domingo, diciembre 26, 2004

Los escépticos y los fenómenos paranormales.

Uno de los reproches más habituales que los defensores de la realidad de los fenómenos paranormales y/o de las pseudociencias nos hacen a los escépticos es el de cuestionar que nuestra postura habitual sea realmente escéptica.

Un ejemplo particular es el que se expresa con la afirmación de que la verdadera posición escéptica - ajena a la que mostramos- es la de la duda, que consistiría en un interés por la investigación y, en cualquier caso, rechazaría la negación. Otra postura posible sería la de la aceptación acrítica o crédula de esa realidad, que no sería, en general, la de quienes eso afriman, hasta el punto de que es habitual escuchar a algunos de sus representantes más señalados declarar que ellos mismos son escépticos, pues mantienen, según ellos, esa primera postura que asignan al verdadero escepticismo.


En cuanto a la cuestión de nuestra propia postura, se califica de detractora y se define como la negación acrítica o dogmática y el desinterés real por el conocimiento en esos ámbitos, sobre la base de miedos, intereses o incapacidad emocional.


Respecto a la cuestión de la calificación, la definición que hace el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española del término escéptico es la siguiente en su segunda acepción:

2. adj. Que no cree o afecta no creer.
(La primera se refiere a la doctrina filosófica clásica del escepticismo)

Y la de "escepticismo" es esta:
1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo.
(En este caso, es la segunda la que se refiere a esa doctrina o escuela filosófica)


Esta es la definición de "detractor":

adj. Adversario, que se opone a una opinión descalificándola.

Puesto que el escéptico, en nuestro caso, enfrenta la verdad de las afirmaciones de quienes defienden los fenómenos parapsicológicos, no puede más que convertirse en detractor de las mismas. Pero eso no significa que pierda calidad como escéptico, sino que no puede enfrentarse ninguna opinión sin ser a la vez detractor o defensor de ella. No ser detractor de una idea no lleva a convertirse a alguien en escéptico respecto de ella, en todo caso solo puede significar que la defiendes o que no te pronuncias debido a falta de examen de la misma.
La posición escéptica conlleva necesariamente la calidad de detractor, pues se refiere al rechazo de una proposición frente a quien la defiende, y si no es dogmática, contendrá argumentación que tienda a la refutación de la misma, descalificándola y, por tanto, con contenido detractor.

Puede, efectivamente, darse el caso de detractores dogmáticos, pero ser detractor de una idea no implica por si mismo esa condición, que dependerá del razonamiento utilizado o por la ausencia del mismo. Por tanto, ser escéptico respecto de una afirmación y ser detractor de ella no solo no es incompatible, es inevitable por definición y no hay nada peyorativo en ello.


Ahora bien, el escéptico, por lo general, lo es además respecto de la misma existencia de los llamados fenómenos paranormales. Se usa esto para sostener que, al margen de las pruebas que puedan apoyar un fenómeno concreto, el escéptico no ejerce de tal, pues su postura es previa a la presentación de las mismas, con lo cual, en ese nivel, no ejerce de escéptico y esto condiciona su revisión de las pruebas, evidencias o argumentos de los defensores de los fenómenos paranormales. Y esto, se dice, justifica la negación del carácter de escéptico a quien así obra, pues su revisión de las pruebas constituye algún tipo de intento de racionalización de su negación acrítica previa.

Sin embargo, creo que es precisamente en este nivel cuando nuestra postura adquiere su significado de manera más fiel a la definición de "escéptico".

Cuando el escéptico discute las pruebas de los defensores de los fenómenos parapsicológicos, ejerce más como revisor del contenido lógico y empírico de determinadas argumentaciones, y esa es una labor que no lo define estrictamente como escéptico, puesto que es algo que se espera que hagan los colegas en la defensa de la realidad de esos fenómenos cuando revisan sus aportaciones en forma de proposiciones, si es que su asentimiento no es independiente de ello. Lo contrario, no es más que una forma de credulidad, aquello que precisamente pretenden rechazar. Revisar las evidencias y su auténtico valor es algo que debiera hacerse "dentro" de ese mundo, sin necesidad de posicionarse como escéptico. Es una exigencia básica de rigor metodológico que no afecta a la ciencia en exclusiva, sino a cualquier pretensión de conocimiento. Y es algo que cualquiera, sea cual sea su postura respecto a los fenómenos en general, puede y debe hacer. Por lo tanto, no es en rigor el examen de las evidencias lo que debiera calificar a alguien como de escéptico, aunque el escepticismo deba incluirlo, porque no es exclusiva de esa postura.


Puesto que la revisión de las investigaciones concretas y su validez no puede definir la posición escéptica, al ser esa una actitud de rigor que debe practicar tanto quien cree en la realidad de esos fenómenos como quien no lo hace o permanece indeciso, es el rechazo de los fenómenos en otro nivel, por tanto, lo que caracteriza a alguien que pueda calificarse de escéptico.

Y no es más que ese escepticismo primero hacia los mismos fenómenos, pero que, contrariamente a lo que afirman sus defensores, es crítico y justificado.

En algunos casos, como, por ejemplo, ante las aseveraciones acerca de que determinada técnica puede tener efectos terapéuticos, la única actitud razonable es la del examen de la evidencia a favor y en contra de ello, pero en la mayoría de casos, las propuestas paranormales pueden ser evaluadas a partir de su misma definición, pues la existencia real de cada fenómeno concreto plantea unas consecuencias que atañen a algún aspecto de la realidad, a esta en su conjunto y a la descripción científica de la misma.


Por ejemplo, la proposición acerca de que los OVNIs son naves tripuladas intraterrestres cuya base se sitúa dentro de nuestro planeta, que sería hueco al menos en gran parte, puede ser rechazada sin necesidad de afrontar investigaciones al respecto. Quienes defienden que no considerar la evidencia que se pueda aportar es una actitud ciegamente dogmática, olvidan que existe mucha evidencia sobre la cuestión implicada, la estructura interna de la Tierra, y que en este contexto, el escepticismo respecto a ello es la única postura que realmente tiene en cuenta la evidencia existente, mientras que tanto el apoyo entusiasta como la suspensión del juicio son irracionales. Para mantener esa actitud expectante, y no digamos ya para defender directamente esa hipótesis, se debe renunciar a considerar y poner en juego conocimientos sólidos implicados directamente en la cuestión.


