sábado, octubre 16, 2010

Ajuste Fino

Comentamos el argumento teleológico, en su versión ajuste fino, tal y como es expuesto en un artículo procedente del blog "Lógica Teísta":


Primero, cuando las leyes de la naturaleza se expresan como ecuaciones matemáticas, contienen ciertas constantes, tales como la constante gravitatoria. Los valores matemáticos de estas constantes no son determinados por las leyes de la naturaleza. Segundo, hay ciertas cantidades arbitrarias que son sólo parte de las condiciones iniciales del universo, por ejemplo, la cantidad de entropía presente en el universo.


Estas constantes y condiciones caen en un rango extremadamente estrecho de valores que posibilitan la vida. Si cualquiera de estas constantes o condiciones iniciales fuera alterado por menos que el ancho de un cabello, el equilibrio que hace posible la vida se destruiría, y la vida no existiría.


Tras rechazar que el valor de esas cantidades y constantes se puedan deber al azar o a una necesidad física, el autor concluye que solo el diseño puede explicar tales valores.


Un tipo recibe una nota en la que se le dice que el remitente es capaz de leerle la mente y, para demostrarlo, le pide que piense un número entre el 1 y el 1000. Cuando lo haya hecho debe abrir la nota adjunta y comprobar que ha adivinado el número que iba a pensar antes de que este lo pensara. Efectivamente, nuestro hombre comprueba muy sorprendido que el número escrito coincide con el que pensó. ¿Cómo es posible si no es que el remitente tiene acceso a su mente? ( Si desea más información acerca de sí mismo o su futuro, debe enviar una cantidad de dinero a determinada dirección.)

Un simple truco. Consiste en mandar una gran cantidad de cartas con el mismo número a una gran cantidad de personas. La mera probabilidad hace el resto: una determinada cantidad de personas, que depende de las cartas mandadas, comprobará que el mensaje coincide con el número que pensó.

El que el efecto sea sorprendente proviene del hecho de que cada persona que recibe el mensaje cree que está exclusivamente redactado para él. Pero no es así: no había objetivo alguno fijado de antemano.

Algo parecido ocurre con el “argumento” del ajuste fino: muchas personas tienden a pensar que el objetivo último del Universo era su propia aparición, dentro de la especie humana, en el planeta Tierra. Si esto fuera así, resultaría sorprendente, desde luego. Si el objetivo fuera la aparición de la vida, un objetivo más modesto, los ajustes necesarios no pueden ser casuales. Pero se está razonando en el sentido equivocado. Se debería demostrar primero que el Universo está encaminado a la aparición del ser humano o de la misma vida en el planeta Tierra; si no es así, todo es un simple truco.

Una persona reflexiona acerca de las circunstancias que han hecho posible que él, precisamente él, llegara a nacer. Sus padres se conocieron en circunstancias muy precisas que dependen de una coincidencia en un lugar determinado que depende de unos segundos. Solo que uno hubiera llegado 10 segundos después y no se hubieran conocido jamás. Sus propios abuelos, ambos emigrantes, eligieron el mismo día para embarcarse en el tren que los llevaría a ciudades distintas del trayecto. Al conocerse, se enamoraron y ambos decidieron bajar en la misma ciudad. Si alguno de ellos hubiera elegido un tren distinto, un vagón distinto o incluso un asiento diferente al elegido, él nunca hubiera nacido. Y eso solo teniendo en cuenta dos generaciones y unas pocas circunstancias entre el enorme número de las que influyeron en que, finalmente, llegara a nacer.

¿Puede concluir de ello que existe un plan cuidadosamente diseñado y ejecutado para su aparición? Obviamente, no. Por muy curiosas que le parezcan las circunstancias, en todo suceso se dan circunstancias cualesquiera, las que sean. Simplemente, el resultado hubiera sido distinto y ese “resultado” quizá se mostraría igualmente sorprendido de la cadena increíble de circunstancias que dieron lugar a su aparición. O simplemente, no habría nacido nadie.

El Universo, por el simple hecho de existir, tiene que tener una serie de valores, de constantes. No puede algo existir sin tener unas características propias.

Ordenamos un mazo de 54 cartas y la combinación que resulta- el orden en que aparecen las cartas- tenía una probabilidad ridículamente pequeña de aparecer. ¿Sorprendente? De ningún modo. Alguna combinación debe salir. Si esta no está fijada de antemano, ¿a qué viene la sorpresa de que aparezca una cuando es necesario que así sea?

Del mismo modo que la combinación de cartas tiene un orden necesariamente, el Universo tiene que tener unas características, las que sean, necesariamente. Y de ellas se derivan unas consecuencias, las que sean. El resultado de las mismas no puede concluir que, ya que estas dieron como resultado su propia existencia, debe existir un diseño intencionado en ello.

De hecho, está asumiendo, precisamente, lo que quiere demostrar. El razonamiento del ajuste fino ya presupone que algo -o alguien- se proponía el resultado final. Lo único que dice es que el ya asumido diseño fue exitoso.

¿Argumento? Un simple truco.

jueves, agosto 27, 2009

Diferencias genéticas

Este mes de agosto he podido, como otros millones de personas más, contemplar a Usain Bolt batir el record de velocidad en las pruebas atléticas de 100 y 200 metros lisos durante los campeonatos mundiales de atletismo. La admiración por su gesta suele provocar comentarios de todo tipo y, entre los amigos que contemplamos el evento deportivo juntos, surgió uno bastante tópico acerca de la superior capacidad de las personas negras para esa especialidad deportiva, entre otras.


 

Una cosa llevó a otra y al final surgió el debate sobre la inteligencia y su supuesta presencia desigual entre las diferentes razas. La discusión no fue a más por varias razones. Somos amigos y no quisimos llevar demasiado lejos la cuestión por temor a la aparición de incómodas acusaciones, el deporte seguía en televisión, el granizado de mojito cubano requería cierta atención que en esos momentos nos parecía preferencial, etc. Aún así hubo tiempo para que todos, si bien quizá no por turno, expusiéramos algunos argumentos y rebatiéramos los de otros.


 

Algo después, en un aparte mientras vigilábamos la carne en la barbacoa, uno de mis amigos me dijo que no acababa de entender mi posición. Fue incapaz de determinar por mis palabras si yo tenía la opinión de que existían diferencias raciales respecto de la inteligencia o no. Le contesté que eso probablemente se debiera a que yo creía en la existencia de esas diferencias pero no en la existencia de las razas. Mi amigo, tras contemplar mi vaso y el suyo, dejó correr la cosa y cambió rápidamente de tema, supongo que en nombre de nuestra amistad.


 

Aclaro aquí y ahora a Juan lo que quería decir.


