viernes, enero 26, 2007

Yo también apelo al caso Galileo.

El nombre de Galileo Galilei aparece con mucha frecuencia cuando en un debate se ve rechazada una hipótesis inconsistente o una creencia irracional como argumento cuando cada uno de los razonamientos ha sido rebatido.

Se trata de establecer algún tipo de identidad entre el gran pisano y el defensor de la hipótesis heterodoxa sobre la base del común desprecio y humillación sufrida por el primero, como si el hecho de que en el caso del primero la hipótesis defendida acabara siendo correcta apoyara la veracidad de la del segundo.

Blondot, el científico francés que defendió hasta el final de sus días la existencia de los rayos N sufrió el mismo desprecio, y su memoria no ha sido vindicada respecto a esa cuestión. El hecho de ser rechazados no consiguió comunicar ni un solo ápice de realidad a los rayos N. Por cada caso como el de Galileo existen docenas como el de Blondot.

Lo que decide ante que clase de situación nos encontramos no es el hecho de ser rechazada o admitida cada hipótesis en el momento de ser formulada, sino el examen de los argumentos teóricos y experimentales que apoyan a unas y otras. Es decir, no sabemos que Galileo tenía razón por el rechazo, sino por las evidencias que sustentaban la hipótesis defendida por él, condenamos ese rechazo porque pusimos los medios para saber que tenía razón. Nadie apela a los casos contemporáneos, anteriores o posteriores en los que el rechazado expresaba un error. Galileo pidió que se tratara a todas las hipótesis de un modo determinado, y no el que él sufrió. Y precisamente es el debate sobre los argumentos, y el rechazo sobre la base del resultado de ese debate, lo que demandaba. Y esto tiene una doble dimensión, la primera comunicando un valor ético de justicia al trato, y una segunda puramente gnoseológica, asentando una mayor confianza en lo que se acepta o se rechaza.

Lo que el heterodoxo pide apelando al ejemplo de Galileo es que se repita el error. Porque no solo se cometen errores rechazando, también aceptando hipótesis de manera incorrecta. Los que condenaron a Galileo aceptaban por el mismo expediente la hipótesis que Galileo atacaba. Así, quien genuinamente trata de no repetir el error del caso Galileo es, precisamente, quien exige pruebas para cada afirmación.


Otro aspecto de la apelación a Galileo es aquel que pretende hacer un valor del enfrentamiento a los conocimientos sólidamente establecidos por el simple hecho de enfrentarlos. La contrapartida es que aceptar una teoría científica sostenida “oficialmente” es una cobardía o puro entreguismo. Naturalmente, es necesario ser valeroso para contradecir que la Tierra gira alrededor del Sol, y que es este el que gira alrededor de la Tierra, pero poco aporta al debate sobre la realidad del mecanismo del Sistema Solar salvo nuevos errores. El que ciertos valores, como la valentía, la sinceridad, etc sean necesarios en la actividad científica no los convierte en suficientes. En la historía del saber se han defendido con arrojo y osadía errores enormes.



Tampoco el que una hipótesis sea defendida por la “oficialidad” es garantía de error o de acierto. De ambos casos hay en la historia. Debemos sentirnos bien por el hecho de que, al menos en ámbitos académicos, la oficialidad se alinea al lado de Galileo y sus demandas metodológicas. El saber se construye con sus propias leyes, las del conocimiento. La ética es una exigencia que afecta a este, al conocimiento y su construcción, exactamente en la misma medida que a cualquier otra actividad.

martes, enero 23, 2007

Escépticos malotes.

En el arsenal retórico antiescéptico de los paranormaleros de una u

otra variante abundan los tópicos, en el sentido de ser una especie de

consignas repetidas acríticamente y evaluadas de manera positiva a

partir de su aparente contundencia retórica, a pesar de caracterizarse

por una fragilidad real asombrosa que se evidencia en un examen

superficial apenas se escarba en ellos.

Las menciones a la necesidad de una mente abierta o al caso de Galileo

son, quizá, las más conocidas y repetidas, aunque los más curtidos de

entre los polemistas paranormaleros se cuidan de confiar en semejantes

tópicos únicamente en discursos de consumo interno o en las primeras

escaramuzas de eventuales debates con escépticos.

Hay otros, como la identificación de la actividad escéptica con la de

los nazis o la Inquisición, que parecen productos derivados

lógicamente de los anteriores, pues los inquisidores serían ejemplos

perfectos de "mentes cerradas" y la condena de Galileo digna de un

tribunal nazi.

La evidente ilegitimidad de la identificación de los que, en realidad,

fueron las víctimas de unos verdugos que, en todo caso, son más

próximos, al menos ideológicamente, a los que exhiben estos tópicos

suele, si no convencer, si disuadir de la insistencia de en el empleo

de semejantes falsedades.