Consideremos el caso de las teleplastias, tan de actualidad gracias a la polémica sobre las nuevas caras aparecidas en Bélmez. Se dice que el rechazo del carácter paranormal del fenómeno no tiene justificación en tanto se realizan investigaciones sobre ello y sus resultados no llegan, salvo como expresión de una postura dogmáticamente ciega.


Pero esto significa que se concede algo más que la mera posibilidad teórica de que el mundo no sea como parece ser. Es una renuncia implícita a nuestro conocimiento y a nuestro modo de obtenerlo y justificarlo, sobre la base de una expectativa sin justificación epistémica alguna y sin articular una propuesta alternativa. Se trata de averiguar si el mundo es diferente a como nos muestran docenas de miles de datos, experimentos y modelos teóricos contrastados y lógicamente consistentes con nuestra experiencia porque, a lo mejor, quien sabe, quizá, el mundo no es como parece a pesar de que todas nuestras investigaciones nos indican que es justo como la ciencia lo describe (a grandes rasgos) y no existe rastro de dato alguno que lo contradiga, alegando que, a pesar de que existen explicaciones mundanas perfectamente consistentes, la ausencia de certeza autoriza cualquier especulación. Se pretende que una postura que consiste en no conceder peso alguno a todo nuestro conocimiento sobre el mundo y su funcionamiento a favor de poner en las mismas condiciones alternativas que cuentan con diferente apoyo sea algo legítimo desde el punto de vista del conocimiento.


Es una llamada a saber despreciando el saber, un abandono de los criterios lógicos y metodológicos que cuentan con sólida justificación teórica y contrastación práctica a favor de unos que son deficientemente expuestos si es que alguna vez se hacen explícitos y que consiste, básicamente, en la expresión de una vaga incertidumbre subjetiva sobre como pueda ser el mundo.

En esta situación, las pretendidas investigaciones no pasan de ser una racionalización de un prejuicio claro a favor de una visión particular del mundo que no tiene justificación epistémica.
Naturalmente, todos somos libres de "investigar" aquello que nos plazca o nos interese.

Uno puede investigar la posibilidad de que la forma del planeta Tierra sea triangular, algo que no es lógicamente imposible, pero no hay nada que evite que la postura escéptica respecto a esa posibilidad sea infinitamente más sólida y razonable y que la del postulante sea, básicamente y a la luz de lo que ya sabemos, irracional.

jueves, diciembre 23, 2004

Cuando el método de Máñez se puso a prueba en Bélmez: cuatro versiones.

Conozco cuatro versiones del episodio ocurrido en la casa natal de María Gómez Cámara el 25 de septiembre de 2004 en el que Francisco Máñez mostró a Pedro Amorós y otros acompañantes su método para conseguir “teleplastias” artificiales. Ese es el origen primero de la reciente polémica sobre las nuevas caras aparecidas en esa casa y que fue recogido por Javier Cavanilles en su primer artículo en el diario El Mundo sobre el presunto fraude de las nuevas caras, acusación basada, en gran parte, en el citado episodio. Las versiones corresponden a las de Pedro Amorós, según escribió en los foros de la SEIP el día 20 de octubre de 2004; otra la del propio Francisco Máñez, en su artículo “Las nuevas caras de Bélmez no son paranormales”, y la de dos artículos ya comentados aquí y firmados uno de ellos por Juan José Abenza y el otro por María José García y Joaquín Abenza.

No se ponen de acuerdo en casi nada.

Los tres relatos coinciden en que no fue posible realizar la demostración de Máñez en la casa original por la resistencia de los herederos de María. Abenza cuenta que Amorós y Pedro Fernández, uno de sus colaboradores y miembro de la SEIP, intentaron antes de la llegada de Máñez y los demás probar el método y que no funcionó. Cuenta Máñez que eso se debió a dos cosas, a que Amorós y Fernández lo hicieron de manera incorrecta, pues se limitaron a intentar “pintar con agua” usando el dedo y a que el suelo de la casa original había sido cubierto por una capa impermeable. Abenza y García mencionan también la capa de protección describiéndola como de una sustancia “oleosa” y que les causó sorpresa la explicación de Amorós sobre ello, aduciendo que “protegía contra la humedad”, cuando el propio Amorós mantenía que la humedad era parte imprescindible del fenómeno, asunto sobre el cual incluso ha realizado experimentos.

Amorós no hace ninguna mención al previo intento de Fernández y él mismo en la casa original y, en contra del relato de Máñez y el de los dos Abenza y García, dice que Máñez no ha visto nunca las caras originales.

No solo eso, el relato de Amorós omite lo que si cuentan los otros testigos, que el propio Amorós mojo el suelo de cemento con una fregona y que después de un rato, Máñez perfiló aquellas manchas que recordaban a rostros. Concretamente, este es el relato de Amorós:

“La verdad es que tanto Pedro Fernández como Joaquín Abenza como yo le miramos como untaba su dedo de agua y se agachaba en una esquina para poner unas letras o una carita o algo así. Cuando se levantó, nos miró y dijo: "Veréis como aquí aparecen las caras que he pintado" con una sonrisa graciosa y triunfadora”

Este es el de Máñez:

“Pedro Amorós mojó el suelo con una fregona y esperamos a que se secara. Como era de esperar aparecieron manchas que recordaban a rostros. Tomé un pincel y humedecí las zonas que yo veía como parte de esos rostros, para que los demás pudieran ver las caras.”

Y estos dos párrafos se corresponden con los relatos de los artículos de los Abenza y María José García:

“En seguida, Amorós cogió una fregona y la mojó en la pila, y con ella humedeció todo el suelo de cemento. Mañez mojando una brocha en agua siguió humedeciendo y dando aspecto de cara a unas partes del suelo, oscuras por la humedad.”

Se humedeció el suelo (Felipa nos dijo que de haberlo sabido lo hubiera hecho ella antes)…[Máñez] Escogió las manchas que más se parecían a una cara, y procedió a completarlas”

El relato de Amorós es notablemente diferente al del artículo de Máñez, al de Juan José Abenza y al de Joaquín Abenza con María José García, los tres últimos muy similares. Y no solo en ese aspecto, también en cuanto al resultado de la experiencia:

Amorós:

“Lamentablemente cuando pasaron unos minutos, el suelo absorbió el agua y dejó sin rastro alguno su huella, nada de nada.”

