miércoles, noviembre 23, 2005

Mente Abierta

En sentido general, el uso de esa expresión es una llamada a mantener una actitud libre de prejuicios ante cualquier hipótesis o creencia. Suele verse utilizada preferentemente por defensores de hipótesis o creencias con escasa o nula evidencia empírica, especialmente de tipo paranromal, pues de existir evidencia, no sería necesaría esa actitud, sino que más bien se debería recomendar que lo que se abriera fueran los ojos o el entendimiento.

Es dificil enfrentarse a esa recomendación, los prejuicios pueden conducir fácilmente a actitudes dogmáticas de negación. Sin embargo, es evidente que esa actitud no significa o equivale a aceptar cualquier hipótesis o creencia, o a renunciar a su examen. Todo el mundo, con mente abierta o no, tiene una opinión al menos acerca de algún tema, y por prestar apoyo a una alternativa no se debe suponer que esa mente permanece cerrada.

En la formación de la opinión, como en la aceptación de hipótesis en Ciencia, no solo cuenta el aprecio, gusto o deseo personal por una alternativa, algo asimilable al prejuicio, si no que existen ciertos criterios que permiten discernir la solidez de unas hipótesis o explicaciones frente a otras. Criterios que, de ser aplicados, evitan la acusación de prejuiciosa para la adopción de aquella que de ello derive mayor solidez. En realidad, esto constituye el juicio por oposición al prejuicio, que tiene decidido su apoyo por cuestiones ajenas al análisis.

Tener la mente abierta significa someter a crítica o análisis toda hipótesis conforme a ciertos criterios y aceptar su veredicto por lejano a nuestras creencias previas que pueda resultar. Creer en algo a pesar de la falta de apoyo argumental no es tener la mente abierta, es falta de criterio.

domingo, noviembre 20, 2005

¿Podemos Saber?

Existe un escepticismo radical del cual nacen el relativismo y el solipsismo. Se basa en la imposibilidad de demostración lógica de la existencia de un mundo exterior a la mente. Hay otro escepticismo que acepta la existencia de un mundo exterior pero cuestiona que se pueda obtener algún conocimiento fiable del mismo debido a que no lo aprehendemos directamente, sino por mediación de nuestros sentidos y con la participación de un proceso mental previo a la misma aprehensión y conversión en conocimiento.

Ambos escepticismos radicales tienen razón, no existe un proceso lógico que establezca de manera definitiva y segura que exista un mundo exterior ni podemos, en todo caso, obtener un conocimiento inmediato de él. Ni siquiera el "cogito ergo sum" cartesiano resiste un buen examen escéptico.

Pero del reconocimiento de estas dificultades no se sigue, como pretenden estos escépticos radicales ni los solipsistas y relativistas, la consecuencia lógica de que no exista un mundo exterior o que el conocimiento sobre el mismo sea imposible. De la misma manera que no existe un razonamiento lógico impecable y definitivo que establezca lo primero, tampoco existe para afirmar lo segundo. Y puesto que una de las dos alternativas, con los matices que se quieran, ha de ser correcta, debemos aceptar una y rechazar otra, no desde el simple momento en que se plantea la dificultad, pues como vemos no favorece ni a una ni a otra, sino que tendremos que estudiar nuestra misma mente, el mundo que representa y la relación entre ambos.

Es decir, no podemos demostrar, en el sentido lógico o matemático, que el mundo existe o que no existe, ni que podamos extraer conocimiento de él o que no podamos, pero, desde el momento en que cualquiera de esas proposiciones pretenden saber algo del mundo y la mente, aún siendo para negarlo, se establece que es posible conocer algo.

Naturalmente, nadie es realmente un escéptico radical. Quien discute contigo no cree realmente que este discutiendo con una proyección de su mente, y nadie en su sano juicio cree que puede dejar de alimentarse o beber sin morir, o que nada le ocurrirá si se para ante una locomotora lanzada a 250 kilómetros por hora. Lo que el escéptico radical pretende es cuestionar el conocimiento científico o al menos alguna de sus afirmaciones.

Pero ese es el principal problema del escéptico radical, la dificultad que esgrime es aplicable a todo, al MUNDO como totalidad o al conocimiento de CUALQUIER aspecto de la realidad. Y lo mismo cabe decir del relativista, si afirma que el conocimiento científico es solo una construcción social o cultural propia de cada grupo, y que todas tiene el mismo contenido de verdad, lo mismo cabe decir de cualquier afirmación de conocimiento del mundo realizada en el seno de cada grupo incluida su propia afirmación de que el conocimiento es relativo, que sería tan cierta como aquella que afirma que es absoluto.