 

No creo en la existencia de las razas humanas. No es una mera creencia o una opinión mía, ni tengo la formación académica para determinar algo así por mí mismo. Sigo la opinión mayoritaria en la Biología y la Antropología actuales. Desde 1905, el término "raza" fue eliminado como valor taxonómico, aunque tiene aplicaciones en algunas especies, como los perros. Su valor era el de sub-especie. Actualmente se habla de "poblaciones" o de "etnias". Esto no supone la ignorancia de la diversidad genética humana. Disciplinas como la Genética de Poblaciones o la Antropología Genética se dedican a su estudio, precisamente. Pero no resulta posible realizar una separación en razas al modo de los animales domésticos debido, principalmente, al flujo genético humano entre poblaciones. Se estima que dos personas difieren entre sí (sin tener en cuenta su origen) en un par de bases de su ADN de cada mil, mientras que, por ejemplo, en el chimpancé ocurre justo con un valor del doble.


 

Sin embargo, como decimos, existen variaciones genéticas. La distribución del grupo sanguíneo, el factor RH, la pigmentación de la piel y otros polimorfismos así como la concentración poblacional de genes como el de las células falciformes y otros muestran la posibilidad de que, con el tiempo necesario y el debido aislamiento genético, hubieran podido darse razas humanas e incluso especies diversas.


 

Aunque esto no ha ocurrido ni parece ya posible ocurrir en nuestra llamada "aldea global", si se dan concentraciones de variaciones genéticas específicas en algunas poblaciones. Sobre todo en aquellas que se han mantenido más tiempo en un relativo aislamiento. (Relativo, también, debido a la reciente historia de la especie humana y su dispersión, hablando en tiempos evolutivos)


 

El mecanismo es sencillo. La vieja historia de la Selección Natural. Las células falciformes, por ejemplo, proporcionan una resistencia a enfermedades como la malaria o el paludismo. La simple supervivencia diferencial de sus portadores explica su mayor presencia en determinadas poblaciones donde esas enfermedades están presentes. Esas personas, trasladadas a otro entorno, perderán la frecuencia de la presencia de ese rasgo puesto que, además, causa una enfermedad genética de menor gravedad que aquellas contra las que presenta resistencia. El flujo genético haría el resto.


 

¿Y qué ocurre con la inteligencia?


 

A pesar de la dificultad de proporcionar una definición universal, o de medirla, no cabe duda de que existe una característica a la que solemos llamar inteligencia. También parece indudable que, por alta que sea la influencia del ambiente o la cultura en su desarrollo, posee un trascendente aspecto genético original. Desde esa perspectiva, las diferencias mayores se dan entre individuos, sea cual sea su origen, que entre poblaciones o etnias. La diferencia entre dos hermanos, por ejemplo, suele ser advertida por mera observación.


 

Bien, unamos lo dicho sobre poblaciones a la cuestión de la inteligencia.


 

El biólogo Jared Diamond en su premiado estudio "Armas, gérmenes y acero" no deja de insistir en todo momento en la insignificancia de las explicaciones biológicas para las diferencias históricas que llevaron, por ejemplo, al hecho de que el bronce apareciera tempranamente en zonas de Oriente Medio y muy tarde en zonas de Mesoamérica o jamás en Oceanía. Para ello cita el hecho para él indudable de que la media de inteligencia de los aborígenes de Papúa Nueva Guinea, país en el que vive y trabaja durante amplias temporadas desde hace años, es superior a la europea o estadounidense actual. Y sin embargo el atraso tecnológico de los habitantes de aquellas tierras respecto de los segundos era abismal en el momento del contacto.


 

Si quieren conocer la explicación de Diamond les aconsejo leer el libro. El caso es que el mecanismo que justifica esa apreciación de Diamond acerca de la superior inteligencia de la población de Papúa es la ya citada. En las poblaciones dotadas de avanzados sistemas jurídicos, de seguridad y de gobiernos centrales las probabilidades de morir se centran en las enfermedades al margen, en general, de los genes que se porten. La muerte por asesinato o en guerra es excepcional o de bajo índice. En cambio, la causa principal de muerte en poblaciones poco densas y desposeídas de gobiernos como las tradicionales de Papúa es el asesinato o la guerra o los peligros del medio ambiente. En estas condiciones si importan los genes que se tienen, la inteligencia es un factor importante para escapar o, si se quiere, la estupidez suele llevar a la muerte en estos lugares. Son las personas menos estúpidas, más inteligentes las que traspasan sus genes sobre la base del diferencial reproductivo que les proporciona. (Diamond cita un segundo mecanismo para la superior inteligencia de los papúes relativa al desarrollo infantil: la alienación de los niños occidentales que pasan más de siete horas diarias frente al televisor o en la seguridad de sus escuelas frente a la fuente de estímulos para el desarrollo que supone la temprana e inevitable inmersión del niño de las sociedades tradicionales en sus medios)


 

Al margen de que la apreciación de Diamond acerca de la inteligencia de los habitantes de Papúa Nueva Guinea sea correcta, no parece improbable que un rasgo genético concreto pueda aparecer con alta frecuencia en una sociedad debido a presiones de la selección natural. Ocurre, como sabemos, con varios de ellos, así que, personalmente, no me sorprendería que alguna vez se anunciara la superior inteligencia media de determinada población sobre las demás.


 

Pero esto no haría a una etnia o población "superior" en el modo en que lo entienden los racistas al uso. Es la presión, y no alguna clase de innatismo exclusivo, la que puede generar un fenómeno como ese en cualquier población al margen de la pigmentación de su piel, su grupo sanguíneo o cualquier otro rasgo no relevante al problema concreto. Una población compuesta de personas con toda clase de color de piel, grupo sanguíneo o factor Rh, sometida a esas presiones evolucionaría hacia la misma situación. En cuanto tal presión desaparece, la tendencia se invertirá. Sea cual sea el factor innato, es común a todos los seres humanos, aunque individualmente existan diferencias significativas. Como media, aparecerá en toda población humana en esas circunstancias.


 

La cuestión ética


 

La ética funciona con su propia lógica. Debería evitarse caer en la falacia naturalista que consiste en creer en que si algo es natural, debe ser bueno. En el caso de la homosexualidad, por citar un ejemplo bien claro, los que no evitan tal peligro se empeñan en querer demostrar que no es "natural" o en que si lo es. Lo cual muestra que la apreciación ética es independiente. Resulta dudoso que cualquiera de las partes cambiara de opinión acerca del estatus ético de la homosexualidad si se estableciera cualquiera de las alternativas: que es o que no es natural.


