jueves, agosto 04, 2005

Misterios sin resolver.

Hay dos variantes generales de magufos respecto a la expectativa de solución de los misterios paranormales.

Una de ellas no quiere que se resuelvan en absoluto. Esta corriente es nueva y, de momento, minoritaria entre los creyentes de a pie. Pero parece extenderse entre los vendedores de misterios. Juan José Benítez es un buen exponente de esta corriente.

En un artículo sobre las esferas de piedra de Costa Rica, Benítez lo deja muy claro. La cuestión de las esferas no tiene mucha importancia, salvo como otro ejemplo del tipo de reportajes que se puede esperar de la variante del investigador paranormal conocida como “tragamillas” o “correcaminos”, debido a que el único argumento que se les conoce en defensa de sus tontunas consiste en citar el número de kilómetros recorridos para hacerse la fotografía junto al misterio de turno y poder añadir alguna variante de esta frase: “No puedo describir lo que sentí cuando avisté…” y ahí puede añadirse la construcción, artefacto u objeto de turno y finalizarla con un contundente: “Ahí residía la verdadera esencia del misterio”. Y es cierto, pues no deja de ser misterioso que digan que no pueden describir esa emoción para describirla fácilmente unas pocas líneas después: miedo, sorpresa, admiración, paz o cualquier otra emoción básica. Sobre las poco misteriosas, en el sentido paranormal, esferas de Costa Rica puede verse esto o esto otro.

Para nuestro propósito, lo interesante de este artículo es esto otro que dice Benítez en ese reportaje:

“He cumplido 31 años en la investigación de los grandes enigmas de la humanidad. Según mis cálculos he dado más de cien veces la vuelta al mundo, (Benítez es el correcaminos por definición, el origina la especie) sabiendo de cientos de misterios. Pues bien, después de esa dilatada trayectoria he aprendido que los enigmas están ahí por algo muy diferente a lo que hemos creído. Los enigmas, como las estrellas, han sido puestos en el camino de los hombres para estimular su imaginación y, muy especialmente, para propiciar sus sueños. (Las estrellas y los enigmas “han sido puestos en el camino de los hombres”. Curiosa muestra de antropocentrismo) Es por eso que, desde hace tiempo, procuro investigar, sí, pero manteniéndome a distancia de las hipotéticas soluciones. No seré yo quien derribe misterios, arruinando así la maravillosa cualidad de suponer. En consecuencia, mi postura será la de exponer y que cada lector saque sus propias conclusiones.” (Que tal y como “expone” Benítez, serán conclusiones forzadas en una dirección determinada)


Esto, además de aumentar el desconcierto que provoca que quien no quiere resolver nada se llame a si mismo investigador cuando en vista de la función que se reserva más le convendría titularse como periodista de viajes, debe consolar al propio Benítez y a sus seguidores del hecho de que el tragamillas no sea capaz de resolver ni uno solo de los casos que investiga. Debe comprenderse que la solución de estos misterios, incluso en el improbable caso de que fueran efectivamente paranormales, no haría más que dejar a Benítez sin nada que investigar o vender a las revistas y editoriales. Por ejemplo, la demostración de que seres procedentes del espacio nos visitan dejaría a los ufólogos sin nada que hacer, mientras que las consecuencias de un descubrimiento de ese tipo acabarían durante décadas con el paro en montones de disciplinas científicas y abriría inconmensurables perspectivas a la ciencia. Es decir, mientras que al científico le interesa que algo así fuera cierto, al ufólogo le interesa que no se resuelva nunca.

Curiosamente, esta tendencia a no desear que el “misterio” deje de serlo bajo ningún concepto parece extenderse entre los meros consumidores de reportajes y libros. Probablemente tenga algo que ver la influencia de estos reiterados intentos de justificación de esta actitud por parte de los vende misterios, que son aceptados con reverencia por los seguidores. Así, se ven en la situación de conciliar ambas aspectos de sus ídolos tragamillas: al mismo tiempo que los ven como los héroes que desvelan la verdad, tiene que aceptar y justificar que en realidad no desvelan nada según propia confesión, lo cual les introduce en un bucle, pues esto último obliga a justificar la imagen de defensores de una verdad que no revelan ni quieren hacerlo.

En realidad, aquello que digo de que “se ven en la situación” o se “se ven obligados a justificar” se refiere a un mundo ideal. Los seguidores típicos de los correcaminos no justifican nada ni se ven en ninguna obligación lógica. Lo cual hace la vida del tragamillas mucho más cómoda, beneficiándose tanto de su imagen de revelador de verdades como de no revelar nada.

Pero existe, como decía, otro tipo de actitud ante el misterio entre los magufos. Consiste en considerar que los misterios si tienen solución y que constituye un apoyo para determinadas creencias paranormales.

Son aquellos que aseguran que la telepatía está demostrada, que la evidencia a favor de visitas extraterrestres es abrumadora, que la vida de ultratrumba es un hecho, etc. Muchos “vende misterios” pertenecen a este grupo y también la mayoría de los creyentes de a pié. Los mismos tragamillas han defendido en algún momento esto mismo, la actitud irresuelta es bastante reciente.