Máñez:

“Pese a que fue una demostración rápida y sencilla, creí que había quedado claro cómo crear “caras de Bélmez” de forma artificial.”

Juan José Abenza:

El resultado fue bastante espectacular, sin duda, sobre todo teniendo en cuenta el poco tiempo en que se realizó, y basta ver la foto adjunta para comprenderlo.

Y Joaquín Abenza y María José García:

“Le quedó una cara perfecta.”

El relato de Amorós, realizado como mensaje en un foro, no contiene documentación fotográfica ni hace mención a ella, pero los otros tres relatos si ofrecen fotografías tanto de las caras obtenidas como de Amorós mojando el suelo con una fregona y mencionan que todo se filmó en video.

Coincidencia no coincidente.


Hay una coincidencia en los relatos que resulta algo curiosa:

En el de Mañez se dice que tras mojar el suelo con la fregona y esperar a que secara:

“Como era de esperar aparecieron manchas que recordaban a rostros.”

En el de Juan José Abenza se cuenta así:

“Escogió las manchas que más se parecían a una cara”

Y Amorós de esta manera:

“A las cuatro horas se secó todo el suelo y, ya con Luis Mariano Fernández, acudimos a ver como había quedado. Aquí descubrimos que había muchos "posibles" rostros que estaban delimitados muy ligeramente y muy suaves.”

Lo curioso es que el relato de Amorós no cuenta esto último respecto a la demostración de Máñez, sino a lo que ocurrió después de marcharse este y los demás y en el proceso que llevó al “descubrimiento de las nuevas caras”, proceso que, como cuenta el propio Amorós, incluye algo que, como hemos visto, su relato no menciona cuando cuenta la demostración de Máñez y si ahora, en su propio método de descubrimiento:

“Tras hacerlo hidratamos el suelo con 20 partes de agua y dos de aceite. Lo mezclamos en un cubo y le dimos con una fregona, sin empapar el suelo simplemente a modo de limpieza y de hidratación.”

Aquí menciona Amorós que no empaparon el suelo, pero en el párrafo anteriormente citado vemos como Amorós dice que:

“A las cuatro horas se secó todo el suelo”

La introducción del aceite pudo tener algo que ver.

Todo el proceso se repitió en días sucesivos, empapar el suelo y dejarlo secar tras lo cual aparecen nuevas “caras”. Lo cuenta Amorós:

“Tras marcharnos del lugar pedimos a Dña. Felipa ( dueña de la casa ) que echara un poco de agua cada dos días. Ésta así lo hizo, pero cuando al fin de semana siguiente regresamos, la atmosfera podía cortarse puesto que era densísima... "se había pasado de agua"... El resultado fue, que todos los rostros quedaron casi invisibles tapados por un manto negro de humedad. Por elo abrimos todas las ventanas y la puerta de la terraza para que se airease, cosa que hizo que en un día se secase todo el suelo. Al día siguiente al analizar el suelo, encontramos que algunos rostros habían desaparecido ( posiblemente manchas de humedad que habían sido confundidas por rostros ) pero otros estaban y bien delimitados. Recuerdo que David Sentinella observaba junto con la alcaldesa de Belmez los rostros y poco a poco ante nuestras miradas, al pasar las horas , se iban delimitando poco a poco hasta que se veían.”

Diferencias muy significativas, a mi entender, entre cuatro testigos directos de aquella demostración, que tal vez alguien pueda aclararnos alguna vez.





lunes, diciembre 20, 2004

Otra vez la pantalla de Manuel Capella

Manuel Capella, del que ya escribimos un par de veces en esta misma bitácora, es el único miembro de la SEIP que ha participado con cierta regularidad en la lista de correos “charlatanes”, en Yahoo.

En su último escrito en “Desde mi pantalla” hace unas reflexiones a partir de esa experiencia, que él describe como “estar tras las líneas enemigas”, no sin cierto humor. El artículo se titula “El Tato, ante la línea enemiga” y tiene fecha del 15.12.2004.

Evidentemente, se trata de una reflexión muy personal, y por ello refleja sus impresiones acerca de nosotros, “los negativistas”, “críticos” o “escépticos”, más rica tras el contacto en estas semanas. Mi comentario sobre el escrito se basa en cierta tristeza al comprobar la prácticamente nula impresión favorable del “escepticismo” en general que hemos sido capaces de transmitirle, y constituye mi propia reflexión sobre algunas de estas cuestiones más que una crítica del artículo.

Capella menciona expresamente que no pretende generalizar y deja de lado la cuestión personal; sus reflexiones parecen asignarse al “escepticismo” como tal, más que a unas determinadas actitudes personales, y por ello, dejando de lado en qué “tipo” de persona se me coloca, me siento aludido por su crítica al pensamiento crítico.

Para empezar, no hemos sido capaces de hacer entender a Capella que no tenemos más enemigo que el que todos debemos tener, el charlatán, el embaucador y el mentiroso. Combatir una idea no es ser enemigo de nadie. Cuando debatimos no estamos en ninguna cruzada, estamos debatiendo, y al parecer, es la misma existencia del debate lo que nos convierte en negativistas. Se acepta debatir ciertos temas, pero algunas cuestiones no son debatibles sin ser clasificado como negativista. Llamar irracional a ciertas creencias y opiniones no es peor ni mejor que llamar “negativistas” a las contrarias, como hace Capella. El piensa que nosotros creemos, de alguna manera, ser poseedores de la verdad, sin que hayamos conseguido hacerle entender que para que nadie pueda ser acusado de ello, debe ceñirse a determinados criterios argumentativos, criterios libres, independientes, aplicables a toda cuestión. No entiende, sea cual sea la razón, que existen opiniones racionales y existen opiniones irracionales, y que eso no se decide por decreto ni tras una de las “líneas en combate”.

Los criterios que permiten decidirlo están a disposición de todo el mundo y son el fruto de miles de años de refinamiento del arsenal lógico y metodológico por parte de muchos hombres ilustres dedicados a ello y cuentan con mucha experiencia en combate. Ni una sola, ni una, de las aportaciones al conocimiento que no provengan de la mera aplicación del sentido común ha sido hecha prescindiendo de ellas. Nosotros no pedimos que sigan nuestras normas, les decimos que no siguen las normas que se han demostrado útiles y necesarias en la formación del pensamiento. Por poner un ejemplo sencillo, si alguien usa de argumentos contradictorios, si tanto afirma una cosa como su contraria para sostener su razonamiento, rechazarlo no es una cuestión de actitud personal ante ello, es una medida de higiene mental. No es un capricho ni una conclusión personal o corporativa de los “escépticos”, simplemente la reflexión sensata sobre ello muestra la inconveniencia de tal línea de pensamiento y la ilegitimidad de cualquier afirmación basada en ella.