Algunos de estos tópicos no han tenido demasiado éxito, como aquél que

pretende, a la manera anterior, identificar la actividad escéptica con

agresiones violentas, incluso con las de grupos terroristas. Sólo en

el ámbito más próximo a Manuel Carballal y Bruno Cardeñosa sigue

siendo este un tópico de uso habitual. Aquí y aquí tienen ejemplos.

Precisamente en ese conocido artículo del primero de ellos, puede

encontrarse, además del uso del tópico "terrorista", un antecedente

claro de uno de estos tópicos que empieza a hacer fortuna, comenzando

a ser frecuente que nos encontremos con alguna variante del mismo.

Se trata de aquél según el cual los escépticos se abstienen de

criticar a la religión, y especialmente a la Iglesia Católica, la

cual, dicen, es un blanco legítimo, e incluso obligado para cualquiera

que se quiera considerar escéptico.

De manera implícita o explícita, le acompañan "explicaciones" causales

de este supuesto hecho. Desde la coincidencia de objetivos y métodos

debido a un mismo carácter dogmático, hasta una connivencia interesada

por ambas partes, cuando no una relación orgánica apenas disimulada,

pasando por mera cobardía por parte de los escépticos ante el, se

supone, inmenso poder de la institución eclesial.

No menos que otros tópicos sobre los escépticos, y quizá en este caso

con mayor relevancia, se trata de una insidia y una falacia.

La falacia es muy clara, se trata de una variante del argumento ad

hominem que evita la respuesta a los argumentos escépticos tratando de

desacreditar a los propios escépticos por lo que supuestamente no

critican en lugar de atender a lo que critican. En algunos casos, se

llega a sugerir que la importancia o trascendencia social de la

influencia de las diferentes "disciplinas" paranormales es ridícula o

inexistente en comparación con la de la influencia de la doctrina

eclesial.

Una persona, que asigna a la cobardía personal de los escépticos la

supuesta ausencia de crítica religiosa de los mismos, lo expresaba

diciendo que "hay cosas más importantes que atacar" que la, en este

caso, Astrología, y citando a la Iglesia Católica.

La respuesta evidente consiste en preguntarse si no hay cosas más

importantes que defender que la Astrología, como las supuestas

víctimas de la Iglesia,o por el lugar en donde encontrar los propios

ataques de esa persona a la institución. Después de todo, esa persona

tiene su propio espacio en Internet y la conversación se desarrollaba

en un blog escéptico al que este individuo acudió en defensa de la

Astrología y otras cuestiones que el mismo considera poco merecedoras

del esfuerzo.

Si hay una actividad cuya buena o mala práctica puede ser de

trascendencia indiscutiblemente importante es la política. Sin

embargo, nadie considera que los críticos de arte, o los revisores de

artículos científicos, o los que escriben sobre Astrología deban

abandonar esas prácticas para dedicarse a la crítica política so pena

de ser considerados unos cobardes temerosos del inmenso poder de los

que gobiernan.

Pero es que la acusación según la cual los escépticos no hacen crítica

religiosa, o se abstienen de referirse de manera crítica a la Iglesia

Católica es simplemente falsa. Y de la absoluta evidencia de esa

falsedad y de la facilidad con que tal cosa puede constatarse puede,

en parte, deducirse el carácter insidioso de la acusación.

Andrés Diplotti, en su magnífico blog, El Pez Diablo, respondiendo

precisamente al personaje anteriormente citado, hace una pequeña recopilación de

artículos y lugares escépticos dedicados a la crítica religiosa.

Pueden encontrase muchos otros artículos usando el buscador escéptico que encontraran en el panel izquierdo de paranormalidades probando con “católica”, “religión” o la variante que prefieran.

Simplemente añadiré a este tema que la página Sindioses, cuyo título ya resulta ilustrativo, es además el sitio de las traducciones “oficiales” al castellano de los comentarios semanales de James Randi, todos ellos de carácter típicamente escéptico y responsable del desenmascaramiento de más de un predicador religioso y sus supuestos milagros.

Y que la revista PENSAR, editada por el CSICOP en español, además de otros diversos artículos críticos sobre asuntos religiosos, publicaba en su número 4 un artículo titulado “Hay que investigar los hechos religiosos”, cuyo autor, el presidente del CSICOP, Paul Kurtz, es también presidente de Council for Secular Humanism , International Humanist and Ethical Union , miembro de American Humanist Association, y redactor del Manifiesto Humanista II.

Además de la evidente insidia, siquiera sea por negligencia, que supone repetir una afirmación que tan fácilmente puede comprobarse falsa, el uso de esas acusaciones parece ser una auténtica maquinación destinada a desprestigiar a los escépticos críticos.

