martes, abril 15, 2008

Manuel Carballal:investiga que algo queda.

Si hay un ámbito en el que no se sufre un déficit de investigadores, este es, sin duda, el de lo paranormal. En realidad, puede que el “sufrimiento” venga por exceso. Se dice que la cantidad va con frecuencia en detrimento de la calidad.

La clara percepción de esto se encuentra, en alguna medida, detrás de iniciativas como “Paraciencia con Ciencia”, de la que ya hemos hablado aquí.

Con la misma claridad, aunque de manera mucho más contundente, se ha popularizado el término “himbestigador” entre los escépticos como manera de ilustrar el problema.

En el campo creyente, y a pesar de iniciativas como la nombrada y de la presencia constante de referencias a la cuestión de que cualquiera pueda autonombrarse investigador, el problema persiste, si es que no aumenta.

Y es que es un hábito muy arraigado. Incluso entre aquellos del ámbito creyente que se consideran críticos con esta situación, la tendencia a considerar como investigador a cualquiera que pase de ser un mero lector de libros y revistas, es muy fuerte. Un ejemplo de esa tendencia en estos supuestos críticos lo ofrece Manuel Carballal en su artículo “La pasión de investigar”, publicado en la bitácora “EL OJO CRÍTICO” el 12 de septiembre de 2007.

El escrito constituye una alabanza de la investigación a la que convierte en una pasión determinada por nuestra naturaleza a la que no se debe poner límite metodológico.

Cualquiera puede investigar sobre cualquier cosa, es más, debe hacerlo, sin importar método, medios, conocimientos.

Carballal pretende apoyarse para ello en dos acepciones del término investigar que ofrece el diccionario de la R.A.E. Estas:




investigar.

(Del lat. investigāre).

1. tr. Hacer diligencias para descubrir algo.

2. tr. Realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia.


Tras la definición, que abre el artículo, Carballal añade:




Pero la Real Academia no acota esas materias, no invalida sistemas, no limita estrategias. Porque investigar, aprender, buscar conocimiento, es una necesidad innata del ser humano. Pensamos, y por lo tanto sentimos curiosidad, por ello buscamos respuestas a las preguntas que nos hacemos todos, en todo el mundo, desde siempre.

Por eso debemos investigar, siempre, todo y sin cesar…


Pero yerra el señor Carballal, a mí entender. La primera acepción no es pertinente, pues no es específica de la búsqueda de conocimiento, como no lo es la tercera, que Carballal no copia y que dice:




  1. tr. Aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente. Se investigó a dos comisarios de Policía.

Es la segunda la que se refiere de manera concreta a la búsqueda de conocimiento, a la labor de investigación tal y cómo en general se entiende. Y en ella encontramos que las actividades intelectuales y experimentales, para constituir investigación, han de ser sistemáticas. Y esto implica que se utilice un sistema, un conjunto de reglas y métodos ordenados que nos llevan a nuestro objetivo.

No investiga quien no se ajusta a un sistema. El diccionario de la lengua no puede ni debe entrar en análisis acerca de cuál sea el sistema apropiado a cada investigación, no es su función y es, por tanto, irrelevante que “limite estrategias” o “invalide sistemas” Reconoce que se precisan, aunque no las identifique.

Carballal propone varios ejemplos de misterios a investigar:




¿Existe alguna forma de vida tras la muerte o nuestros recuerdos y vivencias desaparecen? ¿Somos la única forma de vida inteligente del universo? ¿Conocemos todo el potencial de la mente humana? ¿Qué hay de cierto en las leyendas y mitos de la tradición? ¿Cómo eran realmente las civilizaciones perdidas? ¿Cuáles son los secretos de los hechiceros, chamanes y médicos tradicionales? ¿Conocemos todas las formas de vida que habitan el planeta?

¿De verdad piensa el autor que en estos temas puede prescindirse de los métodos existentes y refinados a través de siglos de epistemología o que puede improvisarse uno a los medios y gustos de cada cual que se interese por ellos? Eso parece indicar lo siguiente:




Y, cuidado, no importa como lo hagamos. Solo importa que lo intentemos. Porque son muchas las formas que existen de enriquecer nuestra mente mientras buscamos respuestas al misterio.