 

Con la inteligencia ocurre otro tanto. Personas que tienen diferente aprecio ético por la discriminación de las personas comparten un empeño casi ridículo en mostrar que existen o que no existen diferencias medias significativas entre "razas", etnias o poblaciones cuando lo que se debate es la bondad o maldad de la discriminación, no la "naturalidad" de su origen.


 

Desde luego, se debe establecer la verdad sobre el hecho de la presencia de esas diferencias. En el caso de la homosexualidad, intentamos hacerlo aquí. Pero la cuestión ética es ajena a ese debate.


 

La discriminación es mala por sí misma, no porque la homosexualidad sea o no natural o lo sea la base de las diferencias medias sobre inteligencia. En el caso de la inteligencia, como decimos, ni siquiera existe esa diferencia salvo en el caso especial citado que no afecta a etnia alguna.


 

Pero aunque así fuese. Aunque existiera esa hasta ahora indetectada diferencia media entre poblaciones, la discriminación seguiría siendo "mala". Toda persona tiene derecho a ser tratada conforme a sus propios méritos y acciones y no sobre la base de los que puedan pertenecer a su población como una simple media aritmética o cualquier otro tratamiento estadístico.


 

No existen razas ni existe diferencia significativa media en la inteligencia de ninguna población. Pero no es este hecho ni el contrario, de darse, lo que haría indeseable a la discriminación por razón de pertenencia a un grupo. Las razones éticas son o deben ser suficientemente sólidas por sí mismas como para depender de si son o no naturales los factores implicados.


 

Espero, amigo Juan, que me haya podido explicar con más claridad que el otro día. Las razones de mi poca elocuencia aquél día son bien "naturales".


 


 


 


 


 


 


 

jueves, mayo 14, 2009

El Código CERN. El regreso de Dan Brown.

¿Recuerdan el revuelo del film de la película de Ron Howard, El Código Da Vinci? Bien, pues ahora el mismo director estrena nueva película y también basada en un libro de súper ventas de Dan Brown, “Ángeles y Demonios”.

De nuevo, la iglesia católica ha prohibido rodar escenas en el Vaticano y de nuevo hay polémica. Y también con la ciencia. Aunque en esta ocasión, la parte científica se lo ha tomado de manera menos tremenda que la religiosa.

Para empezar, el CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear) ha facilitado el acceso a sus laboratorios a los productores de la película para que rodaran las escenas que precisaran en ellos.

Pero ha decidido abrir una campaña de información sobre su labor, la de sus laboratorios y la imagen que la película da sobre ello.

En España, será el investigador Celso Martínez Rivero, del Instituto de Física de Cantabria, una institución mixta de la Universidad de Cantabria y del CSIC (Consejo superior de Investigaciones Científicas), quien desvele las claves científicas de la película. Lo hará el próximo 19 de mayo en el Paraninfo Universitario, con entrada libre.

Entre otras cosas, contará que los investigadores sonríen cuando en la película se califica al laboratorio del CERN de “secreto”, cuando es el más famoso del mundo en su especialidad y es visitado a diario por todo tipo de personas. Uno de sus más famosos inventos fue donado a la comunidad internacional. El CERN desarrolló la World Wide Web, a las que se refieren las archifamosas tres “w” de las direcciones en Internet.

para conseguir la cantidad de antimateria que los terroristas roban en la película, un cuarto de gramo, el propio CERN precisaría de trabajar interrumpidamente durante 125 millones de años.

En la película, los terroristas amenazan con abrir el contenedor de la antimateria para producir una explosión “gigantesca, devastadora”. Ciertamente, la antimateria explotaría al entrar en contacto con la materia común, pero los investigadores apuntan varias cosas:

1º Problemas con el contenedor en el que transportar la antimateria. El propio CERN la almacena en contenedores que ocupan salas enteras y consumen cantidades enormes de energía para almacenar partículas minúsculas de antimateria, así que para guardar la descomunal cantidad de 0,25 gramos en ningún caso bastaría con un contenedor que se transporta en un maletín.

2º Para conseguir la cantidad de antimateria que los terroristas roban en la película, un cuarto de gramo, el propio CERN precisaría de trabajar interrumpidamente durante 125 millones de años. Las cantidades normales nunca han excedido las dos milmillonésimas de gramo al año.

3ª Toda la antimateria producida por el hombre en toda su historia produciría, al entrar en contacto con la materia, energía como para hacer funcionar una bombilla durante un minuto aproximadamente.

4º La cantidad robada por los terroristas equivaldría a media bomba de las lanzadas sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

Los científicos se han tomado la nueva producción americana como una oportunidad para divulgar su labor y en todo el mundo se van a celebrar actos como el de Cantabria.

En cuanto a la película, le deseo que obtenga el éxito que sus méritos artísticos acrediten, a pesar de que temo que la iglesia le proporcionará una fama que superará o trascenderá esos méritos.

En fin, si usted la ve, cuéntenos algo.

lunes, mayo 04, 2009

¿No hay explicación?

De vez en cuando, no acabo de entender por qué, recibo comentarios a alguna entrada en mi correo electrónico, en lugar de en la sección habilitada para ello. Normalmente, copio el comentario en su lugar correspondiente y, si ha lugar, incluyo mi respuesta, y aviso al corresponsal de lo hecho además de rogarle que use la sección en lo sucesivo.



En esta ocasión, mi torpeza hizo que borrara el comentario cuando pretendía copiarlo para traerlo a paranormalidades. Me he decidido a hacer esta entrada, aunque el tema resulte algo manido y si el corresponsal cuyo correo borré consigue leer esta, tendrá libertad de replicar, eso si, usando, por favor, la sección de comentarios de este blog en lugar del correo electrónico.



Más o menos, el comunicante venía a usar el tópico de la falta de explicación científica para introducir la posibilidad de otras explicaciones más, digamos, arriesgadas.



Me llaman la atención, sobre todo, dos aspectos de argumentos como este.



Por una parte, el hecho de que se suponga que, en ausencia de explicación científica, cualquier otra es legítima y, por otra, el que no parece tenerse muy claro que significa que no exista esa explicación científica o qué es exactamente una explicación.



Empezando por la segunda, una explicación, para ser tal, debe cumplir con la condición de dar cuenta de la causa de aquello de que se trata. Ahora bien, ¿se trata de dar cuenta de cualquier manera o de hacerlo conforme a unos requerimientos mínimos?



Con frecuencia, y tengo la impresión de que era el caso de quien me remitía el correo, una explicación se hace equivaler a un relato que encadena causas y efectos sin más referencia que la de cumplir ese objetivo y la de que tal relato sea consistente, internamente lógico, que no se contradiga y, todo lo más, que no contenga barbaridades demasiado evidentes. Se imagina una forma de llegar argumentativamente desde la causa el efecto y a eso se le llama explicación. De tal manera que la frase “no existe explicación científica” significa que nadie, en el mundo científico pertinente, ha podido idear un relato de esas características para dar cuenta de un determinado fenómeno.