Pero no se puede aceptar que se puede extraer algún conocimiento del mundo sin aceptar que esa extracción será más o menos fiable dependiendo de las condiciones concretas en las que se realiza y de otras características determinadas. Lo cual nos lleva a la necesidad de una metodología que nace del simple estudio sistemático de esas condiciones y características.

Ese estudio milenario ha producido el más potente sistema de conocimiento, la ciencia, que ha probado su eficacia por sus mismos productos, tanto teóricos como tecnológicos. Los primeros con su capacidad de predicciones cumplidas, algo dudoso si no fuera sólido en alguna medida, y los segundos simplemente funcionando, lo cual no puede ser asignado con facilidad a la ilusión o la casualidad.

Una vez aceptada la disolución de la dificultad general del conocimiento, es decir, una vez rechazadas las afirmaciones solipsistas y relativistas, y aceptado el hecho de que existe un mundo exterior a nuestra mente y que puede conocerse algo del mismo, no cabe ya referencia a ella en ninguna circunstancia, algo que ocurre con cierta frecuencia.

No puede hablarse vagamente de que nada es seguro, pues lo hemos rechazado implícitamente al reconocer un mundo y buscar conocerlo. Aquello que se ponga en duda en cuanto a su valor como saber, debe hacerse desde el cuestionamiento lógico y metodológico de cada afirmación concreta, no desde el recurso a esa dificultad general que ya hemos rechazado.

martes, noviembre 15, 2005

Relación entre el saber y el creer.

Muchas personas abordan los debates desde la postura escéptica convencidos, o al menos dando a entender que entre la creencia y el saber solo existe un claro antagonismo. Lo mismo ocurre en lado contrario, llevando a los que en ese lado se sitúan a defender la creencia por encima del saber o a cuestionar directamente la posibilidad de que exista algo a lo que podamos llamar saber.


Evidentemente, no es exactamente lo mismo saber que creer algo, pero la relación entre ambas cosas es más estrecha de lo que muchos piensan.

Fue Platón el primero en argumentar que el objeto del saber es diferente del objeto del creer en su obra "La República". Platón argumenta que el saber y el creer son capacidades distintas y que, puesto que cada capacidad del hombre tiene su propio ámbito de actuación, los objetos del saber y del creer deben ser distintos, como corresponde a capacidades distintas.

Pero parece más cierto que aquello que empieza siendo una conjetura, puede pasar a sostenerse como creencia para acabar constituyendo saber, desmintiendo las afirmaciones de Platón. No resulta difícil encontrar ejemplos. Puede conjeturarse con que el autor de un hecho determinado sea una persona concreta, para pasar a creerlo conforme se acumulan indicios, terminando por establecerse como "saber".(En realidad, Platón, trata de establecer diferencias entre lo que el llama "saber verdadero" y la noción común de saber, correspondiendo el primer caso a un saber inmediato, adquirido por intuición o contacto directo con el objeto, en un modelo basado en la percepción. Con mayores o menores diferencias, la tradición inaugurada por Platón llega hasta nuestros días, pero esa es otra discusión, que si bien es muy interesante, resulta poco pertinente a la cuestión principal de este artículo)

Consideremos la siguiente afirmación:"Yo sé que x es el autor de tal hecho, pero no creo que haya sido x"Parece evidente que existe una contradicción, si sabes que alguien es el autor de un determinado hecho, crees en ello necesariamente.


La relación entre creer y saber aparece clara, puesto que algunas creencias pueden llegar a "saber" y este no es concebible sin alguna creencia en el mismo sentido.Podemos empezar a caracterizar el saber diciendo que contiene, necesariamente, una creencia y que, evidentemente, esa creencia ha de ser verdadera.

Sin embargo, siendo necesario, no es suficiente para decidir que nos encontramos ante un ejemplo de saber.Supongamos que nuestra creencia acerca de que alguien es el autor de un hecho procede del discurso de un fiscal especialmente hábil en la persuasión retórica y la manipulación psicológica. Para hacerlo aún más claro supongamos que el propio fiscal no está convencido de que nuestro hombre sea el autor del hecho. El hombre puede ser, efectivamente, el autor del hecho, pero nuestra creencia en ello sería "accidental", fruto de la persuasión del fiscal.