Ciertamente, otras falacias son más sutiles y requieren una mayor profundidad en el pensar, pero es que no se debate sobre su “valor” sino sobre el mero hecho de mencionar que esos pensamientos son falaces. Al parecer, sostener simplemente que algo es falaz ya es ser “negativista”. Parece cómo si solo fuera necesario el rigor cuando se hace Ciencia, y que todo lo que se afirma fuera de ella gozase de una especie de bula respecto a la racionalidad. Tanto vale la opinión arbitraria y poco reflexiva como la escrupulosa con las leyes de la argumentación, basta, al parecer, con que se pueda decir que “eso no puede ser demostrado por la Ciencia” para que cualquier negación de la racionalidad o legitimidad de las opiniones emitidas sea considerada algún tipo de agresión dogmática. Todo en ello sin mencionar siquiera el aspecto epistémico, todo emocional o de aplicación de conceptos ¡políticos! Es como si alguien dijera que negar racionalidad a la afirmación de que la Tierra es triangular es un atentado contra la libertad de expresión.

Sin embargo, Capella, como otros como él, no creen muchas de las cosas que afirman tras sus “líneas”. ¿Es una cuestión de capricho o aplican algún criterio racional a la cuestión? ¿A qué se debe que no funcione igual cuando se aplican a las suyas? ¿Son negativistas respecto a esas afirmaciones? La actitud general de Capella y las personas que piensan como él respecto a esas afirmaciones que no creen parece ser la de no creer lo que dicen y…nada más. A veces no parece que puedan justificar por qué no creen en ello.

Capella insiste en una vieja argumentación. Consiste en repetir que si no has hecho una regresión, por ejemplo, no puedes opinar sobre ello. Cree Capella que consiste en una negación a priori y sin interés o curiosidad por esas cuestiones.
Es curioso el hecho de que nunca reclaman semejante cosa a quienes proclaman su apoyo a esas hipótesis sin haber hecho ninguna y solo les oyen hablar de ello o las han contemplado en televisión o lo han leído en sus artículos y libros, y que la única pretensión que escribir esos libros y artículos puede tener es argumentar a favor de ello o divulgar pruebas a favor. Cuando alguien dice en un foro o lista de discusión que creen en ellos gracias a las “investigaciones” y los libros que las divulgan, nunca les dicen que esa es una opinión infundada. Pero si se permite valorar positivamente lo expuesto en sus libros, artículos y conferencias, ¿por qué ha de ser distinto con las valoraciones negativas? ¿Por qué no debatir los argumentos críticos y dejarse de pamplinas? En el caso de que presenten argumentos a favor de sus afirmaciones, estos ya pueden ser sometidos a valoración. Algunas personas los consideran suficientes, pero otras no, y cuál tenga razón es una cosa que se puede decidir. Otras veces se describen experimentos, y estos, como no puede ser de otra manera, pueden ser criticados. Y en otras ocasiones faltan tanto los argumentos como los estudios, y en ese caso, la mera puesta en relieve de ese hecho debería ser más que suficiente para sostener una crítica.

¿Cree Capella que nacimos sin curiosidad, ignora que la mayoría, por no decir todos los escépticos han sido creyentes y seguidores más o menos entusiastas de estas cuestiones? ¿No está claro que no es una negación a priori, sino la mera aplicación de criterios sencillos y al alcance de todos? Supongamos que alguien afirmara que la Tierra tiene un borde, un abismo que es el límite del planeta. ¿Sería una actitud negativa desechar desde el sillón semejante afirmación? ¿Sería una mala actitud exigir pruebas contundentes de ello a quien defendiera semejante cosa? Desde luego algunas cuestiones son más oscuras, pero ante una crítica la actitud conveniente es replicar con refutaciones y más datos, no decir que el crítico debiera emprender un viaje hasta el “fin del mundo” antes de hablar.

Creo que todo esto explica la contradicción entre lo que Capella piensa que debiera ser el “verdadero escepticismo” y lo que cree ver en nosotros. Piensa que el escéptico duda y que con esa duda se define su actitud esencial. Es una simplificación que, como digo, tal vez no hemos sido capaces de aclarar. Piensa Capella que la actitud ante esos fenómenos debiera ser, en perfecta coherencia con la actitud escéptica, de duda permanente. Pero Capella no parece entender que lo que nosotros negamos son sus afirmaciones acerca de esos fenómenos. Nosotros “combatimos” afirmaciones.

Los defensores de esos fenómenos solo aparentan, en el mejor de los casos, una duda formal, refugiando su verdadera opinión en un terreno etéreo al que llaman creencias. Como dije, pretenden que sus creencias no puedan ser examinadas, a pesar de que para defenderlas usan de argumentos, experiencias y sus interpretaciones, datos en general y cadenas de razonamientos. Y son esas las que atacamos como el escéptico clásico ha atacado siempre las afirmaciones de conocimiento. Cuando el escéptico dice que no existe la telepatía, por ejemplo, está diciendo que no existe nada que autorice a pensar que si existe y lo sostiene en su crítica de esas afirmaciones. El escéptico moderno, desde el momento en que defiende el método científico y el pensamiento racional, establece la duda como partida en el sentido de que pide el examen libre de prejuicios desde la racionalidad y como exigencia de esta misma condición, pero no por ello renuncia al examen de toda afirmación, pues es consciente de que, no por carecer de certezas, debemos carecer de espíritu crítico capaz de decidir la racionalidad de las propuestas. El escéptico desconfía de las afirmaciones en tanto no son justificadas o estas justificaciones son insuficientes, pero no cae en el nihilismo de asegurar que nada se puede saber. El escéptico no duda de que la forma de la Tierra es aproximadamente esférica, sabe que existe suficiente justificación para afirmar que es así. Y niega la realidad de la telepatía, por seguir con nuestro ejemplo, sobre esa misma base.

