sábado, octubre 16, 2010

Ajuste Fino

Comentamos el argumento teleológico, en su versión ajuste fino, tal y como es expuesto en un artículo procedente del blog "Lógica Teísta":


Primero, cuando las leyes de la naturaleza se expresan como ecuaciones matemáticas, contienen ciertas constantes, tales como la constante gravitatoria. Los valores matemáticos de estas constantes no son determinados por las leyes de la naturaleza. Segundo, hay ciertas cantidades arbitrarias que son sólo parte de las condiciones iniciales del universo, por ejemplo, la cantidad de entropía presente en el universo.


Estas constantes y condiciones caen en un rango extremadamente estrecho de valores que posibilitan la vida. Si cualquiera de estas constantes o condiciones iniciales fuera alterado por menos que el ancho de un cabello, el equilibrio que hace posible la vida se destruiría, y la vida no existiría.


Tras rechazar que el valor de esas cantidades y constantes se puedan deber al azar o a una necesidad física, el autor concluye que solo el diseño puede explicar tales valores.


Un tipo recibe una nota en la que se le dice que el remitente es capaz de leerle la mente y, para demostrarlo, le pide que piense un número entre el 1 y el 1000. Cuando lo haya hecho debe abrir la nota adjunta y comprobar que ha adivinado el número que iba a pensar antes de que este lo pensara. Efectivamente, nuestro hombre comprueba muy sorprendido que el número escrito coincide con el que pensó. ¿Cómo es posible si no es que el remitente tiene acceso a su mente? ( Si desea más información acerca de sí mismo o su futuro, debe enviar una cantidad de dinero a determinada dirección.)

Un simple truco. Consiste en mandar una gran cantidad de cartas con el mismo número a una gran cantidad de personas. La mera probabilidad hace el resto: una determinada cantidad de personas, que depende de las cartas mandadas, comprobará que el mensaje coincide con el número que pensó.

El que el efecto sea sorprendente proviene del hecho de que cada persona que recibe el mensaje cree que está exclusivamente redactado para él. Pero no es así: no había objetivo alguno fijado de antemano.

Algo parecido ocurre con el “argumento” del ajuste fino: muchas personas tienden a pensar que el objetivo último del Universo era su propia aparición, dentro de la especie humana, en el planeta Tierra. Si esto fuera así, resultaría sorprendente, desde luego. Si el objetivo fuera la aparición de la vida, un objetivo más modesto, los ajustes necesarios no pueden ser casuales. Pero se está razonando en el sentido equivocado. Se debería demostrar primero que el Universo está encaminado a la aparición del ser humano o de la misma vida en el planeta Tierra; si no es así, todo es un simple truco.

Una persona reflexiona acerca de las circunstancias que han hecho posible que él, precisamente él, llegara a nacer. Sus padres se conocieron en circunstancias muy precisas que dependen de una coincidencia en un lugar determinado que depende de unos segundos. Solo que uno hubiera llegado 10 segundos después y no se hubieran conocido jamás. Sus propios abuelos, ambos emigrantes, eligieron el mismo día para embarcarse en el tren que los llevaría a ciudades distintas del trayecto. Al conocerse, se enamoraron y ambos decidieron bajar en la misma ciudad. Si alguno de ellos hubiera elegido un tren distinto, un vagón distinto o incluso un asiento diferente al elegido, él nunca hubiera nacido. Y eso solo teniendo en cuenta dos generaciones y unas pocas circunstancias entre el enorme número de las que influyeron en que, finalmente, llegara a nacer.

¿Puede concluir de ello que existe un plan cuidadosamente diseñado y ejecutado para su aparición? Obviamente, no. Por muy curiosas que le parezcan las circunstancias, en todo suceso se dan circunstancias cualesquiera, las que sean. Simplemente, el resultado hubiera sido distinto y ese “resultado” quizá se mostraría igualmente sorprendido de la cadena increíble de circunstancias que dieron lugar a su aparición. O simplemente, no habría nacido nadie.

El Universo, por el simple hecho de existir, tiene que tener una serie de valores, de constantes. No puede algo existir sin tener unas características propias.

Ordenamos un mazo de 54 cartas y la combinación que resulta- el orden en que aparecen las cartas- tenía una probabilidad ridículamente pequeña de aparecer. ¿Sorprendente? De ningún modo. Alguna combinación debe salir. Si esta no está fijada de antemano, ¿a qué viene la sorpresa de que aparezca una cuando es necesario que así sea?

Del mismo modo que la combinación de cartas tiene un orden necesariamente, el Universo tiene que tener unas características, las que sean, necesariamente. Y de ellas se derivan unas consecuencias, las que sean. El resultado de las mismas no puede concluir que, ya que estas dieron como resultado su propia existencia, debe existir un diseño intencionado en ello.

De hecho, está asumiendo, precisamente, lo que quiere demostrar. El razonamiento del ajuste fino ya presupone que algo -o alguien- se proponía el resultado final. Lo único que dice es que el ya asumido diseño fue exitoso.

¿Argumento? Un simple truco.