Veamos un ejemplo.



¿Existe explicación científica para el origen de la vida?



Evidentemente, la respuesta es no. (¿Aún no?)



¿Existen explicaciones alternativas, no científicas, al origen de la vida?



La respuesta resulta dudosa debido a la ambigüedad citada de la pregunta.



Si lo que se pretende es que la explicación cumpla con determinados requisitos, uno de los cuales sea que los argumentos utilizados no sean especulativos sino que se asienten en algún aspecto comprobado como real y no meramente posible, la respuesta es no, no existen explicaciones alternativas.



Ahora bien, puede que pensemos que una explicación, si tiene la estructura lógica interna que citaba antes, cumple sobradamente, a pesar de las fallas existentes según el criterio científico. Y así, la explicación religiosa, por ejemplo, resultaría legítima. O alguna paranormal, esotérica o New Age.



Pero resulta que si esto es así nos encontramos con que entonces si hay explicaciones científicas.

La Sopa Primordial de Oparin y sus coacervados, el Polímero Primordial de John Bernal y el Mundo de los ARN o el de los aciclonucleósidos derivados del glicerol pueden dar cuenta del origen de la vida de manera mucho más convincente que los seres sobrenaturales, las razas extraterrestres o las fuerzas vitales.




Puestos a escoger, tenemos la hipótesis de Kauffman. Afirma este científico que los modelos informáticos con los que ha trabajado muestran que cualquier sistema con suficientes componentes e interacciones tenderá espontáneamente hacia un estado de organizada complejidad con propiedades emergentes. Según esta idea, la vida y la propia química orgánica, pudieran ser una consecuencia de reglas matemáticas universales que gobiernan el comportamiento de todos los sistemas complejos ,al margen de cuales fueran sus componentes. Estro acaba con el célebre problema de la baja probabilidad de que los componentes de la vida se ensamblaran.Tengamos en cuenta que la única objeción que se le puede hacer a esta idea es que, como dijo Maynard-Smith, se trata de ciencia sin hechos, modelos matemáticos que no se basan en hechos verificables, exactamente igual que las historias extra científicas, pero de plena procedencia científica.



Si el criterio para decidir si hay o no explicación, es el restringido, el que exige evidencia sólida, tenemos que no solo no hay explicación científica, es que no hay ninguna de ninguna clase.



Y si aplicamos el otro criterio, mucho más relajado, nos encontramos con que, simplemente, no es cierto que no exista explicación científica.




La hay y con una incomparablemente mayor probabilidad, racionalidad y apoyo empírico que cualquier historia alternativa por muy bien relatada que esté.

jueves, septiembre 11, 2008

Vamos a contar verdades. El 11-S

Hoy es 11 de septiembre. Se cumplen siete años del atentado más famoso de la historia del terrorismo mundial. Se cumplen, también, siete años de polémicas en torno a ese suceso. Polémicas que, hemos podido comprobar, giran frecuentemente en torno a desinformaciones, malas interpretaciones y verdades a medias cuando no se basan en mentiras directas repetidas sin espíritu crítico. A una afirmación sin base a menudo se ha respondido con otra del mismo cariz.

Se han escrito libros, filmado documentales y realizado conferencias plagadas de rumores u opiniones de supuestos expertos que no han tenido más acceso a las pruebas que la televisión o las imágenes de Internet.

Cada día parecen surgir nuevas “pruebas” o modificarse las antiguas. Son pocos los que dudan, para muchos todo está probado en un sentido o en otro.

Julio Plaza, Pedro Gimeno y un servidor de ustedes hemos decidido reunir en español aquellos argumentos más usados en la polémica y hemos tratado de aportar datos, información, hechos.

Estrenamos hoy, séptimo aniversario de la que fue, fuera como fuere, una de las mayores tragedias de las últimas décadas.

Hay habilitado un foro en el que es posible discutir los argumentos y datos que exponemos en esta nueva página sobre el 11-S o aportar novedades. Toda participación será bienvenida.

El esfuerzo es grande, y nos lleva ocupando mucho tiempo. Es presumible que nos ocupará mucho más.

Que sea provechoso para todos.


(Nota: Para evitar esos molestos robots que hacen spam y otras cosas desagradables, nos vimos obligados a habilitar un sencillo procedimiento en el foro. Cuando se desea mandar un mensaje en ese foro, en el que no es preciso registrarse, hay que activar siempre una casilla que aparece debajo del cuerpo del mensaje a escribir que dice, precisamente "Activar siempre esta casilla")

martes, abril 15, 2008

Manuel Carballal:investiga que algo queda.

Si hay un ámbito en el que no se sufre un déficit de investigadores, este es, sin duda, el de lo paranormal. En realidad, puede que el “sufrimiento” venga por exceso. Se dice que la cantidad va con frecuencia en detrimento de la calidad.

La clara percepción de esto se encuentra, en alguna medida, detrás de iniciativas como “Paraciencia con Ciencia”, de la que ya hemos hablado aquí.

Con la misma claridad, aunque de manera mucho más contundente, se ha popularizado el término “himbestigador” entre los escépticos como manera de ilustrar el problema.

En el campo creyente, y a pesar de iniciativas como la nombrada y de la presencia constante de referencias a la cuestión de que cualquiera pueda autonombrarse investigador, el problema persiste, si es que no aumenta.

Y es que es un hábito muy arraigado. Incluso entre aquellos del ámbito creyente que se consideran críticos con esta situación, la tendencia a considerar como investigador a cualquiera que pase de ser un mero lector de libros y revistas, es muy fuerte. Un ejemplo de esa tendencia en estos supuestos críticos lo ofrece Manuel Carballal en su artículo “La pasión de investigar”, publicado en la bitácora “EL OJO CRÍTICO” el 12 de septiembre de 2007.

El escrito constituye una alabanza de la investigación a la que convierte en una pasión determinada por nuestra naturaleza a la que no se debe poner límite metodológico.

Cualquiera puede investigar sobre cualquier cosa, es más, debe hacerlo, sin importar método, medios, conocimientos.

Carballal pretende apoyarse para ello en dos acepciones del término investigar que ofrece el diccionario de la R.A.E. Estas:




investigar.

(Del lat. investigāre).

1. tr. Hacer diligencias para descubrir algo.

2. tr. Realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia.