Capella dice que no ha sido capaz de encontrar artículos respecto a la Ciencia pura en nuestros sitios en la red. Tal vez piensa que ese es un síntoma de algo, creo que se equivoca. Sin embargo debe ignorar que muchos de los escépticos dedican su vida profesional a la ciencia, que muchos colaboran con su escritos en lugares de la red dedicados a la divulgación de la ciencia y que muchos de nuestros blogs compaginan ambas cosas. Divulcat, Un dragón en mi garaje, 100cia, Ciencia15, Homo Webensis, Evolucionarios, El Lobo Rayado, Tio Petros y tantos otros sitios son ejemplos de ello, además de ser muy recomendables.

En lo que Capella acierta es anotar la reacción negativa de los creyentes de a pié a nuestras intervenciones. Siempre ha sido así, es difícil hacer entender que es lo que decimos y que es lo que no decimos. Y como Capella advierte, sustituir la necesidad de creer por una actitud más racional es muy difícil. Pero no desespero, y algún éxito reciente podemos apuntarnos.

domingo, diciembre 12, 2004

Área inexacta.

Entre las muchas reacciones que el asunto de las nuevas caras de Bélmez ha provocado en el mundillo paranormal, se encuentra un artículo firmado por Víctor Martínez, autonombrado "ufólogo" y Fran García director de "área", la web que publica el artículo.


Las inexactitudes del artículo son numerosas, y algunas clamorosas para alguien que se supone informado sobre el caso. Por ejemplo, cuando afirman que fue Felipa, la sobrina de María Gómez Cámara, quien descubrió las caras y avisó a los miembros de la SEIP, la asociación de aficionados a la parapsicología que frecuenta Bélmez y sus caras. Como cuentan numerosos testigos, entre ellos el mismo Amorós, Felipa invitó a este a visitar la casa natal de María Gómez "a ver si encontraban algo". La primera visita a esa casa de la que se tiene noticia no encontró cara alguna, según varios relatos de testigos presenciales, como el del mismo presidente vitalicio de la SEIP, con lo que difícilmente Felipa pudo descubrir nada antes de la actuación de los aficionados a la parapsicología miembros de la asociación.


Otra inexactitud, mucho más grave, es la de acusar a Cavanilles de "calumnias", que consiste en acusar a otro de algún delito, cosa que Cavanilles no hace en ningún momento en ese artículo, pues en el peor de los casos, falsificar "teleplastias" no es delito alguno. En cambio, acusar falsamente a alguien de proferir calumnias si constituye delito denunciable.
Dice el artículo que el término "cazafantasmas" no es "ningún piropo profesional", como si la actividad de esta asociación fuera profesional en algún sentido. Por cierto, Cavanilles ha escrito en su último artículo que no consta la SEIP en el registro de asociaciones nacional o autonómico. Una nueva acusación, como la referida a los falsos títulos y colaboraciones de Amorós con determinadas instituciones públicas y privadas, que estas han negado hasta el extremo de asegurar no saber quien es ese señor. Ver aquí.

Aseguran los autores que en Bélmez se han desarrollado estudios científicos que "no han desmontado el fenómeno". No es cierto que exista un solo estudio de las caras en condiciones científicas. Pero algunos de ellos, que sin cumplir los requisitos científicos estándar cuentan con algo más de rigor que las ridículas experiencias de Bender o Argumosa- usan fenómenos parapsicológicos para probar otro fenómeno parapsicológico- han "desmontado, efectivamente, el fenómeno. Los autores, como es usual entre todos estos aficionados a la parapsicología, exigen certezas para las afirmaciones que les contradicen, pero aceptan alegremente cualquier afirmación que vaya en el sentido de la interpretación que ellos prefieren. La comisión Eridani y el profesor Viñas, mostraron cómo podría haberse realizado la imagen conocida como "La Pava" mediante sales de plata, reproduciendo públicamente rostros indistinguibles de aquél que incluían los mismos "defectos" detectables en "La Pava". Esta tiene el aspecto que debería tener de haber sido realizada por medio de esas sales y los trazos de pinceladas son evidentes para todo aquél que examine la cara sin prejuicios, y es posible calcular el calibre del pincel utilizado. Dicho sea de paso, esa imagen permanece en una hornacina de cristal y jamás permitió María Gómez un examen independiente de la misma.
La afirmación de Cavanilles acerca de las sales es legítima, no siendo un artículo científico, sino periodístico y estando basado en lo anterior.


Precisamos de largo espacio si nos proponemos detallar todas las inexactitudes y falsedades expuestas en este artículo, pero lo dicho hasta ahora, que abarca solo los primeros párrafos del artículo puede dar cuenta del contenido total de las mismas.


Hay otros aspectos dignos de ser comentados.


Por ejemplo, el evidente prejuicio de los autores- y la profunda ignorancia epistémica- respecto a ARP-SAPC que destila su artículo.
Les lleva esto a cometer lo mismo que pretenden denunciar en Cavanilles, haciendo además juicios de intención injustificables.


El extremo se alcanza cuando dan cuenta de las acusaciones, basadas en rumores y en total ausencia de pruebas- resulta cómico en este contexto de exigencia de pruebas la mención a una llamada a Carballal por parte del ufólogo para niños J.J. Benítez, asegurando que un teniente coronel del CESID (sic) le había confiado que los miembros de ARP estaban pagados por esa institución- de Manuel Carballal hacia esa asociación. No detectan aquí los autores los supuestos defectos que tanto interés tienen en destacar en el artículo de Cavanilles y que para una persona imparcial son tan llamativos. Ataques ad hominem, calumnias (estas si), y total ausencia de la menor prueba, remitiendo simplemente a rumores, entre otras "maravillas" argumentativas.


Especialmente conmovedora resulta la ingenuidad- y, suponemos, lealtad incondicional hacia Amorós- de los autores cuando descubren, sin pretenderlo, la naturaleza de aficionado de Amorós al contarnos que este dedica su tiempo libre y sus recursos personales a estas "investigaciones".

También parece ingenua la mención sobre que a Amorós le ha "costado 125 euros" cada viaje a Bélmez, como si no fuera evidente el rédito que para su "prestigio" en ese mundillo - si no has visto las caras, no puedes opinar, a no ser, claro está, que sea para decir lo bien que investiga la SEIP, pero para decir lo contrario, tienes que gastarte 125 euros- con el consiguiente incremento en cifras de ventas de libros, publicados y por publicar, presencia en tertulias radiofónicas y artículos cobrados a publicaciones.