Esto, que en casos como el ya citado artículo de Carballal, donde, además de con los terroristas, se pretende comparar a los escépticos con el Opus Dei, queda patéticamente al descubierto sin demasiado esfuerzo, dado el confeso odio que siente por ellos el personaje así como su declarada intención de ejercer esa labor de desprestigio, puede resultar más sibilino en otros casos.

Naturalmente, estando presente la referencia nazi, la inquisidora y la religiosa, no puede faltar tampoco la “fascista”. De nuevo es Carballal el mejor ejemplo de insidia cuando extrae de contexto una referencia a que la Ciencia no es democrática, contexto en el cual queda claro que el autor se refería a que las verdades de hecho no se deciden por referéndum popular, de tal manera que el Sol no girará alrededor de la Tierra por más gente que esté dispuesta a creerlo, dejando al descubierto el carácter de maquinación de sus maniobras.

Otros lo expresan diciendo que una característica común a todas las formas de fascismos es el intento de imponer sus criterios a los demás. En un caso concreto, se trataba de la expresión de la necesidad epistemológica de que quien afirma sea el responsable de aportar las pruebas de aquello que afirma. El interlocutor aseguraba a sus lectores en su blog, que aquello era una “exigencia”, y acotaba entre paréntesis de esta manera: (¿fascismo?) Ya imaginara el lector que el mismo señor, que “exigía” que se guardaran las formas que el consideraba adecuadas en el debate, no pensaba ni por un minuto que el estuviera “imponiendo sus criterios” a los demás, ni, por supuesto, que eso le emparejara ideológicamente con el Duce.

Así, la discusión acerca de la validez de los criterios de contrastación y argumentación, sobre todo si son defendidos con firmeza, son, según algunas personas, signo de fascismo, con lo que tenemos a los filósofos de la Ciencia embarcados, precisamente, en discusiones de ese jaez como ejemplos de fascismo intolerante y abusón.

Me arriesgaré a caer en un ejercicio más de fascismo, pero, para terminar, es importante insistir en que, argumentativamente, el ataque ad hominem no sirve de nada.

viernes, enero 19, 2007

Mario Bunge, escéptico.

Entre las debilidades de este que escribe, se encuentra una admiración profunda hacia Don Mario Bunge, el ilustre físico y filósofo argentino. Sus aportaciones al terreno de la Filosofía de la Ciencia, especialmente a la Teoría del Conocimiento y Epistemología, le hacen un clásico en vida, alguien que figura en todo manual de Filosofía por méritos propios. Más de una decena de doctorados honoris causa y el premio Príncipe de Asturias adornan su impresionante currículo.

Es, además, un escéptico. Y no uno cualquiera. Si Sagan, Asimov o Gardner son más conocidos como escépticos, la aportación teórica de Bunge los inspira a todos ellos. Con Popper, Bunge es temprano responsable de la inclusión del Psicoanálisis entre las pseudociencias, a las que caracterizó en sus escritos más especializados y en artículos de divulgación. Ha dedicado obras a explorar y divulgar el escepticismo, ha sido miembro del CAIRP argentino, es socio de honor de ARP-SAPC, miembro de CSICOP, ahora CSI, y es habitual conferenciante de esta temática.

Recientemente ha ejercido como tal en un ciclo de conferencias interesantísimo, con el título general de “El progreso científico y sus amenazas”, organizadas por la Agrupación Astronómica de Castelldefels y el Centro de Actividades Ambientales Cal Ganxo, con el apoyo del Ayuntamiento de Castelldefels y de la Escola Politècnica Superior de Castelldefels , y con la colaboración de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología y Antares.

Pueden ver el texto de las diferentes conferencias, así como unos vídeos de las mismas en este sitio o en este otro.

Don Mario, que siempre ha defendido la aplicación de los criterios escépticos a los diferentes ámbitos de la vida que precisan decisiones o tomas de posición, habla en esta ocasión del escepticismo en política, con la lucidez habitual en el filósofo, insiste en sus caracterizaciones del escepticismo:

La duda del escéptico es un punto de partida, que debe resolver con la aplicación de la metodología y criterios adecuados. El escéptico, al contrario de lo que creen muchos paranormaleros que pretenden reclamar ese título, mantiene creencias y rechaza otras. Porque estas no son todas iguales, como ingenuamente o interesadamente mantienen tantos pretendiendo que cualquier barbaridad o fantasía tiene el mismo rango que las opiniones ponderadas y argumentadas.

En fin, todo esto lo dice mucho mejor el doctor Bunge, por lo que recomiendo la lectura de sus conferencias en los sitios indicados ( Bunge impartió dos), con las sabrosas diez moralejas escépticas de la conferencia referenciada.

Y, si desean saber alguna cosita más sobre el escepticismo de Don Mario, les recomiendo, humildemente, que lean esta otra entrada de su seguro servidor.