Tras la definición, que abre el artículo, Carballal añade:




Pero la Real Academia no acota esas materias, no invalida sistemas, no limita estrategias. Porque investigar, aprender, buscar conocimiento, es una necesidad innata del ser humano. Pensamos, y por lo tanto sentimos curiosidad, por ello buscamos respuestas a las preguntas que nos hacemos todos, en todo el mundo, desde siempre.

Por eso debemos investigar, siempre, todo y sin cesar…


Pero yerra el señor Carballal, a mí entender. La primera acepción no es pertinente, pues no es específica de la búsqueda de conocimiento, como no lo es la tercera, que Carballal no copia y que dice:




  1. tr. Aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente. Se investigó a dos comisarios de Policía.

Es la segunda la que se refiere de manera concreta a la búsqueda de conocimiento, a la labor de investigación tal y cómo en general se entiende. Y en ella encontramos que las actividades intelectuales y experimentales, para constituir investigación, han de ser sistemáticas. Y esto implica que se utilice un sistema, un conjunto de reglas y métodos ordenados que nos llevan a nuestro objetivo.

No investiga quien no se ajusta a un sistema. El diccionario de la lengua no puede ni debe entrar en análisis acerca de cuál sea el sistema apropiado a cada investigación, no es su función y es, por tanto, irrelevante que “limite estrategias” o “invalide sistemas” Reconoce que se precisan, aunque no las identifique.

Carballal propone varios ejemplos de misterios a investigar:




¿Existe alguna forma de vida tras la muerte o nuestros recuerdos y vivencias desaparecen? ¿Somos la única forma de vida inteligente del universo? ¿Conocemos todo el potencial de la mente humana? ¿Qué hay de cierto en las leyendas y mitos de la tradición? ¿Cómo eran realmente las civilizaciones perdidas? ¿Cuáles son los secretos de los hechiceros, chamanes y médicos tradicionales? ¿Conocemos todas las formas de vida que habitan el planeta?

¿De verdad piensa el autor que en estos temas puede prescindirse de los métodos existentes y refinados a través de siglos de epistemología o que puede improvisarse uno a los medios y gustos de cada cual que se interese por ellos? Eso parece indicar lo siguiente:




Y, cuidado, no importa como lo hagamos. Solo importa que lo intentemos. Porque son muchas las formas que existen de enriquecer nuestra mente mientras buscamos respuestas al misterio.

Carballal recomienda al aspirante a investigador que, “si puedes, viaja” “Y cuanto más lejos, mejor”. Pero la “investigación”, la convierte en excusa: “No importa que busques “el monstruo del lago Ness” o cualquier otra cosa ni importa que descifres el enigma que te llevó allí. Viaja que verás mundo, parece decir. Lo cual, admito, es cierto siempre y cuando la investigación no sea el motor principal de la búsqueda o de igual lo que acabes averiguando. De hecho:




Incluso aunque regresemos a casa sin saber quien construyó las pirámides, como se contorsionan los yoguis o quién hace los círculos de Inglaterra. Mientras buscamos esas respuestas habremos aprendido otras muchas cosas maravillosas. Y quizás más importantes.

Se comprende que los sistemas de búsqueda sean lo de menos para Carballal.

Más adelante dice q ue, después de todo, no hace falta viajar. Casi mejor:




A solo unas horas, quizás unos kilómetros, de nuestra propia casa, existe un lugar, o una persona, que puede enseñarnos algo más sobre eso que llamamos el misterio. Y sin necesidad de soportar traductores, mosquitos, aduanas, ni dietas excéntricas.

Y también, al parecer, hay cosas que aprender cerca de casa, aunque solo sea saber qué es el misterio:




Además, lo mejor del trabajo de campo es que, en muchas ocasiones, la expresión de una mirada, el quiebro en la voz, o el temblor en las manos de un testigo de lo paranormal, nos ayudaran mucho más que cualquier ensayo científico, a comprender la esencia del misterio.

Y además, añado, a diferencia de los quiebros de voz, los ensayos científicos si “limitan estrategias”. ¿Verdad?

Y, descubrimos, tampoco es que haga falta transportarse ni cerca de casa ni a países lejanos:




Pero también existen quienes no pueden (por razones de salud o económicas), o no necesitan viajar para buscar respuestas a sus preguntas. Y de la misma forma en que el magnífico Poirot de Agatha Christie, o cualquier perfilador del FBI del mundo real, no necesita examinar fisicamente la escena del crimen para buscar al culpable, algunos investigadores prefieren eludir la contaminación emocional, o simplemente prescindir del factor humano, para realizar sus análisis. Opinan, como el admirable Gil Grissom, que “los testigos mienten pero las pruebas no”, y por eso eligen las estadísticas, los archivos o los fríos laboratorios, para realizar sus estudios. O simplemente no tienen tiempo o dinero para investigar de otra manera. Y en estos casos la red informática, la biblioteca o la hemeroteca sustituyen a la cámara de fotos y la grabadora.

Sorprende- es decir, a mí me sorprende- que lo que antes constituía lo mejor del trabajo, el quiebro de la voz o el temblar de manos, sea ahora “contaminación emocional” Este párrafo incide claramente en la poca o nula necesidad de sistema. Lo mismo puede uno quedarse en casa para evitar la “contaminación” que porque no tenga tiempo o dinero. Uno, en su ingenuidad, pensaba que de existir limitaciones a la capacidad de investigar del tipo que sean- falta de tiempo o dinero, o de conocimientos previos, por decir algo- se hace aconsejable dejar la actividad a quienes si pueden hacerlo, más que nada por la responsabilidad antes los demás que nace de lo que uno afirma haber “descubierto” y dedicarse, por ejemplo, a viajar a exóticos países, conocer rincones y paisanos de nuestra geografía o visitar bibliotecas y hemerotecas en busca de aprendizaje. Y no se necesita la excusa de la investigación misteriosa, digo yo.

Si casi se diría que es lo mismo que piensa Carballal:




Y lo más fantástico de todo es que, si fracasamos en ese esfuerzo, tampoco importa. Porque aunque jamás consigamos demostrar empíricamente si existe o no vida tras la muerte, o en otros puntos del universo, etc, la visita a países y culturas lejanas; la interrelación con quienes se consideran testigos de lo inexplicado; y la consulta constante a bibliografía histórica, científica y humanística, para buscar explicaciones a los supuestamente anómalo, nos enseñara tantas cosas, que una vez más lo importante no será llegar a nuestra meta, sino el camino que recorremos mientras lo intentamos. Puede que haya otros mundos, pero en principio, están en este.

Pero solo casi:




Por todo eso, investiga. Donde sea, como sea , lo que sea.

Mi impresión es que, a lo que toda la vida se le ha llamado “aprender”, lo quieren llamar “investigar”. De ahí que abunden los “himbestigadores"

sábado, octubre 20, 2007

Polémicos.