Carballal recomienda al aspirante a investigador que, “si puedes, viaja” “Y cuanto más lejos, mejor”. Pero la “investigación”, la convierte en excusa: “No importa que busques “el monstruo del lago Ness” o cualquier otra cosa ni importa que descifres el enigma que te llevó allí. Viaja que verás mundo, parece decir. Lo cual, admito, es cierto siempre y cuando la investigación no sea el motor principal de la búsqueda o de igual lo que acabes averiguando. De hecho:




Incluso aunque regresemos a casa sin saber quien construyó las pirámides, como se contorsionan los yoguis o quién hace los círculos de Inglaterra. Mientras buscamos esas respuestas habremos aprendido otras muchas cosas maravillosas. Y quizás más importantes.

Se comprende que los sistemas de búsqueda sean lo de menos para Carballal.

Más adelante dice q ue, después de todo, no hace falta viajar. Casi mejor:




A solo unas horas, quizás unos kilómetros, de nuestra propia casa, existe un lugar, o una persona, que puede enseñarnos algo más sobre eso que llamamos el misterio. Y sin necesidad de soportar traductores, mosquitos, aduanas, ni dietas excéntricas.

Y también, al parecer, hay cosas que aprender cerca de casa, aunque solo sea saber qué es el misterio:




Además, lo mejor del trabajo de campo es que, en muchas ocasiones, la expresión de una mirada, el quiebro en la voz, o el temblor en las manos de un testigo de lo paranormal, nos ayudaran mucho más que cualquier ensayo científico, a comprender la esencia del misterio.

Y además, añado, a diferencia de los quiebros de voz, los ensayos científicos si “limitan estrategias”. ¿Verdad?

Y, descubrimos, tampoco es que haga falta transportarse ni cerca de casa ni a países lejanos:




Pero también existen quienes no pueden (por razones de salud o económicas), o no necesitan viajar para buscar respuestas a sus preguntas. Y de la misma forma en que el magnífico Poirot de Agatha Christie, o cualquier perfilador del FBI del mundo real, no necesita examinar fisicamente la escena del crimen para buscar al culpable, algunos investigadores prefieren eludir la contaminación emocional, o simplemente prescindir del factor humano, para realizar sus análisis. Opinan, como el admirable Gil Grissom, que “los testigos mienten pero las pruebas no”, y por eso eligen las estadísticas, los archivos o los fríos laboratorios, para realizar sus estudios. O simplemente no tienen tiempo o dinero para investigar de otra manera. Y en estos casos la red informática, la biblioteca o la hemeroteca sustituyen a la cámara de fotos y la grabadora.

Sorprende- es decir, a mí me sorprende- que lo que antes constituía lo mejor del trabajo, el quiebro de la voz o el temblar de manos, sea ahora “contaminación emocional” Este párrafo incide claramente en la poca o nula necesidad de sistema. Lo mismo puede uno quedarse en casa para evitar la “contaminación” que porque no tenga tiempo o dinero. Uno, en su ingenuidad, pensaba que de existir limitaciones a la capacidad de investigar del tipo que sean- falta de tiempo o dinero, o de conocimientos previos, por decir algo- se hace aconsejable dejar la actividad a quienes si pueden hacerlo, más que nada por la responsabilidad antes los demás que nace de lo que uno afirma haber “descubierto” y dedicarse, por ejemplo, a viajar a exóticos países, conocer rincones y paisanos de nuestra geografía o visitar bibliotecas y hemerotecas en busca de aprendizaje. Y no se necesita la excusa de la investigación misteriosa, digo yo.

Si casi se diría que es lo mismo que piensa Carballal:




Y lo más fantástico de todo es que, si fracasamos en ese esfuerzo, tampoco importa. Porque aunque jamás consigamos demostrar empíricamente si existe o no vida tras la muerte, o en otros puntos del universo, etc, la visita a países y culturas lejanas; la interrelación con quienes se consideran testigos de lo inexplicado; y la consulta constante a bibliografía histórica, científica y humanística, para buscar explicaciones a los supuestamente anómalo, nos enseñara tantas cosas, que una vez más lo importante no será llegar a nuestra meta, sino el camino que recorremos mientras lo intentamos. Puede que haya otros mundos, pero en principio, están en este.

Pero solo casi:




Por todo eso, investiga. Donde sea, como sea , lo que sea.

Mi impresión es que, a lo que toda la vida se le ha llamado “aprender”, lo quieren llamar “investigar”. De ahí que abunden los “himbestigadores"