que en lo referente a lo que escapa a nuestra experiencia y nuestros sentidos, el escepticismo debe ser total. Nada no es accesible de ese “mundo”. Sin embargo, respecto del mundo de nuestra experiencia, de lo sensible, Hume recomendaba un escepticismo moderado, un reconocimiento de nuestros límites para conocer y de la posibilidad de error incluso en aquello que podemos conocer.

Hume reconocía, pues, la posibilidad de un conocimiento del mundo, pues el escepticismo pirrónico era, en opinión de Hume, imposible de llevar a la práctica y conducía, directamente, al absurdo y la inactividad. Las razones del escepticismo riguroso, decía Hume, “se desvanecen como el humo” al enfrentar la realidad. Uno sabía que comer quitaba el hambre, y que sin alimento, alguien muere.

Traza Hume los límites de su escepticismo y define que debe ser este al distinguir entre un escepticismo “antecedente” y otro “consecuente”.

El primero, el de Descartes, lo considera inútil a la hora de conseguir convicción para cualquier argumento, pues la duda Universal y la veracidad divina no prueba nada, después de todo, o probaría que los sentidos no nos engañan nunca, algo claramente falso.

El escepticismo consecuente sería el aplicable a la investigación o a los conocimientos adquiridos. Recomienda cautela y rigor metodológico, limpieza de prejuicios e imparcialidad.

Hume estableció, al proporcionar un golpe al orgullo de los “constructores de sistemas que lo explican todo” el modo en que debían rechazarse las especulaciones metafísicas sobre una base lógica.

Con la Ciencia y la reflexión sobre sus límites, se alcanza un nuevo escepticismo, el actual.

Mario Bunge, físico y filósofo de la Ciencia y miembro de organizaciones escépticas como CSICOP o ARP, es quien se ha referido a esta cuestión de manera explícita.

Dice Bunge que el escepticismo científico es parcial y metodológico, no total y sistemático.

Toda duda será parcial, no total. Una idea científica se evalúa respecto del cuerpo general de conocimientos, un teorema matemático a la luz de sus premisas y de las leyes lógicas; una teoría física según su coherencia lógica y pulcritud matemática, así como según su armonía con otras teorías físicas y su correspondencia con los datos empíricos pertinentes, y una teoría química según las teorías físicas que presupone y según se ajuste o no a otras teorías y a los datos experimentales pertinentes.

Es decir, no es posible cuestionarlo todo al mismo tiempo, se pone en duda una proposición, nunca el valor de la investigación científica ni la Ciencia íntegra.

El investigador no es crédulo, no cree lo primero que se le ocurre o le proponen, sino que examina. El escepticismo no es, además, meramente crítico y dubitativo, la crítica es un medio para alcanzar un conocimiento, pero el escepticismo es constructivo: rechaza o acepta proposiciones mediante su enfrentamiento con otros conocimientos y su análisis lógico.

Como escribe José Manuel San Baldomero Ucar, analizando a Bunge:

“Los escépticos metodológicos o científicos ni son crédulos, ni tampoco dudan de todo al mismo tiempo. Creen lo demostrado, ponen en duda o en suspenso lo que aún no ha sido probado, y rechazan cuanto no armonice con el grueso del conocimiento científico. Su escepticismo no es un escepticismo total y desesperado, sino parcial y esperanzado: con principios y fe en la capacidad del ser humano de avanzar en el conocimiento de la realidad. Una fe crítica y no ciega. Sin creer en supercherías, sino en teoremas bien demostrados, experimentos bien diseñados, y teorías bien confirmadas, así como en axiomas coherentes y fértiles. La pseudociencia y la pseudotécnica constituyen para Bunge la versión moderna del pensamiento mágico. Hay que criticarlas no sólo para limpiar los cerebros de basura intelectual, sino también para evitar que sus explotadores limpien los bolsillos a los crédulos.”

lunes, septiembre 04, 2006

El lio de los planetas.

Acabo de terminar mis vacaciones. Hoy es el primer día en casa de vuelta del campo. Me siento obligado a escribir algo y, por otro lado, siento cierta pereza. Así, me limitaré a copiar algo que escribí hace un par de años y que puede venir a cuento de la "movida" científica del verano, la de Plutón, la nueva definición de "planeta" y los que componen el Sistema Solar.

Con ello celebro el reencuentro con esta bitácora y el trabajo.

20/05/2004

8 ú 11.¿Cuantos planetas hay en el sistema solar?

Si el descubrimiento de Quaoar ya desencadenó la tormenta de la estructura del Sistema Solar entre la IUA IUA (Unión Astronómica Internacional) y un número cada vez mayor de astrónomos y científicos planetarios, el de Sedna amenaza rayos y centellas.

En este momento, y a la espera de una decisión de la IUA acerca del estatuto definitivo de los dos últimos objetos descubiertos, la estructura del Sistema Solar es esta: 9 planetas, un cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter y otro entre las de Saturno y Urano, este último heredero del antiguo “objeto extraño” Quirón.

El principal motivo de desacuerdo entre la IUA y aquel grupo de científicos es el estatuto de Plutón. En el mejor de los casos, para los “disidentes”, Plutón es un planeta doble, junto al oficialmente considerado su satélite Caronte. La mayor relación de masas que existía entre un planeta y sus lunas era la de la Tierra-Luna (aproximadamente 1 a 80. Harían falta 80 Lunas para formar un planeta Tierra). Para el resto de los planetas, la totalidad de las masas de sus lunas no alcanzan ni la milésima parte de su masa. Al descubrir Caronte y determinar su masa se encontró la extraordinaria relación de 1 a 10 (harían falta 10 Caronte para formar un Plutón). Esta circunstancia comenzó a fraguar la condición de planeta doble para el conjunto Plutón-Caronte.

Pero estos científicos cuestionan el carácter de planeta de ambos cuerpos. Los argumentos principales para ello son que la órbita de Plutón es muy inclinada, lo cual parece ir en contra de que Plutón se formara en el mismo proceso que el resto del sistema y a favor de ser una “captura gravitatoria” de un asteroide, por parte del Sol, que la composición de Plutón se asemeja mucho a los cuerpos helados encontrados en el Cinturón Kuiper-Edgeworth y que el desplazamiento de Plutón se encuentra en resonancia con el planeta Neptuno. Esto quiere decir que se encuentra afectado por la influencia gravitatoria del planeta. De repente, se empezó a hablar de Plutón y Caronte como de Objetos Transneptunianos o de Objetos del Cinturón Kuiper. Sin embargo, la IUA sigue asignando a Plutón el estatuto de planeta.

Sedna y Quaoar tienen un tamaño importante y según parece su composición es bastante similar a la de Plutón. La IUA se refiere a ellos como objetos planetoides. ¿Decidirá la IUA que el Sistema Solar tiene 8 planetas, despojando a Plutón de su condición actual, o serán 11 los planetas reconocidos?
En cualquier caso, el problema puede agravarse, nuevos telescopios, dotados de nuevas tecnologías y mayor tamaño, anuncian la posibilidad de nuevos descubrimientos, algo a lo que ya dedican sus esfuerzos numerosos grupos de trabajo.