Este pasado agosto tuve ocasión de escuchar el programa de Onda Cero, "La Rosa de los Vientos" una noche en que su conductor habitual durante el verano, Bruno Cardeñosa, entrevistaba a un personaje sobre el que el propio entrevistador avisaba de su carácter "polémico" así como el de sus afirmaciones y las de la asociación que presidía. Todo ello "polémico".

Esto de "polémico" me llama la atención. Seguramente, si Luís Alfonso Gámez, tras destapar las inexactitudes, manipulaciones y falsedades de Juan José Benítez en la serie "Planeta Encantado", se hubiera limitado a calificar a este de "polémico", hasta el juez que le condenó por llamarle lo que, de ser cierto lo que Gámez descubría- cosa que el juez parecía compartir- le correspondería, hubiera aplaudido.

¿J.J. Benítez manipuló, exageró, o falseó datos en sus programas? Pues es un personaje polémico. "El Dioni" vive de un robo a un furgón blindado y sus patéticas peripecias posteriores?, pues es un tipo polémico, como lo presentan una y otra vez en los programas en los que es habitual. ¿Que unas señoritas, en conjunción con abogado se dedican a acostarse con personajes famosos para obtener dinerotes? Son polémicas ellas y es polémico el abogado.

Pues bien, ese día, 20 de agosto de 2007, Cardeñosa entrevistaba a este señor, llamado Lluis Botinas, que es "investigador independiente sobre el SIDA", colabora con la revista Discovery Salud y preside una asociación llamada Plural21 preocupada por la salud del planeta, lo cual, explicó, les lleva a interesarse en la medicina y en la política. Un ejemplo de esto último sería el interés por lo ocurrido en Nueva York el 11-S, que sería algo diferente, por supuesto, de la versión oficial.

Para entender lo que hay de polémico en lo que este señor y su asociación defienden, lo mejor es transcribir algo que en aquella entrevista dijo:

(Lo que sigue es una trascripción de las palabras que pueden escucharse en la grabación del programa, disponible aquí. No refleja las vacilaciones, pausas y demás características normales en una charla improvisada y he tratado de darle una forma escrita ordenada en cuanto a signos de puntuación, ortografía, etc. Salvo error, las palabras escritas son trascripción literal)

Bruno Cardeñosa:

Ustedes son extraordinariamente críticos con el sistema de salud. ¿Por qué motivo?

LLuis Botinas:

Bueno, nosotros consideramos que la medicina occidental moderna se ha ido apartando cada vez más de un conocimiento real del ser humano como parte de la Naturaleza, como parte de un Cosmos, como parte de un Universo; y por eso, por ejemplo, esta sociedad, el concepto de armonía ni se le ocurre prácticamente excepto en sectores artísticos y eso aún en algunos porque la mayoría siquiera eso, cuando esta idea, este sentimiento, esta intuición, esta realidad de armonía, pues las partes de la civilización no occidentalizadas sigue siendo primordial.

Y cuando uno ve, y nosotros llevamos casi veinte años viendo enfermos, y enfermos considerados graves prácticamente día a día, bien sea cara a cara bien por teléfono, pues personas diagnosticadas con cáncer, con SIDA, con hepatitis, con enfermedades degenerativas, hay un paréntesis, pues, que esta medicina occidental moderna es la única que habla de enfermedades crónicas, de enfermedades degenerativas, de enfermedades incurables; estos conceptos son inventos de esta medicina que se pretende la mejor que jamás ha existido. Cuando en realidad lo que está haciendo es ir parcializando cada vez más, como decía, separando al ser humano de su entorno natural, separando al planeta del resto del cosmos, luego ya separar cada órgano del resto del cuerpo, separar cada trozo del órgano del resto del órgano, luego ya cada proteína del resto, etc., etc. Por ejemplo, ¿no?, que ningún médico, ningún científico, nadie negaría que el cerebro dirige el conjunto del cuerpo, pero a continuación a una persona le hacen un diagnóstico de la enfermedad que sea y que es como se actúa, se aparta totalmente al cerebro y se empieza a buscar cuál es el microbio, cuál es la mutación genética, cuál es la proteína que se ha vuelto loca y que, supuestamente, es el causante de la enfermedad, cuando, en cambio, el cerebro, que es el lugar en el que se encuentra todo el mundo sutil, todo el mundo mental, todo el mundo emocional, psíquico, anímico, donde se encuentra con el mundo corpóreo, pues el cerebro debería ser puesto de nuevo en el centro y entonces todo cambia.

O sea, las enfermedades, desde nuestro punto de vista actual, para nada son algo a combatir, sea con métodos agresivos, como hace la medicina oficial, sea "quimio", sean productos químicos, radioterapia, etc., etc., o siquiera con métodos menos agresivos como hace la mayoría de medicinas alternativas, sino que hay que comprender cuál es el significado bio-lógico, es decir, con lógica de la vida que tiene esta enfermedad, entender en que momento exacto de este proceso está esta persona, acompañarla en este proceso, y, si se puede y si hace falta, pues, reforzar algunos aspectos de este proceso. Pero lo fundamental es entenderlo y ahí, pues, por ejemplo, el último artículo que hemos escrito sobre el cáncer y que las personas que visitan nuestra web encontrarán allá, el título que le hemos puesto es " El cáncer, un proceso bio-lógico a nuestro servicio".

¿Les parece suficientemente polémico?

Ya supondrán que un escéptico como yo, cuando escucha en la radio, ve en televisión o lee en libros o revistas o en Internet contenidos paranormales, tropieza constantemente con lo que considera errores conceptuales, argumentativos o referentes a los datos suministrados. No todos, como también supondrán, tienen el mismo rango.

Algunos son sutiles, imposibles o muy difíciles de detectar sin ser un experto en la materia de que se trate o sin informarse sobre lo aducido acudiendo a las fuentes apropiadas. Otros son más claros y pueden suponer un razonamiento falaz, un dato escandalosamente falso, sesgado o anacrónico, etc.

Lo que escuché a este hombre se sale de estas categorías. Pertenece a aquellos que sorprenden en cuanto son escuchados o leídos. Pueden provocar incluso la carcajada, y no solo entre los escépticos, los mismos aficionados al mundillo o el oyente ocasional sin opinión sobre el tema, detectan la existencia de personajes estrambóticos con extrañas afirmaciones, bien sean lo que comúnmente se conoce como "chalados" o aquellos aspirantes a conquistar parcelas de fama a cualquier precio, incluida su credibilidad. Sea lo que sea este hombre, ya le pareció "polémico" de antemano al conductor del programa.