En definitiva, estamos ante un artículo totalmente parcial, hecho en defensa de Pedro Amorós y dirigido a atacar personalmente a los que le acusan sobre la base de indicios racionales, acerca de los cuales puede existir debate, pero que, a diferencia de este artículo, no realizan aquellos menciones a rumores o ataques personales.

jueves, diciembre 09, 2004

Cosa que preguntaría a la alcaldesa de Bélmez de la Moraleda

Señora alcaldesa:

Según sus propias declaraciones, en su programa electoral incluyó usted el proyecto de un “Centro de Interpretación de las caras de Bélmez. ¿Quién o quienes van a estar a cargo de ese futuro centro? ¿Considera usted que algo de esa naturaleza, si no está orientado a la simple promoción del turismo e incluso en ese caso, debe ponerse en manos de expertos con formación competente?

¿Considera usted que la SEIP, una asociación de aficionados que dedican su tiempo libre a lo que buenamente, pero como aficionados, consideran que es investigar, están capacitados para responsabilizarse de alguna actividad respecto a iniciativas municipales pagadas con presupuestos municipales que se pretende seria? ¿Tiene usted idea de cuáles son los criterios que siguen esos aficionados en sus “investigaciones” y de donde los obtienen?

El 7 de febrero de 2004 se efectuó una reunión en el ayuntamiento que usted preside a la que asistieron algunos miembros de la SEIP y usted, para tratar sobre el futuro proyecto de un museo o de un centro de interpretación de las caras También se reunieron usted misma, los miembros de la SEIP y algunos familiares directos de María Gómez Cámara para realizar un acta oficial en la que se recogiera un inventario de las caras. ¿De quién partió la iniciativa de esas reuniones y de ese inventario?. En caso de ser un acto municipal, ¿en calidad de qué participaron los miembros de una asociación particular de aficionados a los fenómenos paranormales? Y si fue iniciativa de estos, ¿qué cobertura prestaba el ayuntamiento a todo esto? ¿Esta relacionada esa actividad con el proyecto del centro o el museo? ¿De qué modo? ¿Se planteó la adquisición de esa casa por el municipio? Si no fue así, ¿que interés tenía el ayuntamiento en ello?¿Cuál es el papel de la SEIP en ello y, en su caso, bajo que criterios se decide su participación?




¿Es cierto que ha encargado el ayuntamiento que usted preside un estudio de las llamadas nuevas caras a determinados laboratorios? ¿Por qué los miembros de la SEIP han sido encargados de recoger las muestras? ¿Ignora usted que el proceso de recogida de muestras es considerado vital en un análisis científico? ¿Si lo sabe, por qué se ha encargado esa recogida a una asociación de aficionados a los fenómenos paranormales? ¿Cuántas personas competentes en ese aspecto han presenciado esa recogida?

¿Cuáles son sus intenciones con respecto a la SEIP y su relación con las caras, que en ningún momento es sustancialmente diferente a la de cualquier otro ciudadano interesado en todo aquello? ¿Cuál es exactamente la naturaleza de su frecuente relación con la SEIP a la vista de todo esto? Comprendo que a título personal, usted decide sus amistades y a qué dedica su tiempo libre, pero no comprendo que hace la máxima representante del ayuntamiento de Bélez de la Moraleda en calidad de tal dando cobertura institucional a las aficiones personales de nadie.

Tal vez obtenga en alguna ocasión respuesta a todo esto.

Citando a J.J. Benítez

Las citas suelen ser peligrosas, pueden sacarse de contexto y ser usadas para hacer decir a su autor cualquier cosa, incluso lo contrario de lo que quiere decir. Pero también son usadas para ensalzar el valor moral o intelectual de sus autores, pudiendose dar el mismo efecto de descontextualización.


No puedo, por ello, pretender que estos comentarios a unas citas de J.J. Benitez sean más que una aproximación divertida al “pensamiento” de nuestro cazador de misterios. Como atenuante, puedo asegurar que ninguna de las citas las extraigo yo, todas ellas figuran en el sitio web del autor, en las páginas llamadas “Citas”, “Curiosidades”, “Preguntas y respuestas” y “Biografía”.


Al hablar sobre los objetivos de la serie “Planeta encantado” nos dice:

" La intención no es explicar los misterios, sino plantearlos de cerca."

Pero acerca de la razón de que la NASA suspendiera los proyectos tripulados a la Luna, tema del cual trata el capítulo de la serie conocido como el “Mirlo Rojo” nos dice:

" No puedo desvelar ahora lo que constituye uno de los episodios de 'Planeta Encantado." Mi información procede de una fuente totalmente fiable. A la luna no se ha vuelto desde 1972 por algo muy grave, que ha pasado inadvertido a la opinión pública."

En el citado capítulo, Benitez asegura que la explicación de este misterio- si, si, a pesar de la anterior cita, “explica el misterio”- es la contaminación ocasionada por la destrucción por parte de los americanos de unas ruinas de origen extraterrestre con el uso de ingenios nucleares. Lo que no muestra en ningún momento es la fiable fuente o cualquier otra prueba.
Y debiera ofrecerla, dado que alega que:

"Mis investigaciones siempre están basadas en hechos. Las teorías que puedan surgir son secundarias."

Como en este caso el “hecho” es bien conocido, la supresión del programa lunar por parte de la NASA, su “explicación” sería la teoría surgida, que debemos imaginar secundaria. Debe ser por eso que no muestra prueba o fuente concreta alguna, pues si la explicación es secundaria, las fuentes deben ser terciarias como mínimo.

Y eso a pesar de que las fuentes de Benitez suelen ser fiables. Vamos, que según nos cuenta, no parece que puedan serlo más:

" A Dios sólo hay que pedirle información. Respuestas. Ese es mi secreto y puedo garantizarle que siempre responde. Haga la prueba..."

Aunque, todo hay que decirlo, Benitez lo tiene más fácil que el resto, dados sus “contactos” con la Sagrada Familia:

"Es fanático, amigo y socio de Jesús."

Tiene Benitez otras fuentes igualmente familiares, aunque, desgraciadamente, fallecidas:

" En esas conversaciones con mi padre le pregunté, qué hay detrás de la muerte, cómo es la muerte física o si existe la reencarnación. Ninguna de mis ideas preconcebidas tenían algo que ver con lo que decía mi padre."

Así se explica que consiga sorprendentes conocimientos trascendentales sobre cuestiones tan importantes:

" La muerte es sólo un ascensor."