Se suele considerar que la evidencia es negada por dos motivos generales: intereses oscuros o ceguera “mental”. Tradicionalmente la defensa de esos supuestos fenómenos ha consistido en un relato de un suceso seguido de una pregunta como esta:

“¿Tienes una explicación racional?”

Poco a poco, el obvio hecho de que a falta de una explicación racional, la defendida es, por tanto, totalmente irracional acabó por incomodar a quienes acusan a los demás de ceguera o dogmatismo. Resultaba muy fácil alegar, además, que el hecho de que a nadie se le ocurra una explicación no significa que no exista. Además, se presenta el problema de que, sin el freno racional, las “explicaciones” se pueden multiplicar hasta el infinito, encontrando que para explicar una luz extraña en el cielo, por ejemplo, se pueden imaginar tantas que la hipótesis concreta defendida por cada cuál pierde toda su fuerza, contrariamente a lo deseado. Que nuestra hipótesis comparta la misma “solidez” que otras evidentemente disparatadas no es muy agradable. La otra variante, aquella de “no existe una explicación lógica” tiene el mismo defecto, ser ilógico no resulta más cómodo que ser irracional.

Esto llevó a una curiosa transformación. Ahora se dice: “No existe una explicación científica”

No es que no existieran intentos de defensa de las virtudes de la irracionalidad o que no sigan existiendo, pero se vende mal. Además de algún charlatán con aspiraciones de gurú, solo Jiménez del Oso se atrevía últimamente de manera clara y directa a hablar de las virtudes de aceptar esas cosas gracias a un ejercicio de fe o a declarar que la racionalidad metódica es “buscar los tres pies al gato”. En algunos casos no hay, además, problema alguno con aceptar toda hipótesis en igualdad de condiciones, por muy contradictorias que resulten entre si, siempre que no sean “racionales” o “lógicas”.

Pero apelar a esa supuesta ausencia de explicación científica supone mayores ventajas. Se ha visto favorecido por el hecho de que los ataques al conocimiento científico son múltiples y provienen de distintos ámbitos.

Por una parte tenemos la reflexión desde la Filosofía de la Ciencia acerca de su propia capacidad de suministrar conocimiento (de la ciencia). Por otra la necesidad de determinadas formas de afirmaciones de conocimiento de hacerse un hueco al sol de la respetabilidad epistemológica, como la religión o determinadas filosofías alocadas, como el postmodernismo. De todo esto hablaremos algo más cuando en una próxima entrada de “paranormalidades” tratemos de qué es una explicación, qué clase de explicaciones pueden darse y que significa que no exista una explicación científica.


Desde luego, no hay una reflexión propia del ámbito magufo sobre esta cuestión, ni prácticamente de ninguna otra, y el vende misterios se limita a hacerse con un par de frases obvias y a repetirlas continuamente. Naturalmente, los lectores, impresionados por la sabiduría de sus héroes, aprovechan cualquier ocasión para esgrimirlas. Son cositas como que “la ciencia no lo sabe todo” o que “la ciencia tiene su propio ámbito de aplicación”, que obran como mantras poderosos.


Desde luego, el problema no es menos obvio que en el caso de la defensa de “explicaciones” irracionales o ilógicas. Y es que resulta muy sencillo hacer notar que el magufo, tras pronunciar con solemne seriedad tan sonoras sentencias, se lanza sin saberlo a contradecir lo que la ciencia si sabe y a invadir el ámbito que les es propio.

En tiempos en que los vende misterios podían ofrecer sus mercancías sin oposición, nada de esto suponía un problema. Todo se vendía, sin necesidad de “buscar los tres pies al gato” ni excesivas preocupaciones acerca de contradicciones, inconsistencias o simplemente parecer cuerdo.

Pero la cosa ha cambiado e Internet tiene mucho que ver con ello. El pensamiento crítico, la exigencia de orden y método en la exposición, la divulgación de cuestiones básicas acerca de qué y cómo puede considerarse algo como conocimiento, de las falacias lógicas, el acceso a conocimientos científicos y la existencia de personas que plantean todo ello a los vende misterios ha hecho alguna mella en los seguidores. Ya no se conforman con cualquier cosa. Ya no siguen a cualquiera y se atreven a calificar a los antaño sacrosantos líderes y sus afirmaciones según el contenido lógico y empírico de las mismas. Ya piden rigor, seriedad y hablan de investigadores poco serios o disparatados y disputan entre si. El propio Benítez tuvo que ver cómo se le cuestionaba en su propio foro por parte de personas amantes del misterio, nada sospechosas de ser “detractores profesionales” acerca de posibles plagios y engaños sobre la diferencia entre “novela de ficción” y “reportaje de investigación”.

Nada definitivo, pero el vende misterios sabe que tiene un público fiel, aunque ya no alcanza a todo el que se interese por estos temas.

Algunos han optado por denunciar a sus compañeros, intentando darse imagen de “serios” a base de ello. Otros se conforman con recoger “lo que caiga”. Otros, “tras millones de kilómetros tras el misterio” han concluido que es mejor no meterse en determinado jardines antes tan queridos y han optado por “exponer y que cada lector saque sus propias conclusiones”

Esto si es una “evolución” con aprendizaje.