Quisiera mostrarles algo más de lo dicho por Lluis Botinas en aquél programa:

Bruno Cardeñosa:

"…De todas formas, una cuestión en la que algunos habrán pensado, y que se puede formular de forma crítica y que me gustaría saber tu opinión. Se puede decir que, efectivamente, se están perdiendo muchas referencias de esas medicinas tradicionales que existían antaño; pero lo que alguien crítico puede decirte es que gracias a las medicinas actuales nuestra esperanza de vida es mucho mejor que antaño."

Lluis Botinas:

"Bueno, este es un argumento que forma parte del, digamos, "argumentario" oficial, de los tópicos que se repiten pero que, en realidad, yo creo que estos y muchos otros merecen una investigación a fondo. Yo, que también me he creído esto durante muchas décadas de mi vida, pues ya le estoy poniendo interrogantes importantes.

Entre otras cosas, pues invito a algún oyente, y podemos hacerlo en colaboración y así nos echa una mano, coger cualquier… no diccionario…sino… (Cardeñosa le apunta: enciclopedia) enciclopedia, coger personajes famosos que allí aparecen, coger los diez primeros de cada letra y anotar en que año murieron, en que año nacieron , en que año murieron, se encontrarán con la sorpresa de que en la mayoría de ellos vivieron sesenta, setenta, ochenta, noventa o más años, y esto hace, pues, muchos años, ¿no?..."

¡Asombroso!

Debo aclarar que, en este punto, Cardeñosa interrumpe al señor Botinas con otra pregunta y, aunque este intenta seguir con la cuestión, Bruno sigue impertérrito con esa nueva pregunta. Ignoro si al periodista esto ya le pareció demasiado "polémico", si el tiempo disponible acuciaba o si había otra razón para una interrupción tan evidentemente brusca. Así, no sé si Botinas se iba a referir a esas "entre otras" razones para preguntarse por la veracidad del aumento de la esperanza de vida media. El caso es que la que dio es directamente disparatada.

El cálculo de la esperanza media de vida es algo complicado. Incluye el recuento de muertos por tramos de edad- cada cinco años, usualmente-, y un nuevo cálculo para el siguiente tramo con los supervivientes del anterior. Lo cual implica, obviamente, al existencia de supervivientes. Incluso en el tramo de edades de sesenta, setenta, ochenta, noventa "o más años". Se suele incluir como parte de una tabla de mortalidad y afecta a una generación concreta. Es un buen indicador de las condiciones sociales de una generación a diferencia del de la renta en la que los muy ricos distorsionan el cálculo, pues no pueden acumular años extra como acumulan riqueza.

Pero sigue siendo una media y se afectada por los mismos problemas generales de todas las medias. Especialmente, se ve afectada por los extremos.

Imaginemos una aldea con 20 habitantes. Pongamos que dos de ellos mueren en su primer año de vida, otro a los tres años, uno a los diez y otro a los 35 años. Seis a los sesenta, cuatro a los setenta, tres a los ochenta y dos a los noventa. La esperanza de vida media sería, aproximadamente, de 55 años, a pesar de que ninguno murió a esa edad y solo seis se aproximan algo-5 años- a ella. La mayoría, o bien quedó a larga distancia de ella o bien la superaron ampliamente.

Lo que esta media indica claramente es la existencia de una relativamente amplia mortalidad infantil. Y es la mejora de este factor, junto a la acumulación de más personas que alcanzan el extremo superior, lo que hace aumentar la esperanza de vida. Pero jamás, como parece creer esta persona, significa que la mayoría de las personas morían a la edad de, en nuestro caso, 55 años. Una esperanza de vida de 30 años no significa que nadie pasara de esa edad, ni siquiera que lo hicieran unos pocos o que la gente moría en torno a ella.

Indica las condiciones generales de vida de una generación de manera muy conveniente y estas han mejorado con la introducción de la medicina científica y otras medidas también basadas en descubrimientos científicos en todos los ámbitos que han disminuido la terrible mortalidad a todas las edades del pasado, especialmente la infantil, permitiendo que las personas que alcanzan edades avanzadas aumente su número.

Resulta sorprendente que Botinas, que es licenciado en Económicas, desconozca lo que la esperanza de vida indica y más aún que no conozca el verdadero sentido de los cálculos de medias.

Uno sabe del tradicional vacío de noticias en verano, que debe afectar en mayor medida a un ámbito tan desprovisto de novedades como ya es el del mundillo paranormal, pero quizá un personaje que promueve un ataque tan burdo y descabellado contra las posibilidades de mejora de nuestras condiciones de vida debería tener dificultades para encontrar eco acrítico en emisoras supuestamente serias como Onda Cero.



Por muy polémico que sea.

sábado, junio 09, 2007

¿Qué buscan los escépticos?

En muchas ocasiones me han hecho preguntas como esta y otras parecidas: ¿por qué existen personas que dedican un esfuerzo y un tiempo considerable a hablar, discutir y rebatir algo en lo que no creen? Si tras las pretensiones pseudocientíficas no hay nada real, ¿no están estas personas, estos escépticos, obsesionados con la nada?. ¿No hay cosas más importantes que atacar que a lo paranormal? ¿Se creen salvadores o defensores de alguien?





Pues bien, en primer lugar, la refutación del error filosófico o científico es una actividad digna y tradicional, generalmente aceptada como necesaria y conveniente para el avance del conocimiento.

Además, los postulados de las diferentes paraciencias no son presentados como meras opiniones intrascendentes, dedicadas a la mera diversión o entretenimiento de los practicantes y seguidores. Los defensores de estas disciplinas insisten en su carácter de verdadero conocimiento y toda su historia esta dedicada tanto al intento de confirmación de su veracidad como al ataque a quienes no aceptan sus postulados. En este ultimo sentido, es curioso que quienes han acusado a sus detractores, científicos, políticos, académicos o simples escépticos de auténticos crímenes como conspiraciones, traiciones, engaño a la humanidad o incluso de secuestros y asesinatos, o de complicidad con quienes los realizan, se sientan víctimas de quienes simplemente consideran sus hipótesis como, en el peor de los casos, de solemnes tonterías, o de que se sorprendan de que algunas personas se sientan impelidas a exigir pruebas de semejantes acusaciones utilizadas como recurso justificativo de la falta de evidencia de sus creencias.

Muchas, si no todas las afirmaciones paranormales, tienen además consecuencias prácticas trascendentales en áreas como la educación, la salud, la propia concepción de la vida individual y social. Consecuencias que son reclamadas por los defensores de estas cuestiones de manera cada vez más apremiante: reforma de planes de estudios, inclusión de terapias médicas en el plan público de salud, etc.