No piensen que Benitez no duda, de hecho:

"Entiendo que dudar es el estado óptimo del hombre. Las certezas no son aconsejables (al menos en este mundo). Los individuos más peligrosos y negativos son siempre fanáticos; es decir, los que se creen en posesión de la verdad. Invitar a la duda significa avanzar. Significa pensar por sí mismo."

Y, consecuentemente, duda, pero la resuelve con criterio riguroso:

" A lo mejor fué todo fruto del subconsciente; sin embargo, no lo creo, ha sido una experiencia tan intensa que me ha cambiado mi modo de ver el mundo."

Por cierto, ¿Pensaban que Benitez vivía de sus “investigaciones”?, pues no, es pescador, al parecer :

"J.J. Benítez está casado con Blanca su primer gran amor y vive de su segundo amor, la mar."

Y es que esas investigaciones son solo una misión que alguien, imagino que alguna de sus más importantes fuentes, le tiene asignado:

" Todo está escrito para mí. Nada es casual. Cuando terminé el primer libro comprendí que debía ofrecer el resto de la información. El éxito comercial fué posterior y secundario. De haber pensado únicamente en el dinero no habría dejado pasar tantos años, entre libro y libro (el Caballo de Troya 1 fue publicado en 1984). Entiendo que la vida de Jesús que se cuenta en los "Caballos" toca el corazón de las personas. Esa es la clave."

Y la investigación promete ser larga, ya que:

"Cada vez estoy más lejos. Soy aprendiz de casi todo y maestro de nada. Cuanto más investigo, menos sé."

Para terminar, una reflexión de Benitez sobre sus afirmaciones que comparto sin reserva:

"Cuando me escucho me doy risa."

ACLARACIÓN
Este texto fué escrito originalmente para Saber-Creer, y para cuando lo escxribí, la página de Benítez estaba de nuevo activa tras el parón producido por cierto escándalo en los foros de aquellas páginas. Ahora parecen también desactivas estas nuevas, por lo que el enlace ya no funciona.

miércoles, diciembre 01, 2004

La pantalla de Manuel Capella.

A raíz de una crítica a un artículo de Manuel Capella, que inauguró este blog, se produjo un debate en el foro de la página de Capella y acabo extendiéndose a los foros de la SEIP. Capella anunció allí un comentario a toda la polémica que publicó en “Desde mi pantalla”, una sección de su página, así como una continuación o ampliación del artículo original que ya ha publicado con el título de “Nuestro sabio interior 2” en la misma página y del que nos ocuparemos en los próximos días. Comentaré ahora sus impresiones expuestas en “Desde mi pantalla” que titula “Polémicas de sabios y burros con morcillas y peras incluidas” con dedicatoria a “mis amigos los críticos”, entre los cuales debo sentirme incluido, y publicado en su página el día 14 de noviembre.

Comienza su escrito Capella con referencias a la crítica publicada aquí ( y en Saber-Creer ) y mostrándose sorprendido de que se critique algo que, según él, sostienen muchas personas competentes, entre ellas médicos y psicólogos. Hay que aclarar que no se trata de un contenido de la medicina o la psicología, sino en todo caso de opiniones sostenidas por personas de diferentes profesiones, de las cuales ofrece Capella citas, y que se trata de meras especulaciones que no forman parte del corpus académico de esas disciplinas. Por ejemplo, habla del mito del porcentaje de cerebro supuestamente no utilizado.

La sorpresa de Capella parece provenir del hecho de que son más personas además de él mismo las que están más o menos de acuerdo con sus afirmaciones. Nunca he dicho que esas opiniones sean, en todos sus aspectos, originales o exclusivas de Capella, pero si que él es el autor de un artículo en el que se expresan sus propias opiniones al respecto y a su exposición se dirige la crítica que en su día realicé. Yo critico ciertas manifestaciones cuyo autor es Capella, que les presta su apoyo favorable y que no son citas de artículos u otros escritos ajenos. Critico un artículo de Manuel Capella.

Dice Capella que el contenido de aquél artículo era este: “que en el interior de todos los seres humanos se albergan una serie de recursos, capacidades y facultades que no son utilizadas, que subyacen en nuestra mente y cuya manifestación irrumpe a veces en nuestra mente consciente de forma prodigiosa”.

Bien, el texto anterior aparece así, entrecomillado, dando a entender, aunque tal vez sin pretenderlo, que se trata de una cita original y literal que podemos encontrar en el artículo original, pero esas frases no se encuentran en aquél artículo. Ni ese es el contenido del artículo ni yo hice referencia alguna a esa cuestión. Prácticamente la totalidad de aquél artículo se dedicaba a hablar de un “sabio interior”, metáfora que parece referirse a algo llamado el subconsciente. Es cierto que le asigna facultades, capacidades y recursos, pero en ningún caso se trata de algo oculto o sin desarrollar o que irrumpa en nuestra mente consciente y mucho menos que no se utilice, sino todo lo contrario, se trata de realizaciones cotidianas como el descanso durante el sueño, saciar la sed o de la digestión de los alimentos. Capella dice expresamente que el “subconsciente”, ese sabio, realiza un cálculo exacto del agua necesaria para saciar la sed, las horas de duración de un sueño reparador o el cálculo de la proporción exacta de las sustancias implicadas en la digestión, entre otras muchas cosas que ya cité en la crítica original. No sé hasta que punto es cierto que esa no sea una idea original de Capella, pero no he visto hasta ahora ninguna cita que apoye su opinión, aunque algo así sería irrelevante, la verdad no se decide por referéndum. En todo ello subyace una confusión entre procesos inconscientes, regulados por el sistema nervioso central sin necesidad de acción voluntaria por nuestra parte, con los procesos mecánicos, automáticos, totalmente independientes de la mente, sea esta consciente o inconsciente. Criticaba yo la falta de justificación para sostener todo esto en abierto enfrentamiento con los sólidos conocimientos acerca de los mecanismos que regulan esos procesos.