Un ejemplo más claro podemos ilustrarlo si alguien afirmara antes de un partido de fútbol que estaba convencido de que el equipo x iba a ganar ese encuentro por tal o cual resultado y efectivamente así ocurriera. Nos encontramos con una creencia verdadera, pero parece difícil aceptar que este sujeto "supiera" cual iba a ser el resultado.Lo que echamos de menos es algún tipo de justificación, alguna razón que explique esa creencia. Una justificación de tipo epistémica, y no cualquiera, pues podríamos decir que la elocuencia del fiscal nos convenció de ello, sino buenas razones de tipo epistémico.

Llegamos finalmente a definir el saber como una creencia verdadera justificada, dejando clara la estrecha relación entre las creencias y el saber.Esto puede entenderse si consideramos cuanto de aquello que hemos podido llamar con propiedad "saber" diferenciándolo de la simple creencia u opinión ha tenido que ser abandonado como erróneo para ser sustituido por otros saberes igualmente legitimados para ese nombre y que no pueden pasar de la categoría de provisionales.

¿Eran aquellas "representaciones del mundo" abandonadas creencias o saber, y son los que los han sustituido "saberes" o creencias?. Dada nuestra caracterización del saber, sin duda pueden ser llamadas con toda propiedad "saberes".

miércoles, noviembre 09, 2005

Marisol y Jose Antonio Roldán:Petición docente

Los hermanos José Antonio y Marisol Roldán son los impulsores de una iniciativa que se realiza bajo el lema “Paraciencia con ciencia”, y tiene el subtitulo “por una formación legislada del Mundo del Misterio y los fenómenos Extraordinarios” (mayúsculas originales)

Se trata de una
petición de firmas a un escrito que posteriormente será remitido al Ministerio de Educación y Ciencia con la intención declarada de provocar un debate en el Congreso de los Diputados para la consideración de lo que el escrito propone. A día de hoy, los firmantes son 393.

Aunque me parece encomiable el deseo de regulación de actividades públicas destinadas a proponer información o conocimientos, la iniciativa, al menos en los términos redactados, me parece poco realista, pretenciosa y profundamente equivocada.

La confusión empieza con el primer párrafo. En él se recoge la esencia de la petición que viene expresada del siguiente modo:

Los abajo firmantes deseamos formalizar nuestra intención y rogarle al Ministerio de Educación y Ciencia la inclusión de la Investigación de Enigmas de la Historia, Misterios de la Paraciencia y fenómenos extraordinarios como Licenciatura independiente de las carreras universitarias ya existentes, o una Formación Profesional cuyos principios básicos tendría que determinar el área encargada del propio Ministerio junto con profesionales docentes de diferentes ciencias aplicables a las pesquisas y recolección de pruebas, derivadas de este tipo de estudio o materia, debido a que los temas que estudia esta rama no tienen cabida en las Licenciaturas presentes en el mapa educativo español.”

¿Investigación de Enigmas de la Historia? ¿Y qué otra cosa hace la disciplina académica llamada Historia que no sea investigar enigmas históricos? La Historia se encarga de desvelar que ocurrió, donde, cuando y con qué protagonistas. Qué es cada objeto del pasado, quién, cómo y cuándo lo construyó en su caso. ¿Qué pretende investigar esa “licenciatura independiente”? ¿Acaso saber si las pirámides de Egipto, por ejemplo, son tumbas reales, artefactos “energéticos” o cualquier otra cosa no es algo que debe hacer la Historia o alguna de sus especialidades? ¿Qué enigma histórico no es “históricamente pertinente” y, por tanto, abordable por la Historia? ¿Qué novedad metodológica pretenden aportar a esa nueva disciplina que, en caso de existir y ser apropiada, no pueda simplemente ser adoptada por la Historia como actividad? ¿Qué materias quieren estudiar que “no tienen cabida en las Licenciaturas presentes en el mapa educativo español.”? Sobre cada objeto, sobre cada hecho histórico propuesto por los “Investigadores de Enigmas Históricos” existe una explicación, aún en forma de hipótesis en el mundo académico, pues resulta evidente que todos ellos son materia de su disciplina. Que los “Investigadores” no estén de acuerdo no puede ni debe solucionarse simplemente anulando el debate. Si alguien dice que un determinado objeto no pudo construirse con una tecnología disponible en determinada época y otros mantienen que si, la solución es el examen de las evidencias, no la creación de una nueva disciplina que recoja cada alternativa. Se trata de resolver enigmas, no de perpetuarlos mediante la legitimación académica “por decreto” de todas las explicaciones. O el objeto está bien adscrito a una cultura y época o no lo está. Pura materia de debate histórico mediante la investigación metodológica histórica. Nada más.