Otra razón es el intento de difundir el pensamiento critico entre la población, particularmente entre aquellos seguidores de estas paraciencias, ejemplos por excelencia de quienes carecen de él, convertidos por su sincero y legitimo deseo de conocimiento en víctimas de formas de pensamiento defectuosas que les alejan de ese verdadero conocimiento y su método. En general, las personas deseamos poseer un criterio que nos permita discernir, entre dos o más postulados, cual de ellos es más acertado y ajustado a la realidad. La crítica racional a los argumentos pseudocientíficos es uno de los modos más efectivos y evidentes de mostrar cuales son esos criterios.


Además, entre quienes practican y difunden estas actividades, existen, como en toda actividad, aquellos que aprovechan el sincero interés de personas con curiosidad para su propio provecho económico, algo respetable, siempre que no incluya el fraude deliberado, la manipulación, la calumnia y la mentira. La denuncia de estas situaciones es, además de un derecho, una obligación ética.

El que los escépticos apelen al método científico y sus criterios de validación o falsación, así como a los usos correctos de la argumentación lógica para el debate, es un esfuerzo consiente por situar el problema lejos de posturas personales, acercándolo a la posibilidad de decisión sobre bases objetivas y sitúa al escéptico en el mismo plano de preocupación por la verdad, el hombre y la sociedad, que al creyente sincero, legitimando, por tanto, el ejercicio de esa "oposición" que, por otra parte, debería no solo no ser condenada, sino considerada necesaria y conveniente.


(Adaptado y ampliado de un escrito anterior del autor)

jueves, marzo 29, 2007

Charlatanes y embusteros.

Que entre los creyentes en las diversas paranormalidades hay creyentes sinceros no resulta ninguna novedad.

Sin embargo hay una tendencia a considerar que hacia estos no puede existir crítica. No me refiero, claro está, a las críticas a sus creencias u opiniones, que estas, las mantenga quien las mantenga y con actitud sincera o fingida, siempre pueden ser criticadas. O, mejor, deber ser siempre sometidas a crítica y revisión.

Pero, si se entiende que a los embusteros, se les puede criticar esa actitud de fingimiento, al margen de la opinión que sustenten o aparenten sustentar, se debe reconocer que cualquier actitud de un creyente sincero, excepto el hecho mismo de esa sinceridad como tal, es susceptible de crítica, llegado el caso.

Un ejemplo sería la resistencia al necesario sometimiento a crítica y revisión de las propias creencias. Uno puede ser muy sincero en sus creencias, y no ser criticado por ello, pero si por la tendencia a sobreproteger sus opiniones mediante recursos ilegítimos de cualquier tipo.

Sin embargo, parece existir esa reticencia a aceptar esas críticas hacia los creyentes sinceros o, por lo menos, a considerar necesaria una moderación del rigor de las mismas. Especialmente, entre los mismos creyentes sinceros, claro, pero no exclusivamente. Algún escéptico que otro parece adoptar esa misma actitud “caritativa” hacia el creyente sincero. Incluso algún sospechoso de ser un embustero declarado, no obstante de aprovechar en su beneficio la credulidad sincera, se escandaliza ante la contundencia de las críticas.

Escribo esto porque no estoy de acuerdo.

La crítica hacia actitudes debe ser absolutamente rigurosa y contundente. Tanto, al menos, como es la que recibimos aquellos que la ejercemos, precisamente, por considerar quienes nos las dirigen que esta actitud nuestra la merece.

Y es que parece pensarse que solo el embustero atenta contra la verdad. He tenido la alegría de comprobar que no estoy solo. Fernando Savater, en su último libro, “La Vida Eterna” lo escribe muy bien, y remite a un libro de Harry G. Frankfurt, “On Bullshit: Sobre la manipulación de la verdad”, que aborda a nuestros protagonistas de esta entrada: los charlatanes.

Desde luego, los embusteros adoptan formas propias de los charlatanes, pero estos no se agotan en aquellos. Hay charlatanes sinceros.

El charlatán no es un mero creyente que guarda íntimamente sus opiniones o la ofrece en foros y reuniones de personas que comparten esas creencias con el objetivo de depurarlas o simplemente compartirlas. El charlatán, para ser tal, hace proselitismo, difunde su idea, la vende o propaga. Se cree investigador, o pretende ejercer de ello, o divulgador, más o menos modesto, a través de libros, revistas o medios audiovisuales, fomenta reuniones, intercambios, visitas e investigaciones.

Y, mientras el embustero concede existencia a la verdad, pero la teme o la oculta por interés propio considerándola por tanto un enemigo de ese interés y aliada de sus víctimas, el charlatán sincero desprecia directamente la verdad, los criterios que la puedan validar y las actitudes legítimas ante la ausencia de estos últimos.

El charlatán sincero opera como tal charlatán y usa los recursos del oficio. Recurre al relativismo, se apoya en “nuevos paradigmas”, en el nihilismo o el escepticismo radical. Pero lo hace a conveniencia. Ante un público crítico, o cuando se suscitan temas que no comparte, será conciliador, hablará de lo esquiva que resulta la “Verdad”; pero a propósito de su propio “producto” y ante público bien dispuesto, no mostrará ni una duda, hablará de lo evidente que resulta y de la ceguera o interés de las dudas de los críticos. Entonces dudar de todo se convierte en crimen, aunque los críticos sostengan cosas como ciertas y sean los sinceros charlatanes quienes hablaban de relativismos y paradigmas.

Y, partiendo de su sinceridad, creen que su carácter “auténtico” es suficiente para demasiadas cosas.

Primera y fundamentalmente, para salvaguarda y escudo ante las críticas. La mentira directa les parece el único atentado reprobable, mientras que, si uno cree realmente lo que dice, puede faltar a la verdad por negligencia, desinterés o mero desprecio y sustentar y propagar sus ideas por creer sinceramente en ellas sin más obligación.

Pero también cree el charlatán que sus diatribas a críticos y embusteros se convierten, por el mero hecho de ser sinceras, en ciertas o legítimas. No es que, como todos, crean tener derecho a criticar aquello del mundillo paranormal que les parezca merecedor de ello, es que creen ser los únicos en tenerlo en rigor, en virtud de su autenticidad, y ser para ellos, en consecuencia, las únicas críticas no influenciadas por intereses ajenos al “mundo del misterio”, como si el respeto a la verdad y el conocimiento no incluyeran ese peculiar “mundo”.

El charlatán atenta contra la verdad tanto como el embustero, si no más, aunque lo hace en una forma distinta a la de este. Una forma que incluye estrategias sibilinas, deliberadamente encaminadas a proteger sus creencias y usadas a discreción.

Y debe ser criticado por ello.