Dice Capella que el no pretendía hacer una artículo en el que se ofrecieran datos empíricos a favor de los sostenido y que es el primero en reconocer que su escrito contiene errores, que otros artículos suyos son mucho más “delirantes” y que sus errores son cotidianos, no avergonzándose de ellos. Que son, en definitiva, artículos de opinión. En realidad, en afirmar precisamente eso es en lo que consiste la crítica realizada por mí, en destacar el carácter especulativo de sus palabras. En mi opinión, el tono general de su artículo es parecido al usado en la divulgación y puede mover a pensar que se trata de información acerca de los mecanismos que operan en el organismo humano y sus presuntas potencialidades. Pero sin ser así, se trata de una opinión y como tal es criticable, bien sea para apoyarla bien para enfrentarla. El hecho de que se trate de una opinión no lo deja exento de las exigencias de rigor que afectan a la formación de las opiniones. Sus opiniones pueden ser compartidas o no y ello suele obedecer a una valoración de los argumentos empleados o del razonamiento general, y eso es precisamente lo que yo hago. Pero es que en algunas de las cuestiones abordadas por el artículo nos encontramos con algunas que no son opinables, en el sentido de que existe suficiente evidencia para pronunciarse. En determinadas circunstancias, formarse una opinión contraria a la evidencia disponible es una acción básicamente irracional.

Dice sentirse en una especie de “tierra de nadie” situada entre dos tipos de fundamentalismos. Uno, el que representan aquellos cuyas “opiniones” no cree Capella pero que son igualmente especulaciones. El otro el de quienes podrían identificarse como los “escépticos” modernos tipo ARP. Hay en este párrafo una situación algo confusa. Dice primero Capella que los escépticos son fundamentalistas porque pretenden decir que “de aquí para allá todo es malo, todo es corrupción, incultura, fraude, superstición”. Y luego parece referirse a ellos como aquellos que “les molesta que en nuestra legitimo derecho nos guste la astrología, la hipnosis y la parapsicología.”

Puede que algunas personas presenten los dos rasgos, pero no veo la necesidad de que vayan unidos, ni me parece que a quienes les molestan las aficiones de los demás se les pueda llamar escépticos, que es una postura epistémica. Ni veo como pretende determinar Capella quién se encuentra en ese caso, salvo que alguien se lo manifieste así, cosa que yo no he hecho, ni Capella me achaca, que yo sepa. En todo caso, también tienen derecho esas personas a sentirse molestos, mientras no impidan esas aficiones. Pero no puede llamarse fundamentalista a quién opina de manera contraria a Capella mientras argumente su postura. El fraude, la superstición la incultura y la corrupción son cuestiones bien delimitadas en general, y no veo cómo puede sostenerse que acusar de supersticioso a quien sostiene creencias reconocidamente irracionales o poco sólidas en cuestiones con evidencias decisivas pueda ser llamado fundamentalista. Una discusión sobre los límites de la superstición es posible, pero no veo por qué ninguna de la partes debe asignar fundamentalismo a la otra por ello. Considerar al otro equivocado en determinada cuestión es algo legítimo, hasta cierto punto, pero llamarlo fundamentalista porque en su opinión es el otro quién mantiene opiniones poco razonables supone que en toda discusión participa, al menos, un fundamentalista, al margen de sus argumentos. Un auténtico absurdo.

Dice Capella refiriéndose a los escépticos “que hay que saber diferenciar entre ser "detractor" y "escéptico". Los primeros suelen estar en contra de lo que ellos mismos no son capaces de demostrar. Sin embargo, los escépticos suelen poner en duda el fenómeno en cuestión, pero incluso se preocupan en investigarlo. Pues a veces, los mensajes de los críticos se asemejan más a lo primero que a lo segundo. Honradamente, yo lo veo así.”

Aunque no tengo ningún motivo para dudar de la sinceridad y honradez de la “visión” de Capella sobre esto, creo que está profundamente equivocado. Todo el mundo puede estar en desacuerdo con determinadas afirmaciones sin necesidad de estar en condiciones de ofrecer una alternativa explicativa de la cuestión en debate. En un juicio, por ejemplo, podemos señalar con toda legitimidad que los cargos contra el acusado son inconsistentes, poco sólidos o directamente contradictorios, y rechazarlos sobre esa base, sin que estemos obligados a ofrecer la identidad del verdadero culpable. Y no por ellos somos detractores, sino escépticos respecto a la acusación. Y no precisamos, obviamente, investigar para evaluar las pruebas y argumentos que se nos ofrecen y, en su caso, rechazarlos. Es normal, pues, que Capella contemple esa similitud, simplemente, está equivocado respecto a la cuestión.

Hay una referencia a cierto ejemplo propuesto por Capella, respecto a peras tridimensionales en un mundo bidimensional y a la incapacidad de algunos- concretamente la mía, pues conmigo mantuvo esa conversación- para entenderlo, cuando no se trata de mera falta de voluntad para ello. Considero que en aquella conversación se aclaró esa cuestión y, puesto que este artículo me parece escrito en fecha anterior a esa aclaración, no creo conveniente incidir en ello. Quien tenga paciencia para leer aquello juzgará.

Pasa Capella a hacer unas consideraciones acerca de la fortaleza que se debe mostrar ante los enigmas del mundo, la conveniencia de no creer sin fundamento- o de creerlo todo, que ambas cosas dice- y de hacerse una opinión libre. Es evidente que todo el mundo cree encontrase en esa situación, incluso el más fundamentalista, por usar su expresión. Nadie sostiene a sabiendas una opinión que cree equivocada, pero no todo el mundo lo consigue, aunque no lo sepa, y esas referencias generales, sin mención a los medios para obtener todo ello, no tiene demasiada trascendencia.

Termina su reflexión haciendo referencia a algunas cuestiones como que la vida puede ser sueño y el sueño la verdadera realidad, que al vida es muerte y la muerte vida y que nadie puede asegurar contra nada de ello. Es un error muy común confundir saber racional con certeza. Saber algo no consiste en ser infalible sobre ello, sino en tener razones justificadas para sostenerlo. Efectivamente, la Tierra puede ser triangular, en lugar de aproximadamente esférica, pero quien sostiene lo primero frente a lo segundo o no es capaz de decidirse por una opción en la actual situación del conocimiento no puede aspirar a que su opinión sea considerada algo más que irracional.

Para terminar, no quiero dejar de mencionar algo. Se trata del uso de la expresión “burro” tanto en el título de este escrito como en diferentes ocasiones a lo largo del mismo. En ningún momento he usado esa expresión en mi anterior crítica al artículo de Capella ni en las conversaciones mantenidas con él en los diferentes foros ni he dado a entender en ningún momento que yo piense eso de Capella.