¿Y qué ocurre con “Misterios de la Paraciencia y fenómenos insólitos? Pues más de lo mismo. El problema es la identificación correcta de cada fenómeno o “misterio” y su resolución de manera correcta, conforme a lo que la reflexión epistemológica considera método apropiado para ello. ¿Es un objeto en el cielo una ilusión óptica, un objeto natural, un artefacto terrestre u otra cosa? Lo que se debe hacer es resolver esa cuestión, no habilitar una disciplina que trate cada una de esas alternativas dándolas por buenas. ¿Es válido un rosario de testimonios para apoyar determinada hipótesis o no lo es? Resuélvase esto y no se creen dos mundos académicos paralelos de estudio en el que uno se considera que si y en el otro que no. Es decir, abórdese cada misterio o enigma conforme a la metodología que resulte apropiada, pero no construya una que apoya determinadas interpretaciones en contra de otras. Debe decidirse cuál de esas interpretaciones es correcta mucho antes de suponer que existe un campo nuevo de estudio, porque esto es el resultado de considerar que una de las interpretaciones es la correcta. ¿Se registran voces inexplicables en los aparatos de grabación o son ruidos mal interpretados o voces “naturales” inadvertidas? La solución es resolver esa cuestión, no impulsar una nueva disciplina que asume que son voces inexplicables. Propóngase una metodología o un refinamiento de la existente sobre la base de principios que afecten a la obtención de conocimientos en cada área, no la legitimación política de una conclusión que no puede justificarse de otra manera o por medio del asentimiento basado en convicciones personales.

Por tanto, ante dos interpretaciones de una observación o dos hipótesis que la explican tenemos “buena investigación” frente a “mala investigación”. Conclusiones legítimas frente a otras ilegítimas. Errores o aciertos. Quienes ven refutadas sus interpretaciones e hipótesis deben responder con nuevos y mejores recursos que las apoyen, no solicitar un “permiso” especial para mantener las suyas.

El escrito asegura que de la supuesta marginación de esas disciplinas se derivan dos problemas principales.

Este es el primero de ellos:

Por un lado, al no existir una base docente (para) todos aquellos que se dedica(n) a esta profesión o sus derivados periodísticos, no contemplan (sic) una preparación adecuada y si lo hacen es porque han pasado años ejercitándose en otras materias de cuyos temas sólo hubieran necesitado conocer un quince por ciento. Esta carencia formativa provoca que nuestra profesión, ya no sólo no sea legal ni académica, ni se valore como tal, si no que además resulta una barrera personal para cada uno de nosotros cuando nos disponemos a investigar casos o temas.”

En lo que se refiere a los “derivados periodísticos”, no se acaba de comprender que tipo de base docente distinta de la propiamente periodística puede esperar recibir un periodista. Nadie, que yo sepa, ha considerado necesaria la creación de una licenciatura en deportes para que un periodista pueda informar sobre ello e investigar desde una perspectiva periodística. Ni sobre crímenes para informar sobre sucesos o acometer investigaciones sobre el tema, o de estrategia militar para los corresponsales de guerra. Lo que un periodista debe hacer es informar conforme a los principios de su profesión sea cual sea el tema de su especialidad informativa. Puede imaginarse que algunos periodistas especializados en temáticas especialmente profundas han necesitado pasar “años ejercitándose en otras materias de cuyos temas sólo hubieran necesitado conocer un quince por ciento”, pero eso no ha hecho surgir la necesidad de una licenciatura de periodismo de deportes ni ha motivado escritos a ministro alguno.

¿Y respecto a otros ámbitos de investigación, no cabe decir lo mismo? Si un fenómeno afecta a aspectos propios de la física, es la metodología física la que resulta pertinente, si es la psicológica, será esa especialidad la que deberá estudiarse, etc. Un panorama docente como el que plantea el escrito, es decir una especialidad de “fenómenos extraños” sin más precisión, ante su ambigüedad y la variedad de ámbitos que se ven afectados por la supuesta casuística paranormal, no solo no resolvería en sencillez, sino que resultaría claramente compleja exigiendo mas porcentajes de esas otras “materias”. La especialización que se reclama se volvería imposible dado el vasto panorama que pretende abarcar el “investigador paranormal” Debería ser psicólogo, físico, químico, astrofísico, etc. Es mucho más razonable no intentar hacer encajar lo que no son más que distintas hipótesis sobre distintos ámbitos en un solo cuerpo de estudio y llevar cada uno a su terreno natural.

El segundo problema planteado por los hermanos Roldán es en realidad un conjunto de ellos. El primero, que supuestamente ayudaría a paliar la creación de un par de licenciaturas, es el del desempleo: “creando una posibilidad nueva de formación y trabajo” Aunque no se especifica el mecanismo que llevaría a un resultado semejante, por muy modesto que se pretendiera, parece algo bastante ingenuo. Si esa fuera una solución, bastaría con crear no un par, sino docenas de licenciaturas nuevas a gusto del consumidor para ocupar primero la universidad y luego el mundo laboral con docenas de nuevos empleos. ¿Haciendo qué? ¿Pagados por quién?

El escrito reconoce inmediatamente que ese trabajo ya se realiza, de todos modos. Solo que de manera, digamos, fraudulenta, sin cotizaciones ni obtener beneficios por ello.

De nuevo la pregunta sería qué beneficios esperan conseguir que no se esté consiguiendo ya, quién iba a pagar por el producto de esos trabajos que no lo estuviera pagando ya. Si existe un “producto” distinto al que ya se ofrece en el mundo del entretenimiento, no se sabe donde está ni que se espera conseguir con él. ¿Aportar una solución a un enigma histórico que según la metodología histórica no es ninguna solución, si es que existe ese enigma? ¿”Robar” esa solución a los historiadores y competir con ellos?

La siguiente frase del escrito es esta:

“…representaría un precedente único en todo el mundo, marcando un punto de inflexión favorable a nivel social y educativo, que demostraría que España es un país de avance y de miras hacia el progreso, siempre atento a las vanguardias y nuevas formas de hacer de sus habitantes.”

¿Volver al estudio de la Astrología y otras mancias arcaicas, a la Alquimia, a las afirmaciones sostenidas en la autoridad de su autor o del número de testigos, un avance un progreso? ¿Recuperar metodologías abandonadas por su esterilidad y el nulo sostén epistemológico, vanguardista? ¿No sería mejor que aportaran, caso de tenerlos, datos y evidencias suficientes para cambiar el veredicto histórico y científico sobre esos temas, lo cual abriría nuevos ámbitos de estudio reales, en lugar de instaurar un corpus por decisión política? ¿No es en el terreno académico, antes que en político, donde debe evidenciarse la existencia de un saber marginado?

Señala el escrito de manera algo confusa y con algunas referencias posteriores, que esas medidas combatirían el fraude y calificarían de instrusismo la actividad de determinados sujetos que no se atuvieran a la formación y el futuro código deontológico de la profesión. Me parece de nuevo algo ingenuo. El fraude en Historia, Física, Química, etc., no desaparece por existir un código deontológico, al contrario, consiste en infringirlo. Y el intrusismo no es más que el resultado- cuando no tiene intenciones fraudulentas- de la existencia de aquellos que desde fuera del mundo académico creen poseer claves sobre los ámbitos afectados. Es decir, disidentes que no pueden convencer al mundo académico de que tienen razón. ¿Qué hacemos con ellos? ¿En lugar de exigir que diriman sus diferencias en el seno de esas licenciaturas “parapsicológicas”, les dotamos con otras nuevas en “parapsicología parapsicológica?

El escrito termina, después de alguna consideración como aquella según la cual el “verdadero parapsicólogo” no es quien posee algún tipo de “poder” sino quien lo estudia, y asegurar que los medios son en parte responsables de esta confusión e insistir en alguno de los puntos anteriores.

En mi opinión, este escrito no aclara mucho la cuestión ni constituye una verdadera base para una petición de ese calado, debido a la escasez de argumentación específicamente referida a la necesidad de nuevas licenciaturas. Y aquellos escasamente expuestos lo son de manera confusa y resultan inconsistentes.